Espalda con espalda y frente a frente, así el perfil en negro de dos figuras humanas se disponen en una misma imagen dividida en dos: unidas pero mirando en direcciones opuestas, separadas pero observándose a los ojos. El estrecho espacio que separa la nuca y la cabeza de las figuras de la sección superior está pintada de rojo, unidas por un puente que va de un hipotálamo a otro. Gotas rojas de pintura se esparcen sobre la sección inferior, de los ojos de cada figura parten rayas en ambas direcciones que conectan las miradas. La imagen se titula ‘Simbiosis’ y puede considerarse una buena metáfora de la obra de Pablo Bielli, de cómo se relaciona el registro documental con la creación plástica, dos mundos que parecen separados pero que en sus imágenes conviven y se complementan.
Al repasar la esencia misma de su trabajo, se percibe una evocación de tiempos pasados que son rememorados y reelaborados. La memoria inventa, crea, transforma, recuerda, es decir, vuelve a pasar por el corazón aquello que guarda, siempre con otros ojos, cruzando otros ríos. En términos aristotélicos, el trabajo de Bielli podría separarse entre mimético y no mimético, entre representación fiel de la naturaleza y transformación de esta. Sin embargo, en el ideal de belleza clásica se contemplaban las deformaciones para agradar al ojo de acuerdo con la perspectiva humana, mientras que en el caso del uruguayo se podría decir que parte de la realidad para abalanzarse sobre nuevos mundos estéticos.
El retrato de Marosa di Giorgio exuda ‘montevideaneidad’ y bohemia, con su pelo y labios bermellón, vestida de negro como una araña solitaria y encantadora en la noche oscura, iluminada por los tubolux de un café. Ray Bradbury adquiere la pose masónica al poner su mano bajo el saco y parece tomar impulso hacia otro universo, frente al planetario de Buenos Aires.
En las fotografías que pertenecen a la serie Proyecto calesita se respira un aire onírico que linda por momentos con lo surrealista: “Este proyecto surge con la idea de revivir momentos felices de mi vida, tanto de la adolescencia como de la infancia. […] Me pongo a resignificar los recuerdos y mitos que se estamparon en mi memoria”. Un pez sumergido en un vaso a medio llenar bajo una pátina azul; un niño que escapa de una sábana a través de una galería de piso de damero violeta; un pubis en ebullición en tonos de amarillo, naranja y rojo.
La obra de Bielli parece surgir de la necesidad del artista de alterar la realidad, de crear nuevos mundos, ficciones que representen la realidad. La incursión del color sobre el monocromo, la fantasía ante la desesperanza, el autor por sobre el documentalista. Dos mundos, fronteras invisibles.
Hurgando memorias
Autor: Pablo Bielli