Por Florencio Vega Vilches.
Historia e historias de la pequeña y famosa callejuela de Colonia del Sacramento.
Visitar Colonia del Sacramento y partir sin conocer la Calle de los Suspiros es dejar pasar la oportunidad de conocer el punto quizás, o sin quizás, más emblemático del destino del litoral oeste uruguayo. Es la más fotografiada, la más comentada, la de los mitos y las leyendas. La que hermana su vida con la de la ciudadela fundada en 1680 y la de las mil historias propias, surgidas en más de tres siglos de vida.
Carlos Pos es guía profesional de turismo de Colonia y, además, vecino del Barrio Sur, el patrimonio mundial que contiene esta calle de apenas una cuadra. Carlos nos ayuda a develar cuánto de verdad y cuánto de exageración hay en los mil y un relatos que sobre la calle se cuentan, se han contado y se contarán.
“Es una típica calle portuguesa −comienza destacando Pos−, una de las nueve calles empedradas originales portuguesas que se puede decir que tienen trescientos años, con empedrado de cuña, con un canal o arroyo al medio, para sacar el agua de lluvia”.
Tomando como referencia la Plaza Mayor, desciende hacia el sur, hacia la costa del Río de la Plata y, destaca el guía, “las tres últimas casas que se ven, de tejas, son totalmente originales, con revoque original. El esqueleto de todas las casas de la calle es lusitano, original”.
Por qué de los suspiros
“Respecto al nombre de la calle no hay ni mitos, ni leyendas: Hay inventos”, explica el guía.
Toda ciudad histórica, puntualicemos, se constituye no solo de edificios y estructuras, sino también de cuentos, y en muchos casos, el paso del tiempo va mezclando la fantasía con la realidad, enriqueciendo el relato. Oficialmente, la calle se denomina “De los Suspiros” desde 1975. Pos −cuya familia vivió y vive en el barrio desde hace varias generaciones− recuerda: “Tuvo varios nombres: Montevideo Chico, Ansina, también Manuel Antonio Ledesma”, y sostiene que el nombre actual es “un poco impuesto y otro poco deriva de la picaresca popular”.
Es que en buena parte del siglo XX y hasta que fueron clausurados, justamente en 1975, en su trayecto se ubicaron los prostíbulos más famosos de Colonia. “Había en varios lugares de la ciudad, pero los más famosos y conocidos estaban ahí, en esa cuadra”, comenta Pos, y continúa: “La vecindad coloniense, un poco en broma, un poco en serio, empezó a denominar la calle como De los Suspiros, partiendo de la broma y la sátira”. Y es que, aunque la calle tenía una chapa con su nombre oficial, el comentario irónico de “fulanito de tal anoche fue para la Calle de los Suspiros” anunciaba al pueblo quién había frecuentado los prostíbulos.
Entonces le pusieron oficialmente Calle de los Suspiros. Se dice −y aquí entramos en terrenos de mito− que hubo instrucciones de decir que ahí era donde pasaban los condenados a muerte y que a su paso por la calle daban el último respiro profundo y reflexivo. “Parece que resultó mejor inventar que los mataban que decir que tenían un momento de placer”, reflexiona el guía.
Condenas y ejecuciones
Colonia del Sacramento fue fundada por la corona portuguesa en territorio que la corona española entendía que le pertenecían. De esta acción nació una larga historia de lucha por la península ubicada estratégicamente sobre la costa del Río de la Plata, que determinó su seudónimo de “Manzana de la discordia”.
Por definición geográfica, puntualiza Pos, “en los años posteriores a la fundación, estar en Colonia era estar en Portugal y estar en Buenos Aires, del otro lado del río, era estar en España”. El guía recuerda que en aquellos tiempos “quienes llegaban entonces a poblar la ciudadela, no querían venir, eran obligados, muchos eran prisioneros, otros eran soldados de levas, enrolados forzosamente en el ejército, donde además prácticamente no cobraban”. En general y en consecuencia, “la gente que llegaba a Colonia del Sacramento quería huir y sabían que cruzando el Río de la Plata estaba España y viceversa: los que estaban en Buenos Aires querían huir a Portugal (Colonia del Sacramento)”.
En aquellos tiempos era habitual el intercambio de prisioneros y la pena para los desertores era la horca en la plaza pública. En este aspecto, los hispanos eran inflexibles, los prendían y los ahorcaban. Los lusos, sin embargo, tenían cierta flexibilidad, destaca Pos: “En Colonia los condenaban, un poco sí… y un poco no”. Hay documentación, cartas del gobernador de la Colonia en las que excusa a los prisioneros desertores de su condena a muerte y ejecución en la plaza mayor, donde había una horca. “El problema portugués era la desventaja numérica. Eran muy pocos para defender la ciudadela ante los españoles, que contaban con ejércitos integrados por miles de indios de las misiones jesuíticas. Era mejor, a los desertores, tenerlos con un grillete en una bala de cañón y hacerlos trabajar con los esclavos en las murallas y, si sucedía un ataque, le daban un arma para la defensa”.
Además de que no hubo muchas condena, aunque sí hubo, la pregunta es por qué los que caminaban al cadalso debían pasar por la calle De los Suspiros hacia la Plaza Mayor para la ejecución. Al sur de la ciudadela no había cárcel, no estaba la comandancia, no hay nada que nos pueda hacer pensar que tuvieran que transitar por ahí.
“¿Y pasar desde la Plaza Mayor hacia el río?”, se pregunta Carlitos, como lo conocen todos, y se contesta él mismo: “Se han contado historias de que a los esclavos los trasladaban calle abajo para atarlos a un palo, en el agua, y esperaban la crecida para verlos morir. Los esclavos valían más caro que una casa, ¿alguien en su sano juicio los iba a traer de África para ejecutarlos ahogados atados de un palo?”.
“De los condenados a muerte, de los esclavos, de fantasmas, el ruido del viento, que un español mató una portuguesa. Todos los días se escucha una historia nueva”, ironiza y sentencia: “En la Calle de los Suspiros no se mató absolutamente a nadie”.
Mitos recientes
De las historias dramáticas, de muerte y ejecuciones, pasamos a relatos más modernos, instalados en el imaginario recientemente y bien antagónicos entre sí.
Una “leyenda” reza que aquellos que quieren conseguir un amor deben subir y bajar tres veces la calle para conseguirlo, en contrapartida, otra dice que si una pareja de turistas atraviesa la Calle de los Suspiros, cuando vuelve a casa, se separa.
“Puro invento, sin sostén ni fundamento”, dice Pos y reflexiona: “Si rompo la pared de una de las casas del Barrio Histórico, con revoque original y piedra, que es parte del patrimonio mundial, me van a castigar. Sin embargo, el patrimonio no es solo la piedra, hay un patrimonio intangible que debe ser respetado y se está desvalorizando el bien con mentiras”. Considera más grave “tergiversar el patrimonio intangible que modificar la piedra. El valor de un edificio radica en la historia que tiene, más que en la piedra que lo sostiene, el valor en gran parte es de las costumbres, las tradiciones que surgieron y se tejieron en él”.
Barrio Sur y Barrio Histórico: patrimonio mundial
“Del ápice de la cuchilla donde luego se trazaría la principal avenida de la ciudad (General Flores), se encontraban, hacia un lado los arraibales do norte y hacia el otro, los arraibales do sul. En estas zonas había huertas y caseríos. Como había mucha gente intramuros, debían salir a sembrar y cosechar”, cuenta Pos.
La pregunta es cómo se explica nombrar Barrio Sur a un territorio que geográficamente se ubica al oeste, y responde el guía: “Cuando Colonia del Sacramento ya pertenecía a Uruguay, cuando ya se había derribado la muralla para que la ciudad se expandiera, el norte pasó a ser Barrio Las Quintas y hacia el sur, siguiendo el trayecto de la calle de San Pedro, era lo que se conocía como Barrio Sur. En el ideario de la gente, con el devenir del tiempo, el llamado Barrio Sur se fue extendiendo hacia el norte en lo que se denominaba “Ciudad Vieja”, primero hasta la Plaza Mayor, después hasta la Iglesia y cuando ya la gente desarrolló un sentido mayor de pertenencia empezó a denominar Barrio Sur a todo lo que hoy es el Barrio Histórico”, patrimonio mundial desde 1995.
La historia olvidada
En el relato turístico de la Colonia fundada por Manuel Lobo, parece haber un discurso cortado en la línea del tiempo. Después de los portugueses, los españoles, los tiempos de guerras, los acuerdos diplomáticos, después de que el presidente de Uruguay de entonces, Gabriel Pereira, ordenara derrumbar las murallas de la ciudadela, no sucedió nada para contar, hasta que en la segunda mitad de la década del ochenta Colonia se comenzó a desarrollar como destino turístico.
En gran medida, destaca Pos, “no se cuenta lo que pasó cuando terminaron los tiempos coloniales. Hay una parte de la historia que no suele decirse”. Se refiere a la historia del Barrio Sur, fundamentalmente a lo largo del siglo XX, que culminó con la gentrificación del territorio. La parte mayoritaria de la población emigró hacia otros puntos de la ciudad. “Entre el proceso de gentrificación y la explosión turística a partir de la declaración como Patrimonio de la Humanidad, el Barrio Sur quedó vacío” recuerda Pos. “Salvo unos pocos argentinos con casa y los pocos sureños que permanecieron, no había gente, ni vecinos, ni turistas”.
Y parte de esa historia no narrada, tiene directa relación con la Calle de los Suspiros.
Pioneros del teatro rioplatense
Colonia del Sacramento tiene un vínculo muy fuerte con el Teatro. “Aquí −dice Pos− se realizó la primera representación teatral del Río de la Plata, Las armas de la hermosura, de Calderón de la Barca, se presentó en 1729 en lo que hoy se conoce como Plazuela del Teatro, justamente por eso”.
A lo largo del siglo XX nacieron y desaparecieron varios espacios teatrales, el Casona, el Zorrilla, el Carballo… y la Sala de los Suspiros.
“Esta sala surge de una autorización que recibió uno de los grandes artistas que dio nuestra sociedad, Fernando Cardani, de los ‘Turcos Alí’, para presentar teatro en su local de la esquina de la Calle de los Suspiros y Henríquez de la Peña, frente a la Plaza Mayor. Ahí se presentaron obras de Eugene Ionesco, Luigi Pirandello, Eugenio Griffero y Florencio Sánchez, entre otros. Justamente, en una obra del dramaturgo uruguayo, La Tigra, de las cincuenta personas que participaban, cuarenta eran vecinos del Barrio Sur”.
Los Turcos Alí
Esa sala se ubicaba donde hoy hay un conocido restaurant y donde estuvo el boliche del Turco Pedro. “Se trata de una esquina que pasó por todos los procesos históricos”, manifiesta Pos. “Fue una casa portuguesa y nadie sabe por qué esa casa quedó en ruinas”. Durante la Segunda Guerra Mundial, el abuelo de Carlitos tuvo en ese sitio acopio de leña para hacer carbón porque no había combustible. “Hubo un circo criollo. No un típico circo de malabares, acrobacias y con payasos, sino también de comedia que se basaba en representaciones de temas gauchescos (Juan Moreira, Martín Fierro, el niño del arroyo de oro)”.
Pedro Mohamed Alí Salomón era un inmigrante sirio-libanés. Conocido como El Turco Pedro, estableció en ese sitio un almacén de ramos generales. “Prácticamente hizo un edificio a nuevo −destaca Pos−, porque en ese lugar casi no quedaba nada, era un tartagal”. Por Calle de los Suspiros construyó la puerta para el ingreso de su familia y frente a la Plaza Mayor dos ingresos, uno para el almacén, otro para el bar, “donde había billar, donde se jugaba al truco, el clásico boliche, con bullicio y donde no faltaba, por supuesto, la guitarreada y el canto”.
Cuando el viejo Pedro fallece, sus hijos Milton, Dante y Alí mantienen la parte del boliche y suman rubros: cabaret y prostíbulo, básicamente.
“Ahí trabajó Rosa Luna, tal vez la más conocida figura que dio el Carnaval uruguayo. Es cierto. No es mito, no es leyenda, es verdad y está documentado con fotos. Era muy joven, muy hermosa y alta, enorme”, recuerda Pos y finaliza señalando que “la dictadura cerró todos los prostíbulos, entre ellos este”.
Los prostíbulos de la Ciudad Vieja
A principios del siglo XX, la gente más pobre de Colonia del Sacramento vivía en la calle San Pedro. En ese entonces, los prostíbulos estaban en esa calle, sobre todo en los caseríos que se erigían donde hoy está la planta potabilizadora de agua de la ciudad. Su construcción determinó que se demoliera casi una cuadra entera de casas.
“Ya en la segunda mitad del siglo XX −señala Pos−, en la Calle de los Suspiros, a mitad de cuadra, sobre la acera oeste, estuvo el prostíbulo más importante de todos en su época. En otro tiempo hubo un bolichito nocturno y en la esquina De los Suspiros y San Pedro, también hubo uno que se llamaba La Cueva. Los dos últimos prostíbulos del barrio, los más cercanos en el tiempo, estaban en calle Florida, hoy Miguel Odriozola. Eran casas de largos pasillos, frente a la vía del tren y muy cerca de la muralla reconstruida”.
De la mano a través de la historia
Como señalamos al principio, Colonia del Sacramento y la Calle de los Suspiros nacieron juntas y han transitado más de tres siglos de vida siempre de la mano.
Los primeros habitantes caminaron por la Calle de los Suspiros, aunque no para morir y sí para vivir, como los turistas y lugareños, que siguen transitando esa callejuela empedrada para vivir sus historias. Con verdades y mentiras a su paso, como en cualquier familia, la viejita más requerida del patrimonio mundial los cobijó a todos en su seno y con algunas arrugas, pero exultante de salud, sigue recibiendo con sus mejores galas a todo aquel que quiera saber de ella, de sus mitos y leyendas, mucho más cercanos al amor que a la muerte.