Por Eldys Baratute.
Un libro breve e impactante ocupa hoy este espacio dedicado a la literatura, un libro donde la poesía es imán para el pensamiento de quienes, incluso, si lo hacen al descuido, osan acercársele. A través de Pez en el Hielo Ediciones, Santiago Pereira ofrece su mundo, personalísimo y social, y demuestra una vez más que, sea mediante el performance o el verso escrito, no solo tiene mucho que decir, sino que, comunicador por excelencia —y conste no hablo de su licenciatura, sino de su carisma, su arte— sabe muy bien cómo decirlo.
Nadie muere en Montevideo es un retrato “audiovisual” —visceral— de la ciudad en que todos habitamos y casi ninguno vemos, ciegos y sin la capacidad de “ecolocalizar”, como este sujeto-narrador-poeta que nos va mostrando el caos, la muerte donde nadie muere, las carencias afectivas o materiales que nuestra cortedad de miras nos permite ignorar para seguir en paz en la ciudad invisible y por tanto “inexistente”, en la ciudad que es más que edificios y aceras, boliches y casinos, transeúntes e historias, la ciudad que, en definitiva, somos, porque al observarla ahora, con el nuevo sensor de quiróptero que Pereira ofrece, es unas veces predio, otras personaje nocturno, otras la persona amada, es yo y el otro confundidos en la urdimbre de calles viejas, si apenas remendadas una y otra vez como la propia vida.
Montevideo es el nuevo marjal del poeta-performer, ciudad eco donde sus verdaderos habitantes se preguntan “¿cuál es el tono y vibrato que oculta(…) para demolernos los oídos?”, donde “volamos en círculos sobre el ataúd de los sacos /emitimos esos molestos sonidos punzantes / en el callejón de la Universidad / en la masa de aire que divide / nuestros cuerpos pesadamente vivos / en la Cabalgata de las Valkirias / de un puño indeciso como el corazón”.
Si la ciudad, como dice Lalo Barrubia “es un asunto poético”, es también mucho más, y eso queda explícito en este recorrido, donde cada verso desnuda una nueva arista, un matiz otro, un fragmento del gran rompecabezas del que somos parte, no solo como presencia física, sino como entes pensantes, actuantes, influencers de diversos alcances sobre los demás y su contexto. En la ciudad se confunden los vivos y los muertos, “esos que siguen ahí (en Montevideo nadie muere) con nosotros, ¿o somos los muertos?, “hay a las 3 a.m. / (…) según algunas creencias / un portal entre los vivos y los muertos…”, ¿quién es quién?
No hay imágenes desleídas en este fresco, sean enamorados en romance invisible o una mesa donde todos quieren sentarse, sea una mujer baldeando la sangre de un crimen, sea “una bestia calva / roja con una cicatriz en su ojo izquierdo / y un millón de calaveras de la muerte / tatuadas en sus sienes” todo se da en colores intensos, rugientes por momentos, imposibles de ignorar, y más allá de las impresiones, del aguijonazo emocional, se desatan las ideas, los cuestionamientos: ¿quién soy?, ¿qué estoy haciendo con mi vida?
No faltará quien piense “ese poeta está loco, esa ciudad no existe, se la ha inventado”, esa sería también una reacción válida ante este muestrario de lo diverso, de lo común inadvertido, de la cotidianidad singular y trascendente de cada ser que se recrea en este nuevo libro de un Santiago Pereira que, sin dudas, está en su plenitud creadora, ha alcanzado su madurez lírica.