Por Mario Bustamante.
El primer libro de esta escritora belga llegó a mis manos después de ver la película Stupeur et tremblements (Estupor y temblores). Quise leer cómo había narrado la autora esta experiencia real de su vida.
En este libro, Amélie Nothomb cuenta sus experiencias en una empresa japonesa para la que trabajó y lleva al lector en un viaje de emociones que van del encanto al desencanto. La autora comparte su estupor, sus miedos y frustración, al descubrir in situ el funcionamiento del sistema laboral japonés, y describe la forma en que enfrenta las jerarquías, las costumbres, la obsesión por la búsqueda de la perfección y el sentido del honor, códigos tan arraigados en la cultura nipona. Por medio de toques de humor e ironía, Nothomb es capaz de convertir este episodio turbulento de su vida en una verdadera odisea.
Los fuertes lazos de la escritora con el país del sol naciente se deben a que su padre, diplomático, fue embajador del Reino de Bélgica en Japón, donde Amélie nació y vivió sus primeros años, por lo que aprendió el idioma y es una gran conocedora de su cultura. En el libro La nostalgie heureuse (La nostalgia feliz), en el que revela sus sentimientos al regresar a Japón después de varios años, se constatan claramente estos vínculos; uno de los episodios más emotivos es el reencuentro con Nashio-san, su niñera, a la que siempre consideró su segunda madre y a la que en este viaje encontró con las marcas del paso de los años. Sin duda, la “vida japonesa” de la escritora ha sido una importante fuente de inspiración para varias de sus novelas.
Amélie Nothomb es una novelista fecunda, quien declara que escribió ochenta y siete libros, de los que sólo publicó veintiséis. Sus novelas sumergen al lector en situaciones plenas de surrealismo y lo sorprenden con personajes cuidadosamente estudiados, marcados por rasgos psicológicos profundos, en situaciones con una marcada visión filosófica, sin por ello resultar fastidiosas. Al contrario, a través de sus frases y diálogos agudos y directos, la autora es capaz de transportar al lector rápidamente a otra dimensión, en la que lo hace reflexionar sobre el bien y el mal, la vida y la muerte.
En Antéchrista, por ejemplo, uno de mis libros favoritos, la autora presenta a Blanche y Christa, dos adolescentes completamente opuestas, entre quienes se gesta una singular amistad. La primera, una chica conservadora e introvertida, ve cómo su rutina sufre una metamorfosis radical ante la aparición de Christa, un personaje avasallador y perverso, que maneja perfecta- mente el don de la seducción. En general, resulta fácil imaginar los personajes de Nothomb, ya que ella simplifica el trabajo del lector al permitirle establecer un análisis claro y juzgar su comportamiento rápidamente.
Internarse en el mundo de Amélie Nothomb es interesarse en un personaje fuera de serie, con una imaginación excepcional, quien en sus entrevistas siempre revela detalles sobre su escritura. Su excentricidad intriga, por lo que resulta llamativo saber lo que se dice de ella y de su obra para confrontarlo con lo que ella misma piensa y declara. En las librerías es fácil reconocer sus libros, porque la mayoría exhibe su fotografía en la portada. ¿Una forma de egocentrismo? No estoy seguro. Tal vez
sea el deseo de hacer notar que sus libros le pertenecen y que son una prolongación de su propia existencia. En numerosas entrevistas insiste en hablar de sus obras como si se tratara de sus hijos, a los que gesta, da a luz y acompaña. Hijos que presenta en sociedad hasta que crecen y son capaces de hablar y valerse por sí solos.
Asistir a una de sus sesiones de dedicatorias es ser testigo de la pasión que genera un artista, de respirar una atmósfera en la que circulan comentarios a viva voz sobre sus libros, sus preferencias y extravagancias. Se puede ver, por ejemplo, fanáticos que asisten con botellas de champán para ofrecerle como regalo, porque ella reivindica sin pudores su debilidad por esta bebida –incluso en varios de sus libros hace referencia a ella–. En una entrevista dijo que jamás bebía champán cuando comía, porque si se mezcla con los alimentos pierde todas sus virtudes.
Tuve la ocasión de estar en una librería parisina, rodeado de gente que domina el “universo Amélie Nothomb” esperando su firma. Ella misma es un personaje. Se trata de una dama (no me gusta lo cursi de la palabra, pero está dicha en un sentido novelesco), que viste de negro y la mayor parte del tiempo lleva puesto un sombrero del mismo color. ¿Excéntrica? Tal vez, aunque lejos de su comentada imagen, un aspecto que me llamó mucho la atención fue que se muestra generosa y accesible.
La escritora se da tiempo para interactuar con cada uno de los asistentes, y resulta increíble cómo establece complicidad con sus lectores: se toma tiempo para reír, conversar y fotografiarse.
Mientras se acercaba mi turno para que me firmara Barbe bleue (Barba azul), pensaba en qué decirle para hacer de ese momento algo provechoso. Finalmente, las cosas se dieron solas. Le dije que era un placer conocerla –cortesía obliga–, que soy chileno y me gustan sus libros. Al entender “chileno”, se sorprendió (Chile es un país demasiado lejano). Me preguntó por mi interés por sus obras y traté de resumir en un minuto lo escrito aquí. Nos tomamos una foto y nos despedimos. Su dedicatoria fue: “Para Mario, mi primer lector chileno”.
Sin duda hay otros lectores en países “exóticos” –las obras de Amélie Nothomb han sido traducidas a treinta y siete idiomas–, pero tal vez sea ese el secreto de la escritora para establecer el estrecho vínculo que la une con sus lectores: encontrar y explotar el elemento que puede hacer sentir a un ser humano único, un lector diferente.
En Albin Michel, la editorial francesa que publica sus libros, Amélie Nothomb cuenta con un espacio reservado para ella. Una oficina digna de una acumuladora compulsiva, donde guarda cientos de libros, papeles y, lo más importante, donde responde cuidadosa y atentamente las innumerables cartas que recibe. Recuerdo que en una entrevista para un programa de radio, transmitida justamente desde ese lugar, el periodista le pidió que escogiera una de las cartas que debía responder y la leyera en voz alta. Era la misiva de una joven rusa que le expresaba su admiración en un francés perfecto. “¿Cómo no responder una carta como esta, tan llena de gratitud, que una persona se toma el tiempo de escribir?”, dijo.
Cada año en setiembre c’est la rentrée, tiempo en el que en el hemisferio norte se acaban las vacaciones de verano y la actividad en todo ámbito retoma su intensidad. En Francia y en Bélgica se habla de la rentrée scolaire o politique (comienzo escolar o político) y, por supuesto, en la esfera literaria se habla de rentrée littéraire, momento en que cientos de autores publican y presentan sus ensayos y novelas, entre ellos la escritora belga, quien no falta a esta cita anual. Tan prolífica es su producción, que declara –con la honestidad y sencillez que la caracterizan– que puede elegir qué libro publicar entre los tantos que ha escrito.
En 2017, sus lectores celebramos el nacimiento de su libro Frappe-toi le cœur (Golpéate el corazón), una historia que aborda el tema de los celos extremos y, específicamente, los de una madre hacia su hija. Las primeras páginas hacen referencia a la hermosa Marie, una joven segura de su belleza y que en su camino se encuentra con Olivier, el chico más guapo de la ciudad, con quien se casa. En realidad, muchos libros de Nothomb parecen cuentos, o más bien comienzan como cuentos, sólo que a medida que se avanza en la lectura se descubre que nada se desarrolla de manera previsible: aparecen intrigas y personajes que adquieren una relevancia significativa en la obra. Aparece Diane, el personaje principal, hija de Marie y víctima de sus celos, y otro personaje, que la misma Amélie Nothomb califica de “monstruoso”. “Creo que es la historia más oscura que he escrito, una historia abominable”, declaró la escritora en referencia a esta última publicación. Sin embargo, dice que “la esperanza está presente”, lo que es cierto y se manifiesta en la capacidad de la protagonista para escapar a un destino marcado por los celos y la indiferencia.
El trabajo de esta escritora ha sido reconocido con múltiples distinciones, entre ellas, el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa (1999), por su libro Stupeur et tremblement, la novela adaptada para el cine por el cineasta francés Alain Corneau.