La cultura en tus manos

Con Federico Veiga. Del origami al lienzo 

9 septiembre, 2025

Con su característico acento rochense, Federico (1984) recibió muy amablemente a Dossier con frutos secos, budín, café y té en La Madriguera, su casa taller de altos, situada en pleno corazón de Pocitos; la puerta principal tiene –a modo de recibimiento o de llamado de atención o de evacuar cualquier duda o equivocación del espacio– una paleta de pintor. La Radio Babel FM nunca deja de sonar, forma parte del hogar y de las clases que allí se imparten, ya que la consideran armoniosamente neutral. Su gata Leia, inseparable de su peluche Unicornio, hace lo que desea como buena princesa. Se respira arte en cada sector del predio y se aprecia, en cada habitación de trabajo, tanto el estilo único de Veiga como el de su compañera, Manuela Fleitas. Juntos hacen una excelente combinación.

¿Cómo llega el arte a integrar tu vida?

Mi vieja –que era mecánica dental– y mi hermano dibujaban bien, mi padre es zapatero artesanal, pero arte en casa no recuerdo más allá de que era toda gente muy “manual”. No tengo raíces de artistas en la familia que yo sepa. Cuando era chico me mandaron a un taller durante un tiempo. Si mal no me acuerdo hubo un pequeño problema: la profesora González pidió que dibujáramos algo en color y yo dibujé un tren todo negro; a raíz de eso, como a ella no le gustó se generó un malestar. Después no recuerdo de haber ido más, así que calculo que no cayó muy bien el tema.

Qué bueno que esa situación no te condicionó. 

Tendría cuatro o cinco años, pero me quedó grabada esa situación, ese rezongo que me dio en la clase; es más, es el único recuerdo que tengo del taller, ya que en mi adolescencia nos veíamos siempre con Melita porque era vecina del taller de mi viejo y un amor. En el liceo me gustaba dibujar, me iba bien principalmente con las láminas técnicas, las hacía e las intercambiaba por datos de literatura, historia o algo de eso que no me gustaba tanto o por algún peso para el fin de semana. Desde chico era bueno desarmando cosas, me gustaba mucho inventar, inventaba especies de maquetas de autos y otras cosas.

¿Así surgió tu interés por el origami? 

Capaz que un poco viene por ahí. Un día fue una marca de dentífrico a Rocha y nos regalaron un tipo de hojas que teníamos que plegar y hacíamos una casita, de ahí me llegó ese “viaje”. Con una hoja podía diseñar, plegar y armar cosas, de chico me colgué un tiempo con eso. 

Estudiaste en la Facultad de Ingeniería y en la Escuela de Bellas Artes. ¿Cómo fue tu experiencia como estudiante en la capital?

Cuando vine a Montevideo me puse a estudiar lo que había hecho desde chico ya que era bueno desarmando, era bueno con la matemática y como en paralelo al liceo hice tornería me anoté en Ingeniería Mecánica. Estudié un tiempo y arranqué a trabajar. Trabajé muchos años en eso. Si bien me gusta, no me gustaba pasar todo el día haciéndolo. Siempre me quedó la pica del dibujo, de hacer algo más artístico. En un momento decidí hacer un cambio; dejé la Facultad de Ingeniería y el trabajo, me fui de viaje y al regreso retomé el dibujo y la pintura cada vez más firme; arranqué la Facultad de Bellas Artes; empecé a pintar todos los días y también a vincularme. Hice solo primero porque cuando empecé segundo me jorobé una rodilla, me operaron, perdí el año y nunca más pude integrarme. No fue una linda experiencia, le tomé fobia y nunca más pude entrar, el único ataque de pánico que tuve en mi vida fue ingresando a la escuela de Bellas Artes. Venía de la Facultad de Ingeniería que es muy estructurada y cuando llegué ahí primero estuvo bueno, pero al año siguiente necesité que me exigieran un poco más, que no fuera tan libre, sentía que faltaban cosas y no seguí.

Sueños de Unicornios.
Sueños de Unicornios.

¿Hay algún otro momento bisagra que marcó tu camino? 

Sí, tres momentos. Uno cuando decidí dejar la facultad, renunciar a mi trabajo; dejé todo y me fui de viaje; justo tenía una plata ahorrada y me tomé un tiempo sabático. Al regresar arranqué a pintar de nuevo –en ese momento pintaba muy oscuro– y me reencontré con una amiga, ahí viene el segundo momento; estábamos pintando dos murales en casa, recién había nacido mi primer sobrino. Ella estaba pintando algo relindo, recolorido, y yo estaba pintando cráneos con vómitos –hasta el día de hoy me encantan y lo sigo haciendo–. Mi amiga me dijo: “Fede, lo que pintas es lo que generas, capaz está bueno que pintes algo más alegre, nació tu primer sobrino”. Tomé la palabra y me puse a pintar un loto gigante. Y ahí me empecé a colgar con los colores, esa situación me generó un cambio: de blanco y negro a color. Me cambió la temática y capaz que me cambió –no voy a decir que fue un cambio 100%– dejar de pensar un poco en el ¿por qué a mí? y en enfocarme en hacer las cosas y después ver por qué pasan, de repente. Eso fue un buen quiebre que tengo muy presente. Me fui en moto tres meses y algo por Argentina y Chile; cuando volví estaba mi sobrino y lo disfruté. Fue tremendo. Se dieron medio juntos los dos quiebres principales. En 2019 empezamos un proyecto con un amigo que nos llevó dos años, durante los que estuvimos recontra metidos en eso. Hace un tiempo hubo un tercer quiebre: empecé a hacer algunos cambios y a raíz de eso logré empezar a pintar un poco más para mí y conseguí tener mi búsqueda más personal, encontré un estilo que me gusta, con el que me identifico y me siento cómodo. Es lo que estoy haciendo ahora. Estoy enfocado en lo mío y en producir. Antes trabajaba muchísimo por encargue y eso no me daba el tiempo para pintar lo que quería. Recién este año pensé en vincularme más y abrir algunas puertas que por suerte se vienen abriendo bastante naturales, ya que no hay que forzarlas.

El trazo y el color fuerte se destacan en tus pinturas a partir del nacimiento de tu sobrino ¿cuándo llegaste a tu estilo propio? 

Luego de hacer ese segundo quiebre, me fui colgando con estudiar el color; después fui desbloqueando niveles, porque –por ejemplo– por mucho tiempo no usé el tono marrón. Hace diez años atrás hacía muchos retratos y cosas a colores, pero si miras mis cuadros de esa época no vas a ver ese color porque no me gustaba, entonces jamás pintaba un retrato realista. 

Foto: Sofía O’Neill.
Foto: Sofía O’Neill.

Como no usabas el color marrón para hacer la piel, no hacías retratos realistas. ¿Cómo fue tu transición con el color?

Claro, por la piel. Un día me surgió la necesidad de usar el color marrón; empecé a probar y me encantó; me fascinó todo el abanico que me abrió y así fui sumando colores. También hubo un tiempo –que por suerte pasó rápido– que no podía poner el amarillo y el negro juntos porque en casa había un fanatismo muy particular con Peñarol que me provocó totalmente lo contrario y también generó que no me gustara el fútbol. Los empecé a usar juntos en el momento que me hice consciente de que tenía que separar las cosas. El color lo he ido trabajando. Estoy en un momento que quiero que las pinturas sean más tranqui, colores del Renacimiento, apastelados, más clásicos. Ando en eso ahora, no me sale mucho, lo voy tratando. 

Sos autodidacta, pintás a gran escala.

Básicamente, sí. Fui a algunos talleres y cada tanto voy a algunos seminarios. Este año me puse el objetivo de aprender y desbloquear pintar en chico, por eso empecé a ir a un taller de dibujo, es un taller desfigurativo con Verónica Cestau. Nunca me gustó dibujar en chico, por eso el gran formato. No pinto más grande por una cuestión de espacio, no sé dónde meterlos y comercialmente para mí no es tan viable. Trato de fusionar algún cuadro un poco más pequeño con alguno grande que me cuelgue y lo disfrute. Ahora estoy dibujando en chico y voy a empezar a pintar en formato A4.

Reino Unicornio.
Reino Unicornio.

Idea, boceto y maqueta pasan luego a gran tamaño.

A veces hago el croquis en una hoja pequeña, A4 o un octavo como mucho, o tengo los bocetos o hice la maqueta y la digitalicé; como es chico hay espacios que no se ven y cuando llevo el dibujo al lienzo –que de repente es de 2 x 3 m– esos espacios surgen y en ellos aparecen posibilidades de colocar elementos. Cuando empiezo a pintar, también aparecen nuevas oportunidades para seguir agregando o modificando cosas.

Además de la pintura, algunos de tus intereses son la literatura y la música (rock y clásicos del blues). ¿Fusionás alguno?

En realidad sí, todo el tiempo. Siempre hay algún instrumento, alguna referencia a la música que está siempre presente, me encanta y la escucho. La mayoría de los cuadros de ahora también están basados en fotos mentales que me nacen leyendo libros y que de repente no tienen nada que ver con estos. Hay algunos cuadros que evidencian el texto, como el “El fantasma de la ópera” pero otros, como “Los sueños del unicornio”, que no tienes ni idea de dónde surgió. Esa idea partió de un libro que me llevé a México, sumado a que un día antes de irnos soñé un divague: quería pintar un querubín arriba de un dragón y dije “¿Dónde pongo esto?”. El libro habla sobre una persona que lee sueños del unicornio y como pensé que era tremendo divague, entonces lo podía pintar perfectamente; como estaba en México y era el Día de los Muertos, le agregué la Catrina, imágenes que se fueron proyectando solas mentalmente. 

El Pan de la Gioconda.
El Pan de la Gioconda.

Hace años descubriste el mundo de la papiroflexia –equivalente al origami japonés–, crear formas utilizando la técnica del plegado de papel y sumando elementos, por ejemplo lo mezclás con pintura y lectura.

Sí. Surge la idea, agarro una hoja y hago un boceto rápido, elijo qué va en papel y qué va figurativo; comienzo a modelar las figuras, algunas son de un solo papel, otras de muchos, depende del tipo de figura y de elemento que sea. Estaba leyendo Drácula y surgió el momento en que Abraham encuentra a Lucy caída en el cementerio, la agarra y ve que está el collar de ajo caído; enseguida se me generó la idea de un muñeco de origami sosteniéndola a ella como figurativa real. Hice el dibujo, armé dos figuras de papel tipo muñecos, monté la escena, le dije a mi pareja que necesitaba una modelo y uno de los muñecos lo cambié por Manu. 

De cierta forma “adornas” el dramatismo y en tus obras se pueden observar la fusión de portales, personajes místicos de cuentos, unicornios, japoneses, origamis…

Como disfruto leer y me gusta bastante la cultura oriental, es imposible no integrar un montón de autores al estilo. El estilo nació de casualidad hace unos años, cuando estaba pintando un mural de un rostro “soltando” tres mariposas. El dibujo surgió luego de hablar con una amiga sobre una situación familiar, en ese momento dije “Qué onda si las mariposas en vez de ser reales las hago de papel, de origami”, así apareció la primera mixtura que hice y me encantó hacerla porque mezclo muchas cosas que me gustan. A raíz de eso empecé a investigar sobre el tema; me acordé de que habían algunos pintores del 1500 de “la vieja escuela” que hacían una especie de maquetas para poder hacer las ambientaciones; empecé a construir los prototipos para ordenar, armar y de esa forma inicié con las maquetas. Creo que al hacer la maqueta y toda la representación le da un poco esa teatralidad que tienen mis pinturas; me gusta el dramatismo y a veces en mis cuadros hay muchos elementos medio caóticos, muchas cosas juntas, amontonadas, que de repente en algunas partes no se entiende mucho qué sucede. 

Un Carnero Distinto.
Un Carnero Distinto.

Lo místico tiene un papel importante, los unicornios, la flor de loto, talleres que imparten con lecturas astrológicas

Los unicornios es algo muy puntual acá, en la casa, que a su vez es un elemento muy místico y me parece súper interesante. Hubo un tiempo que leía libros de [Haruki] Murakami, un autor japonés, cuando quise acordar había tres libros llenos de unicornios, al punto que en un momento pensé que no podía seguir leyendo porque mis pinturas iban a ser todas con unicornios; tuve que buscar otro tipo de libros; aparte es un elemento divino para pintarlo, es súper interesante representarlos, ya sea en papel o formato figurativo, de ahí surge la mezcla de manera muy natural. En casa hasta a la gata le fascinan los unicornios.

¿Cuánto dura el proceso que te lleva realizar cada obra?

Leo, dibujo, hago las maquetas, los origamis, los bocetos, toda la parte creativa. Estoy en un período que si bien pinto a óleo, pinto mucho con acrílico, es muy rápido y puedo llegar muy pronto a tener la estructura del cuadro, luego los paso a óleo o los dejo en acrílico. Cuando comencé a pintar, si pintaba más de dos o tres horas con una pintura me aburría y tenía que dejarla. Con el tiempo eso fue cambiando, empecé a encontrar lo que realmente me gustaba y me puse a investigarlo. Hay pinturas que tienen doscientas horas y pico, quizás cien forman parte del proceso creativo, de armar la idea, preparar los personajes, las maquetas, las pruebas de colores hasta que surge el dibujo y recién ahí pinto. Le dedico el tiempo que necesario, trabajo con varias a la vez, cuando alguna me empieza a aburrir la dejo parada un tiempo y retomo otra; la retomo con otro cariño, me engancho de vuelta, le meto todas las ganas y así las voy armando. Pueden pasar meses, por suerte ahora no me gana la ansiedad.

¿Cómo y cuándo surge La Madriguera? 

Tengo una amiga que se dedica a hacer eventos, he trabajado mucho con ella, pintando en vivo y realizando actividades. Vivía en un apartamento lindo pero no era demasiado amplio; como soy asmático los olores me estaban “matando” y sentía la necesidad de sacar el taller de casa. Con Dani surgió la idea de hacer un espacio, tipo taller, y a su vez hacer eventos, exposiciones, degustaciones de vino con arte, con pintura, así que empezamos a buscar un espacio en común para los dos. Cuando estábamos por firmar el contrato en 2020, supimos que otros artistas que ocuparon el lugar le llamaban “La Madriguera”, nos encantó y fue muy orgánico el surgimiento del nombre. Estamos viendo la posibilidad de cambiarlo, de patentarlo, registrar la empresa en su momento. Fue simbólico, ahora estamos viendo que sea más mío, más nuestro.

El arte acompaña los procesos, va a la par.

Sí, voy siendo otra persona, se involucra mi estado de ánimo, las situaciones, hay muchas cosas... decir que pintas y que no influye tu vida, no existe, te estás mintiendo a ti mismo, me parece. Es natural. Hay días que ando ansioso y no me puedo sentar a hacer algo chiquito, delicado; necesito ponerme a hacer alguna parte que sea más suelta, más libre y ahí sí me cuelgo, disfruto. Decir que lo puedo separar de mi vida... no, no me lo imagino.

El Fantasma de la Opera.
El Fantasma de la Opera.

Fuiste el creador de Encontrarte con ellos, la muestra de 197 retratos de los desaparecidos reconocidos por el Estado uruguayo que se realizó en plena pandemia en el museo Blanes. Cada obra contaba con un código QR con la foto e información de cada desaparecido.

Sí, cuando arrancó la pandemia estábamos en el taller con mi amigo colega Damián Ibarguren hablando que estaba por ser el día de la Marcha del Silencio y le comenté que tenía ganas de pintar a los desaparecidos. Me dijo: “Es una locura, te ayudo”. Dijimos “Pero es una locura igual”. Nos cayó la ficha de esa idea y estuvimos varios días procesándola con Damián. Queríamos darle un enfoque desde el amor, una especie de homenaje, no sé si es la palabra correcta. Hablamos con Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos que nos apoyaron mucho. Invitamos a Gaby –artista amiga– y expandimos la invitación; en esa época éramos vecinos de Gustavo Fernández Cabrera, le compartimos la locura y dijo “ah, sí, vamos arriba” y tiró un par de líneas con algunos colegas. Se empezó a sumar gente y en un momento éramos muchos trabajando en la idea e hicimos un llamado para completar hasta que llegamos a un artista por desaparecido.

¿Se publicó el libro a finales del año pasado?

No. El catálogo N° 31 que sacó el mueso Blanes en 2021, Encontrarte con ellos, se puede descargar de la web en formato pdf y no tiene nada que ver con el otro proyecto reciente que se llama 197 historias ilustradas. Conocemos a la mayoría de los colegas que lo integran, pero no somos parte. 

¿No piensan en volver a exhibirlo?

No, ni loco, nunca más –literalmente– volvería a hacer algo de esa magnitud. ¿Sabes cuál es la parte más densa de todo esto?, los artistas. Bancar 197 artistas y no “matar” a ninguno en el proceso... Muchos egos de por medio, requisitos y después algunos no cumplían. Fue de las mejores cosas que he hecho, con Damián estuvo alucinante, pero costó mucho emocionalmente, perdimos mucha plata, el mismo día que fuimos a exponer en el Blanes, en el predio del Museo pusieron pancartas contra los militares y casi nos cancelan la exposición. Quedé como “el malo” porque tuve que ir con una escalera a bajar las pancartas con Cristina, la directora, porque habían llamado las autoridades que si no se sacaban las pancartas se cerraba. Es un tema legal, un espacio institucional, hace parte de la Intendencia, si lo hubiesen puesto en la calle no pasaba nada, pero lo instalaron dentro del predio y no se puede. Por lo que tengo entendido fue de las exposiciones más vistas en el Blanes. El primer día fueron más de dos mil personas, había que hacer cola porque era con cupos limitados, ya que estábamos saliendo de la pandemia. La vi cuando la armamos y después no pude entrar a ver la exposición por el problema de las pancartas.

¿Podrías vivir solo del arte hoy? 

Sí, lo puedo hacer. De hecho, en un momento estuve por renunciar y no lo hice porque nos salió la compra de un terreno y lo estiré hasta que nos estemos por ir. También tengo la facilidad de acomodar los horarios, trabajo seis horas por día de mañana en una oficina haciendo guardia, cuidando los servidores de internet, programación. Estoy muy libre, no amerita dejar aún, lo mantengo, entre otras cosas porque no es malo el sueldo. Hago muchas cosas, con el arte trabajo mucho por encargue, pero hoy en día elijo, creo eventos, a veces pinto en vivo, manejamos las actividades que hacemos de Arte y Vino que están demás, la gente viene, se cuelga, toman unas copas y pintan su propio cuadro. 

¿Algún proceso o proyecto que estés gestando y quieras compartir?

Hace poco gané un fondo, hubo un llamado para hacer un mural en Paso de los Toros y quedé seleccionado, me voy diez días, es el primer mural que voy a hacer en el estilo nuevo que estoy trabajando. También existen algunas opciones en Europa y Miami; estamos trabajando un poco en eso, cerrando algunos acuerdos y algunas propuestas. Está presente la idea de hacer alguna exposición a fin de año acá, pero colectiva, y quiero presentarme a algún llamado, la realidad es que me embola registrarme en todas esas cosas. Junto con mi pareja estamos manejando la idea de contar con un gestor cultural que nos ayude con esa parte, para el taller y a nosotros en general, venimos procesando la idea mentalmente porque es un gasto más que ingresamos, bueno... no es un gasto es una inversión; puntualmente estamos enfocados en poner la cabaña de madera en octubre en nuestro terreno y recortamos gastos de todo tipo para que eso suceda. Además, estoy pintando, y creo que voy a agarrar por ahí, versionado de obras clásicas de la historia del arte. Me está gustando porque hay cuadros que surgieron de forma natural.

¿Por ejemplo? 

Ahora estoy haciendo el de la Mona Lisa, “La Gioconda”, y “La balsa de la Medusa” que me parece alucinante y es mi cuadro preferido. Estoy haciendo mi versión, que es una tomada de pelo, es un disparate decir que es una versión. 

✴︎ EXposiciones

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2025: En un punto las paralelas se encuentran en el infinito, Fundación Verde, Montevideo, Uruguay.

2021: Creador y curador del proyecto Encontrarte con ellos, Museo de Bellas Artes Juan Manuel Blanes, Montevideo.

2017: Tu sol sigue brillando. Homenaje a Páez Vilaró en Casa Pueblo, Punta Ballena, Maldonado. Presentación de la serie Artistas en Glück Gourmet, Punta Carretas, Montevideo. Encuentro Internacional de Muralismo Mood Indigo Bombay, Bombay, India.

2016: Arte de alto vuelo, Aeropuerto Internacional de Carrasco. Colectivo.Uy fundación Fucac.

2015: Luz, arte, acción!!!, Buenos Aires, Argentina. 

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