La cultura en tus manos

Entrevista con Carmen Russo

20 junio, 2025

El arte como herramienta.

Pocas veces tenemos la oportunidad de hacer una entrevista en el consultorio no muy convencional de una psicóloga, rodeada de cuadros, lienzos, atriles y pinturas que están a disposición de quien guste expresarse plásticamente. En este entorno poco convencional se comprende un poco más cuál es trabajo de la artista y psicóloga Carmen Russo (Montevideo, 1961) y de la experiencia de la arteterapia, una forma de psicoterapia que utiliza las artes plásticas como herramienta de expresión emocional. Este modo de trabajar está presente en su tarea como psicóloga tradicional de niños y adultos, y es parte de sesiones de terapia cuando trata a personas víctimas de violencia de género, niños con discapacidad o en experiencias sociales que conectan distintas individualidades en actividades colectiva. Russo utiliza la arteterapia como un estímulo emocional con resultados inmediatos; este abordaje permite que el paciente se exprese por medio de elementos de la plástica –pintura, lápices, barro, alambre, entre otros–, para develar y poner en contexto emociones complejas.

¿Qué te llevó a trabajar con el arte y la psicología?

Hablar de arte y psicología es apasionante. Me formé en talleres de plástica, pero mi primer contacto fue en el estudio de arquitectura de mi padre, donde pude experimentar con todo tipo de materiales: con el papel de los planos de mi padre, más los colores, los lápices... allí observaba cómo trabajaba, cómo hacía la línea perfecta, el sombreado perfecto. En el caso de mi padre, él no me educó a dibujar bien, sino a que expresara lo que yo quisiera. Ese fue mi primer taller de arte. Después fui a talleres de pintura porque me gustaba pintar. Comencé con óleo y, como se hace en todos los talleres, aprendí a dibujar. No me volqué mucho hacia lo figurativo y empecé más a trabajar con manchas. Después me pasé a la témpera y al collage. Después pinturas lavadas. El primer cuadro que vendí fue uno que empecé a hacer y dije “Acá tengo que hacer algo distinto”, lo puse debajo de un chorro de agua y después de pasar la mano sobre diferentes partes, cuando se secó quedó acuarelado. Era una témpera acuarelada.

Antes de hacer psicología me formé para trabajar con niños y un poco antes de terminar la carrera empecé a trabajar en psicología infantil. También me formé para trabajar con niños discapacitados, y realmente la pintura siempre fue un punto fundamental, una herramienta. Obviamente que como psicóloga siempre tuve las técnicas tradicionales de esta área, pero estudié arteterapia porque me interesaba y me daba cuenta de que el arte transmitía la expresión tradicional. He trabajado en barro, con alambre, collage, lápiz, acuarelas, pasteles, todo lo que imaginable. 

¿Cómo reaccionan las personas ante esta posibilidad de expresión?

Al principio dicen “Yo no sirvo para esto; no sé si puedo”. Bueno, lo podemos intentar, porque ese es el desafío, y demostrarles que todos podemos crear. En los talleres para adultos, por ejemplo, trato que todos los sentidos estén activos. Con esto quiero decir que haya un lindo aroma, una buena conversación, que cada uno pueda tomar té o café, que puedan mezclar los colores que tengan ganas en un ambiente donde tengamos un cierto contacto amable con la conversación (que se ha dejado tanto de lado), que se vayan integrando y aceptando en el grupo. Esto en el taller de adultos se trata de pasar en armonía, de pasar tres horas bien, contentos, que vienen rápido y se van lento. Esto no está relacionado con la terapia, es un taller de plástica aunque la mirada del psicólogo esté ahí, aunque tampoco se puede interpretar fuera de un encuadre. Pero se puede colaborar con los diferentes usos del color, la mezcla de estos.

También has tenido tus propias experiencias artísticas a partir del taller con el artista Gustavo Tabares.

Asistí al taller de arte contemporáneo de Gustavo Tabares y formamos un grupo que se llama Herencia en Diálogo. Expusimos en diferentes partes del país y cada uno dialogaba con algún artista contemporáneo. Me tocó dialogar con Águeda Dicancro, porque me gustó la personalidad de esa mujer, me gustaron sus obras. Si bien trabajé con alambre y se podría pensar que no hay relación, pero no: desde la forma, dialogué con ella y fue una experiencia preciosa. Fue entonces que retomé contacto con el alambre y comencé a hacer prendas de ropa con alambre. Es como si fuera un lápiz, porque estás como dibujando. Tal vez en una fotografía esto no se pueda ver bien, pero sí se ve en la sombra que genera. Después empecé a hacer más estructuras, como en el museo Pareja (de Las Piedras), donde hice una figura humana flotando y todo el reflejo sobre la pared. El trabajo con alambre me fascina por el hecho de pensar en una cara e inmediatamente formar lo que se me ocurra, o las prendas de ropa. Trabajar con alambre baja muchísimo la ansiedad, mucho más que trabajar con la pintura; en los talleres les encanta, porque lo que uno imagina lo realiza, es inmediato.

¿En qué medida el arte ha ayudado en tu carrera de psicóloga?

Dentro de la psicología, el arte me ha dado mucho bienestar y me ayudó muchísimo. Respecto a los pacientes, tengo algunos casos donde la pintura tiene un lugar muy importante. En cuanto a la terapia individual, cuando una persona con ansiedad entra en contacto con la pintura y la palabra se ve un cambio en la mitad de la sesión. Esa persona se va tranquila, no se agita cuando habla, y está más calma. Por ejemplo, en un caso de violencia donde una mujer no podía tener contacto con su maquillaje –por razones muy duras, por cierto–, comencé a trabajar con pintura de cara en el espejo como forma de masaje, un mimo en su rostro. No tener miedo al contacto es muy importante, y con la pintura como segunda piel se trataba de acariciar esa piel (que estaba dolida) por intermedio de la pintura para luego acceder a usar su maquillaje corriente, algo que tenía censurado. Esa fue una experiencia preciosa para ella y para mí.

La pintura te da la capacidad de inventar.

Esa es una capacidad que debemos tener sobre todo en estos momentos en los que la vida va muy rápido: tratar de bajar un poco, de investigar los diferentes estilos de pintura o utilizar técnicas distintas que crean texturas diferentes. Entonces, tomar ese contacto con lo diferente es gratificante.

¿Cómo es ese trabajo con niños?

Con niños se trabaja directamente con el arte, con pintura, con barro; son diferentes a los talleres de adultos. Primero nos juntamos, charlamos de cómo estuvo la semana, cómo se vincularon con los padres, si se enojaron; esos temas siempre los toco. Luego les muestro algún pintor para que vayan conociendo un poco más las obras de los pintores, y ellos las quieren copiar. Esto es muy importante también porque tiene que ver con estimular la memoria. Después se termina con una relajación. Por ejemplo, fui convocada el año pasado a un colegio donde querían que trabajara como psicóloga la agresividad del grupo. Me pareció importantísimo llevar alambre y hasta allá me fui con tres metros de alambre pollito. Comencé hablando con cada uno de ellos para explicarles que en mi rol de psicóloga íbamos a trabajar lo que estaba pasando en el grupo, el respeto al otro y al trabajo de cada uno. Entonces empecé a cortar un trozo de alambre para cada uno de ellos y les pedí que imaginaran un objeto que pudieran hacer con alambre, como escultura. Se reían, se divertían, se hacían bromas y hubo una interacción entre todos. El taller duró dos meses con muy buenos resultados.

También has trabajado con niños con discapacidad. 

Trabajé muchos años en talleres con niños con discapacidad, niños que no acceden a la palabra o sin movilidad, entonces hay que tratar de tomar contacto a través de la palma de la mano y la pintura; que esa palma de la mano vaya a una tela y la pinte. Lo más emocionante para mí era ver la mirada de un niño al ver su mano pintada y observar el lienzo pintado. Eso, para un psicólogo, es fundamental. Antes de comenzar, en cada institución de discapacidad tenía como una consigna: hacer un árbol de piedra en una de las paredes del patio. Entonces los materiales son otros porque hay que usar arena y pórtland para pegar la piedra,  los guantes adecuados para los niños. Siempre tenía algún papá que trabajaba en una marmolería, por ejemplo, quien me traía los recortes de mármol y hacíamos árboles con sol. Esa era mi consigna antes de empezar a trabajar en los talleres de discapacidad. El trabajo con niños que a veces se endurecen un poco cuando nace un hermanito, se sienten celosos, es lo que llamamos emociones complejas. Me acuerdo del caso que me derivó una pediatra: se trataba de una niña que dejó de caminar cuando nació su hermanito; antes de hacerle estudios invasivos, la pediatra me pidió que la viera. En un gran espacio, sobre un papel muy grande, las dos nos pintamos las plantas de los pies y pintábamos con los dedos la hoja. Ahí nos dimos cuenta de que la nena no tenía problemas para caminar, de modo que se evitó someterla a tratamientos severos.

¿Cómo fue llevar esta experiencia a nivel comunitario en los talleres en plazas?

Respecto a los talleres en las plazas, pedí permiso a la Intendencia de Colonia para  interactuar con las personas que pasaban por allí para que tomaran un pincel y pintaran algo; fue una jornada muy linda. Fue una interesante interacción entre la gente y la pintura, en una actividad que dio un lugar a todos. Resultados: comunicación e intercambio con la gente, con muchos niños que tenían ganas de pintar, los padres que hacían fotos de ese niño pintando en la plaza, una plaza decorada con atriles, llevamos cuadros para adornar la plaza también. El fin era juntarnos, divertirnos, adornar con nuestros cuadros –cada uno de los talleristas llevó tres–. Esa fue la primera vez que fuimos al interior. Hay que pedir permisos a las intendencias y hay un montón de trámites, pero esto tiene una aceptación inmediata porque se está dando un gran bienestar. Me llamó mucho la atención ver a los nenes que se soltaban de la mano de los padres para ir a pintar.

¿Cuál es el aporte de la arteterapia a la psicología?

La arteterapia me ha permitido ver cómo las pequeñas transformaciones a través del arte pueden desencadenar grandes cambios internos. Además, me inspira constantemente ver cómo cada trazo, cada forma moldeada, tiene un significado profundo para quien lo crea. Lo importante de la arteterapia es el estímulo a la neuroplasticidad, el cerebro se reorganiza y forma nuevas terminaciones neuronales; eso es lo importante. Porque el cerebro se desafía a estar en contacto con cosas nuevas y eso también se ve en la conducta, en el comportamiento de las personas. Como psicóloga tengo lo tradicional del psicólogo, pero si el paciente lo requiere y lo permite –porque uno puede ver cuándo el paciente viene con ansiedad, por la forma de caminar, de respirar– está bueno tener un lápiz o pinturas a mano para que mientras conversamos pueda realizar algo. Tomar contacto directo con un plano y un lápiz actúa como un ansiolítico, y entonces la conversación es más fluida. El arte ofrece una vía única para tratar emociones complicadas porque toma contacto directo con algunas conexiones cerebrales y es ahí donde entra la parte más técnica, en el área de las emociones.

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