Por Bernardo Borkenztain.
Rapsodia para dos actores y un Bonsai.
No existe ninguna duda de que si César Troncoso sale a escena la obra es obligatoria para cualquiera que se precie de aficionado al teatro. Dicho esto, ni siquiera la presencia siempre suficiente de Troncoso es garantía de que las cosas salgan tan bien como en esta obra, que amalgama el talento del actor con el no menor de Camila Diamant, quien, lejos de ser partenaire es una coprotagonista al mismo nivel y la química entre ambos es buena parte del resultado.
Desde lo técnico, el dispositivo escénico es convencional, el clásico “living” que se desdobla en un bar o “boliche”, escenarios entre los cuales nace y se construye la historia de un profesor que ha abandonado la academia con una joven que navega por la vida entre su trabajo en el bar y una pérdida personal que le resulta difícil manejar, y nace el teatro.
Existe una palabra en castellano que define el amor por lo japonés: “niponfilia”; y el bonsái que el dispositivo escénico coloca en el centro de la disposición, capturando la primera vista del público, es un aviso de que lo japonés va a ser algo significativo en la obra, pero no de la manera tan original en que lo será.
Ambos personajes tienen una afición peculiar, ella (Luz) se dedica a crear “vínculos” entre objetos y personas (una curiosa metáfora para poetizar la venta de objetos usados) y él (Esteban) recopila expresiones que –supuestamente– existen en japonés, pero son intraducibles al castellano.
La realidad es que esas expresiones existen en todos los idiomas, pensemos en la brasileña “saudade” (parienta de la gallega “morriña”) que decora un idioma en el que la palabra “nostalgia” existe igual que en el nuestro, pero que describe algo que ni es lo mismo ni es tan igual.
En japonés, sin embargo, realmente son muchas y extrañamente específicas, como “koi no yokan”; significa la sensación que se tiene al conocer a alguien y saber que irremediablemente uno se va a enamorar de esa persona, pero sin embargo, no es exactamente el “amor a primera vista”.
No menos cierto es que la afición de Luz implica, como ella dice, la creación de vínculos en los que los objetos son las uniones en las cadenas que forman los distintos poseedores de sus objetos, algo con mucho menos significación mercantil que poética, pero por suerte estamos en el teatro y no en un supermercado.
El hecho teatral, que comienza cuando estos dos personajes rotos se encuentran deriva en un viaje entre un proyecto de diccionario de estas expresiones tan poéticas como intraducibles, se desarrolla a medida que sus historias se actualizan y los conflictos se resuelven.
Quizás el mayor acierto de la dramaturgia sea evitar los lugares comunes y la sensiblería, lo que refina la poesía del texto, mientras que el de la dirección sea haber contado con dos actores de enorme talento. Cuando se establece la sinergia de actuación, texto y dirección es imposible que el teatro falle, y esta no es la excepción.
Mientras tanto, el bonsái, atávico, contempla todo desde su centralidad escénica.
Dramaturgia: Camila Diamant,
Emanuel Sobré.
Dirección: Emanuel Sobré.
Elenco: César Troncoso, Camila Diamant.
Iluminación: Rosina Daguerre, Martín Siri Galván.
Vestuario: Camila Ritorni.
Diseño gráfico y fotografía: Emanuel Sobré, Reinaldo Altamirano.
Producción ejecutiva: Emanuel Sobré.