Por Mauricio Rodríguez.
Luego de ocho años al frente de la Sala Zitarrosa, el músico y gestor cultural Jorge Schellemberg asumió en 2021 como director del complejo Politeama de Canelones. Y apuesta a que la histórica sala sea un referente cultural del departamento.
Jorge Schellemberg es cantautor, músico, docente de música y gestor cultural. Comenzó en la música a principios de los años ochenta. Fue uno de los creadores del colectivo del Taller Uruguayo de Música Popular (TUMP) y también de Adempu, la Asociación de la Música Popular del Uruguay. Luego de varias experiencias musicales, editó en 1991 su primer disco, Bailando la rambla. Le seguirían Segundo acústico (1992), A las tres de la mañana (1994), Candombe beat (1995) y otros tantos. Su último disco, AntroPoPfagia, es de 2006.
En 1992 y 1993 se sumó a Sarabanda, una comparsa en la que también estaban Osvaldo Fattoruso, Mariana Ingold, Martín Ibarburu, Gustavo Montemurro y Nicolás Ibarburu. Años después, en 2001, fue director musical de la comparsa Mi Morena. Entre otras actividades, fue coordinador en 2003 de la red de artistas del proyecto Voces, vinculado a la lucha contra el maltrato y abuso de niños y jóvenes. En 2006, asumió como coordinador general de la Fundación Eduardo Mateo.
En todo ese tiempo hizo, además, música para teatro, carnaval, cine, radio y televisión. En radio, condujo programas como Sonido nacional (Sodre), La cocina (El Espectador) y Estación La Plaza (Emisora del Sur). Tocó y grabó, entre otros, con Rubén Rada, Mauricio Ubal, Fernando Cabrera y Hugo Fattoruso. Compartió escenarios con Víctor Heredia, Joaquín Sabina, Djavan, Joan Manuel Serrat y Milton Nascimento, y estuvo en festivales con León Gieco, Piero yAterciopelados, entre otros. Es parte de la propuesta colectiva Mateo por seis.
Entre 2012 y 2020 fue director de la Sala Zitarrosa. En febrero de 2021 asumió como director del histórico Complejo Cultural Politeama, de Canelones. Conversamos con él sobre su trabajo al frente de estos espacios culturales.
¿Qué te dejo la experiencia de la Sala Zitarrosa? ¿Lograste hacer todo lo que querías o quedó algún pendiente?
La Sala Zitarrosa es un pedazo de mi vida, ¡qué te voy a decir! Estuve más de ocho años ahí trabajando. Cuando se compró el viejo cine Rex para hacer la Sala Zitarrosa, Gonzalo Carámbula, que fue como el gran responsable de que todo eso ocurriera, nos llamó a varios músicos para contarnos. Y yo fui uno de esos. Aquello fue un motivo de gran alegría porque en aquella época, en la música, no había tanto boliche donde ir a tocar. Había boliches para tocar más en plan de ir a hacer ‘Garota de Ipanema’. Y estaba bárbaro, pero tocábamos en teatros y dependíamos de las compañeras y compañeros del teatro independiente. Que sostenían sus salas como siguen haciendo hoy, con un esfuerzo gigantesco. Y entonces tener la Sala Zitarrosa fue la posibilidad de tener un horario de centralidad. Al principio se hicieron unos conciertos, un ciclo al que se le llamó “El bautismo de la Zitarrosa”, cuando apenas se había limpiado el viejo cine Rex. Fue por el año 96 o 97. Se pusieron unos tablones, y yo fui uno de los que tocó ahí, con [el espectáculo] Mateo por seis. Y después, apenas abrió oficialmente –eso fue en el 99‒, en marzo de 2000 tuve la suerte de tener un concierto compartido con Mariana Ingold y Fernando Cabrera. Un concierto que adoré , por lo que aprendí, por lo que pude remar al lado de esas dos bestias [risas]. Yo los iba corriendo de atrás siempre, son muy cracs. A lo que voy con todo esto es que yo ya tenía un vínculo con la Zitarrosa muy fuerte.
¿Cómo fue el comienzo al frente de la Sala?
La idea fue continuar lo que se venía haciendo y tratar de dotar a la sala de cosas que no tenía, por ejemplo, equipamiento propio. Eso se logró, además de sostener una programación. Y empezar a producir diferentes cosas. Yo creo que se hicieron muchas cosas, y como faltar, faltaron un montón. Siempre faltan un montón. Fue una etapa de gran aprendizaje, de muchas emociones. De algún dolor de cabeza también en un momento. Pero fue una etapa linda, que yo llevo en el corazón.
¿Cuáles son las dos o tres cosas que guardás con especial cariño de esa etapa?
Armamos, por ejemplo, un festival iberoamericano de música que se llamaba Llegando a Montevideo, que tuvo ocho ediciones. Vinieron artistas de todas partes de Iberoamérica, de enorme calidad musical, que llegaron a través del apoyo de embajadas, o a través de Ibermúsicas, que tenía un costo muy bajo para la sala, y que se hacía con entrada libre. También el ciclo Ellas, que se hizo en los meses de marzo, que también tuvo varias ediciones. Más allá de que la Zitarrosa ya tenía una impronta de prácticamente un cincuenta por ciento de artistas mujeres a lo largo de la gestión. Y luego lo que fue la implementación del cine, yo te diría que fue un hito importante. O el programa Crece desde el pie, pensado para los niños, donde había extensiones escolares. Fueron muy buenas cosas. Y otra cosa fuerte que me llevo es el trabajo con el equipo de gente, o sea armar un equipo. Cuando yo llegué había cuatro funcionarios, y hoy hay cerca de veinte. Un equipo de gente comprometida, con el espacio, con la sala. En ese aspecto te diría que fue una de las cosas más fuertes que me quedó.
Luego se da la posibilidad de pasar a dirigir el Politeama de Canelones…
El Politeama es una sala maravillosa. Ahí toqué un par de veces en los noventa; una vez en 2006, y otra vez cuando recién había asumido Marcos Carámbula como intendente. Era una sala que en aquella época estaba con muchas dificultades, pero que en 2014 tuvo el impulso de Marcos, del propio Yamandú Orsi, que era secretario general de la Intendencia de Canelones. Estaba Leonel Dárdano, una figura inconmensurable de la cultura canaria y nacional, recientemente fallecido, que fue director del Politeama. Hubo una gran reforma de la sala, donde fue completamente restaurada y se equipó a nivel profesional con audio y luces de última generación. Pero, además, se armó un equipo de trabajo para la sala. Había una programación de calidad. O sea, llegar ahí era muy atractivo además de ser una posibilidad de trabajo concreta también. Y ahí fuimos.
¿Cómo fue la primera etapa?
Fuimos muy bien recibidos por todo el equipo del Politeama, por el equipo de gobierno. Llegamos en plena pandemia, y ahí llevamos adelante un proyecto de streaming muy fuerte. Tan fuerte que incluso cuando empieza a volver la presencialidad lo mantuvimos. Se hicieron unas setenta funciones vía streaming. ¡Un disparate! Luego empezamos a buscar todas esas bondades que tiene el Politeama. Por un lado, para poder llevar a artistas locales, que lo sienten como su casa, que tiene que serlo. Es importante que, además, estén con artistas emblemáticos, que de algún modo compartieran el espacio y pudieran también llevar otros públicos. Ahí aparecen Níquel, Larbanois-Carrero, Martín Buscaglia, La Triple Nelson, Spuntone y Mendaro, Luciano Supervielle y Pedro Dalton, entre otros. Cayó también Jorge Drexler como invitado en el concierto de ellos. Se hizo además un ciclo de música canaria, donde pasaron más de cien músicos de Canelones. El Politeama quedó más perfilado hacia la música, porque en plena pandemia el streaming para la gente de artes escénicas no era una opción. Por eso este va a ser un año en el que va a haber música, pero la programación va a estar mucho más inclinada hacia las artes escénicas.
A propósito de eso, ¿qué se proyecta para este 2022?
Se viene mucho teatro departamental; elencos de todo el territorio nacional, incluyendo la capital. Pero además se vienen algunas cosas que a mí me entusiasman y me emocionan mucho. Por ejemplo, estamos sacando un proyecto que se llama El Politeama en tu pueblo que se hace juntamente con la Dirección de Desarrollo Humano y con los municipios, donde va a haber una serie de funciones que se van a hacer en el Politeama en primera instancia y que luego van a ir a todos los municipios. Se van a hacer treinta funciones, una en cada Municipio. Con espectáculos que van a ser seleccionados a partir de un llamado que va a salir hacer este mes, pero además llevando personal técnico, llevando personal de la sala, contando la historia del teatro, llegando a diferentes rincones del departamento donde podamos encontrar ese abrazo, ese intercambio. Porque hay muchas uruguayas y uruguayos a quienes les resulta muy difícil llegar al Politeama. Canelones es muy amplio, muy diverso, son muchos municipios, muchas ciudades que son pequeñas, y donde incluso no hay una red de locomoción. Nos encontramos con ese tipo de dificultades, dado que el Politeama normalmente empieza muy temprano, a eso de las ocho de la noche. Y pasaba que cuando terminaba, a las nueve y media, ya no había ómnibus para ir a Cerrillos ni a ningún lado. Entonces buscamos alternativas a nivel de la llegada de la gente al teatro, pero también abriendo un trabajo de descentralización donde el teatro llegue a la gente. Esto va a ser con artes escénicas y también con música, con las dos cosas. Apostando a proyectos de calidad pero que sean también fácilmente trasladables, que no lleve un día entero el armado y que puedan adaptarse a distintos lugares. Porque no hay ningún otro teatro como el Politeama en el departamento. Es uno de los teatros más bonitos del Uruguay, entonces va a haber que adaptarse a diferentes espacios que se van a recorrer previamente, se va a estudiar cuál es la mejor alternativa en conjunto con los gobiernos locales. Y con qué espectáculos se va a llegar. ¡Es un laburo!
¿Cómo estás viviendo la experiencia en el plano personal?
Estoy muy feliz trabajando donde estoy, muy agradecido por la confianza que se ha depositado en mí. Por poder estar formando parte de un equipo a nivel de cultura que realmente viene trabajando mucho y con muchas ganas de que las cosas ocurran. También muy agradecido con la gente de Canelones; yo soy residente de Canelones, ya que hace como siete años que vivo en la costa, como tantos montevideanos que nos hemos ido viniendo para acá. Y voy aprendiendo y llegando a cada localidad con mucho respeto y con mucha atención. Con mucho cuidado de ver cómo está cada proceso, cada lugar, qué hay funcionando. Tratar de apoyarse en eso, y en eso estamos laburando.
En este contexto, ¿dónde ha quedado el Jorge Schellemberg músico?
Digamos que mi carrera musical está un poco en el freezer desde hace un buen tiempo. O sea, me ha salvado y me ha mantenido Mateo por seis, que es una hermandad que tiene casi treinta años donde lo que tengo que hacer es ir y tocar. Tener algún ensayo y tocar. Eso lo he podido sostener y entonces de repente tres o cuatro veces por año tengo algún toque en algún lado. Pero es algo que tengo pendiente. Tengo unas maquetas prontas para trabajar, para sacar un disco en el futuro. Pero las tengo empezadas hace como tres o cuatro años [risas]. Y me va a llevar otro tanto terminar eso. Hoy por hoy mi tiempo está dedicado full time a Canelones, a la gestión y a todo lo que hay para hacer ahí.