El ángel oscuro
Ian Curtis, el líder de Joy División pasó como ráfaga por la vida. El 18 de mayo de 1980, a los 23 años, decidió terminar con su vida. Atrás habían quedado un disco de estudio con su banda —Unknown Pleasures, publicado en 1979— al que se le sumaría, de forma póstuma, Close, en 1980.
Los Joy División gozaron del status de banda dark “de culto”, sobre todo a partir de la muerte de Curtis, aunque en las pocas presentaciones en vivo, la figura de su vocalista, con sus letras oscuras, nihilistas, magnetizaba a los presentes. Con movimientos temblorosos, bruscos, parecía estar en trance o al borde de un ataque de epilepsia.
Ahora la editorial Malpaso publica Ian Curtis. En cuerpo y alma, un delicado volumen, que recoge todas sus letras en edición bilingüe y con facsímiles de sus manuscritos. El hecho es de por sí significativo. En las “víctimas” del rock (como el llamado Club de los 27) lo que importa es más lo de afuera. En el caso del cantante de Joy División la atención se centra en su interior, en ese universo lírico que supo crear, acompañado por la atmósfera musical proporcionada por el resto de la banda.
Así pues, se ha rescatado el archivo personal que dejó tras su muerte. El volumen que no es una antología de los textos de Ian Curtis, sino un rescate de las libretas donde apuntaba las letras de forma manuscrita que se reproducen como facsímil. A medida que se leen los textos y se escuchan las canciones, cobra presencia el dramatismo opaco y el encriptado contenido político de sus letras. Ya sólo con eso bastaría para atesorar en la biblioteca este volumen que tiene una espléndida presentación, pero además se completa con un montón de material que se encontraba, al momento de su muerte, en esa habitación azul donde escribía. Esos papeles son presentados en un prólogo por la que fuera su esposa y autora de su biografía oficial, Deborah Curtis.
El prólogo tiene per se valor testimonial y literario. Es un retrato en el que se palpa el temblor en cada palabra: cómo conoció al adolescente Ian en un balcón, su pulcritud al trabajar, cómo llegaron los malos momentos. El segundo prólogo, de Jon Savage, asiste al proceso de gestación de “Love will tell us apart”, sus capas de melodía y su letra, su fértil contacto con la literatura, su forma de trabajar en los ensayos. Apenas unos cuantos párrafos entre todo, pero más jugosos que una biografía de quinientas páginas.
El resto también es parte del tesoro. Octavillas, recortes de prensa, su primera entrevista, el capítulo dedicado a su biblioteca, donde se reproducen las portadas de sus libros. Desfilan sus autores favoritos —Rimbaud, Artaud, Michael Green, Andy Warhol, Aldous Huxley, Dostoyevski, Sartre, Nietzsche— lo que resulta esclarecedor para entender su mundo estético y sus textos. En este sentido, su esposa señala que la lectura que ejercitaba con voracidad, era también para él un periodo de trabajo y que no aceptaba que se le molestara.
También aparecen cartas de fans, algunas tan desvalidas que resultan estremecedoras y que llevan a pensar cómo cuatro décadas después, las sensaciones que despierta el músico de Manchester entre sus seguidores siguen siendo básicamente las mismas. Quizás las mismas sensaciones que despierta la figura y el recuerdo de Kurt Cobain, porque su obra nace en las aguas que le bullían por dentro, en lo que no se dice. Y el misterio siempre embelesa.