Por Carlos Dopico.
i/o no es un estreno del año, pero es seguramente de lo más destacado de los últimos meses del año anterior. Se trata nada menos que del décimo disco de Peter Gabriel; el primero que publica en más de 20 años y en el que trabaja el ex Genesis desde hace casi tres décadas. Esta declaración musical del multiinstrumentista y productor británico tuvo adelantos por cuenta gotas a lo largo del 2023, soltando una canción en cada luna llena. De esta forma, el histriónico Gabriel fue pulseando las normas del mercado e imponiendo su condición estilística.
Se trata de un álbum doble, con una docena de canciones en dos sutiles versiones alternativas (mezclas Bright side y Dark side, la luz y la oscuridad, con Mark “Spike” Stent y Tchad Blake tras las perillas en cada oportunidad), donde sencillamente hace verdadera gala de versatilidad, sutileza y superproducción. Para que quede claro, son veinticuatro pistas en dos horas y diecisiete minutos que van del funk al góspel y de la balada al pop. Aquí conviven paisajes sonoros y atmosferas elaboradas, variada orquestación con energía de banda, y múltiples interrogantes con un mismo compromiso social.
En la médula de instrumentistas del disco están los cómplices habituales: David Rhodes, Tony Levin y Manu Katché, además del convite a Brian Eno desde el sintetizador en “Four Kinds Of Horses”, en el participa su hija Melanie en los coros.
Peter Gabriel vuelve con toda su arquitectura art rock para tender un telón filosófico orquestado en el que cuestionar la humanidad. El músico de 73 años comenzó a componer este material cuando era impensada la actual interacción en redes para hablar de nuestro tiempo con seriedad, y sumergirse en la naturaleza desde la realidad virtual.
El título alude a la dualidad, lo externo y lo interno, lo ajeno y lo propio, las entradas y salidas, input/output.