El sello Bizarro acaba de reeditar el disco debut del colectivo Buceo Invisible, Música para niños tristes, lanzado originalmente en 2006 por Perro Andaluz. Se trata de un trabajo fundante y, a la postre, clave en la identidad del colectivo, al que le siguieron Cierro los ojos y todo respira (2009), Disfraces para el frío (2011) y El pan de los locos (2015). Una obra que dejó marca por su original arte en lo letrístico y musical. Una obra fundamental que vale tener de nuevo para recuperar canciones como la notable ‘Domingo’ o ‘Comitoína simple’, para recuperar sus climas, sus colores oscuros, sus entornos envolventes.
Primero fue “el de la vaca”. Ahora es “el del mono”. Es que Chillan las Bestias vuelve con un segundo disco animal, desgarrado, oscuro, pendenciero, de puerto y arrabal, de ronqueras a lo Pedro Dalton, pero sin título. O sea que quedará como Chillan las Bestias 2 o, como ellos han dicho, “el del mono” en la tapa. Alguien podría preguntarse, y con razón: este estilo, este lenguaje, ¿tiene algún camino de salida? Quizá, no. En música es problemático ejercer la futurología (más aún leerle el horóscopo o tirarle las cartas a un disco). Dejemos eso para el periodismo de rock, que está más ocupado en detectar influencias y en consultar el oráculo que en la música. En este nuevo disco, los liderados por Dalton hacen gala de su garra y capacidad para hurgar en los tonos oscuros y gestos desgarrantes, dejando de lado las prolijidades pop y los despliegues instrumentales. Y esa fuente puede resultar inagotable. Hay edición física, por el sello Bizarro, pero también se puede escuchar en Bandcamp.