Poesía completa.
Por Nelson Díaz.
La publicación en 1996 de La trilogía de Nueva York -integrada por Ciudad de cristal, Fantasmas y La habitación cerrada- transformó a Auster en un autor de culto y al libro en lectura de referencia para toda una generación. Algo similar había ocurrido con la obra de Charles Bukowski y la generación precedente. El paralelismo no es casual. Ambos incursionaron en la poesía, pero esta faceta pasó casi desapercibida, sobre todo porque no abundaron las traducciones al respecto. De hecho, la imagen de la carátula del volumen -una puerta semiabierta- oficia de invitación a ingresar en el universo poético del novelista.
Puesta así las cosas Poesía completa, en edición bilingüe, viene a llenar ese vacío para los seguidores del autor de El palacio de la luna pero, nobleza obliga, vale una advertencia preliminar. El volumen es, técnicamente, una edición ampliada de Pista de despegue. Poemas y ensayos 1970-1979, publicado por Anagrama en 1998. El valor agregado está en el prólogo de Jordi Doce -que además es el traductor, al igual que en Pista…- y en “Notas de un cuaderno de ejercicios”, escrito en 1967.
A Auster se le ha llamado el escritor del azar -los problemas del azar y la identidad han sido el leit motiv de su obra-, basta recordar el comienzo de Ciudad de cristal cuando Quinn recibe una llamada equivocada, pero en su poesía las obsesiones discurren entre la palabra y los muros a derribar a través de ella. Si en La música del azar, los personajes Nashe y Pozzi deben reparar una deuda construyendo un muro, en los siete poemas de la serie “Desapariciones” (1975), Auster parece advertir que la palabra efímera, carente de contenido, tiene en la vida el valor, el peso muerto de una piedra. Piedras-palabras que construirán, a lo largo de la vida, un muro. “Es un muro/ Y el muro es muerte./ Ilegible,/ garabato del descontento,/ en la imagen y post imagen de la vida” escribe en el poema 2, para reforzar la idea más adelante “Y de casa cosa que ha visto/ hablará:/ la cegadora relación de las piedras/ incluso hasta el instante de la muerte,/ aunque no sea más/ que porque habla” (poema 5).
El volumen finaliza con “Notas de un cuaderno de ejercicios”, fechado en 1967. Se trata de una progresión de pensamientos cuyo eje central es el lenguaje y la palabra. Y una sentencia que puede leerse como una declaración de principios del universo austeriano. “La caída del ser humano no es cuestión de pecado, transgresión o bajeza moral. Es cuestión del lenguaje conquistando la experiencia: la caída del mundo en la palabra, la experiencia que desciende del ojo a la boca” (…) Sentirte separado del lenguaje es perder tu propio cuerpo. Cuando las palabras te fallan, te disuelves en una imagen de la nada. Desapareces”.