Mark Twain (1835-1910)
Meses atrás, el hallazgo de un manuscrito de Mark Twain cuya existencia se desconocía ocupó las páginas culturales de varios medios de prensa en el mundo. Dossier consideró propicia la ocasión para repasar la vida y los principales libros del escritor.
Por Nelson Díaz
El hecho cobró relevancia porque el texto hallado era el único cuento infantil que había escrito el autor estadounidense. El manuscrito, como suele suceder en estos casos, fue encontrado de casualidad por el profesor John Bird mientras husmeaba en el archivo de Mark Twain. El hallazgo, pero sobre todo la génesis del relato inconcluso, es un cuento en sí mismo. Al parecer, una noche parisina de 1879, en una habitación de hotel, las pequeñas hijas de Twain, Susie y Clara, le pidieron a su padre que les contara un cuento. Él comenzó a narrarles la historia de Johnny, un niño que tras ingerir una flor mágica adquiere la capacidad de hablar con los animales. Cuando las niñas se durmieron, el padre se apresuró a plasmar la historia en el papel antes de que se le olvidara. Escribió dieciséis páginas, pero después no volvió sobre la historia. El cuento, inconcluso, lleva como título “Oleomargarina”.
Al parecer, era habitual que el autor de Las aventuras de Tom Sawyer inventara cuentos para sus hijas a la hora de irse a dormir. Lo que no era tan habitual era que los escribiera. Los manuscritos que encontró Bird, experto en Twain, constan de un total de dieciséis páginas y están fechados en 1879.
Cronista de la aventura
Mark Twain nació con el nombre de Samuel Langhorne Clemens en la ciudad de Hannibal, en Missouri, Estados Unidos, el 30 de noviembre de 1835, en una familia de clase baja. Fue el sexto de los siete hijos de la pareja conformada por John Marshall y Jane Lampton Clemens. Su ciudad natal, donde comenzó sus estudios el pequeño Twain, se convirtió en el espacio geográfico que le sirvió de inspiración para idear el pueblo ficticio de San Petersburgo donde se desarrollan las acciones de Las aventuras de Tom Sawyer y su secuela, Las aventuras de Huckleberry Finn.
Una de las hermanas menores de Samuel había muerto, pero el futuro escritor no sabía que la tragedia no se había retirado aún de su casa familiar. En 1847, a causa de una neumonía, falleció su padre cuando él tenía once años. Esto lo marcaría por el resto de su vida, pero además tuvo un efecto inmediato: abandonó los estudios escolares al verse obligado a salir a trabajar. Su primer empleo fue como aprendiz de impresor en un periódico local. Cuatro años después, en 1851, ya trabajaba como tipógrafo. A ese período corresponden sus primeros relatos breves, algunos de corte humorístico, que fueron publicados en el Hannibal Journal, un periódico propiedad de su hermano mayor, Orion.
A los 18 años, y por un período de cuatro años, decidió abandonar su ciudad natal y convertirse en tipógrafo itinerante, con residencia en San Luis, Filadelfia, Cincinnati y Nueva York. Al mismo tiempo, su hermano adquirió parte de las acciones del Journal de Muscatine, en Iowa, en el que eran publicadas las crónicas de sus viajes que Samuel enviaba. Si bien faltaban algunos años para que el seudónimo de Mark Twain apareciera en las portadas de sus libros, los estudiosos de su obra coinciden en señalar que este período fue fermental en su carrera. El joven tenía un espíritu aventurero y una enorme curiosidad, una impronta que lo acompañaría toda la vida y que sería el motor de sus mejores ficciones.
Una anécdota que ilustra a las claras estas características de su personalidad ocurrió durante un viaje a Nueva Orleans, en el río Mississippi. Al observar cómo navegaba un grupo de barcos a vapor, decidió aprender el oficio de los capitanes de estos barcos. El nuevo trabajo le proporcionaba, al mismo tiempo, buen dinero y material para sus relatos. De hecho, esa experiencia se plasmaría, años después, en Vida en el Mississippi (1883). Entusiasmado con su nueva actividad, convenció a su hermano Henry para que trabajara con él. Esto tuvo un final de tragedia –una más en su vida– cuando su hermano falleció, en 1858, víctima de la explosión del Pennsylvania, un vapor en el que trabajaba. La muerte de Henry persiguió por el resto de su vida al escritor, abrumado por la culpa por haberlo invitado a ser parte de su aventura.
Sus viajes como periodista se multiplicaban, al igual que sus escritos. En ese período sumó una nueva actividad: comenzó a dar conferencias. Además, en 1867 partió hacia Europa y Medio Oriente, en una viaje que quedó plasmado en una colección de cartas reunidas en el libro Los inocentes en el extranjero, de 1869. En este viaje conoció a Olivia Langdon, con quien se casó en 1870 en Nueva York.
Instalada en Búfalo durante un breve período, la pareja se mudó a Hartford, Connecticut, en 1871. Su primer hijo, Langdon, contrajo difteria y murió cuando tenía sólo diecinueve meses. Fue su único hijo varón. Luego tuvieron tres hijas: Susan, Clara y Jane. A este período de su vida familiar, entre 1870 y 1880, corresponde la producción literaria más importante de Mark Twain.
Escribir lo necesario
Tres años antes de aquella noche parisina de 1879 en la que papá Twain les contaba un cuento a sus hijas, publicaba una de sus novelas clásicas, Las aventuras de Tom Sawyer (1876) que narra las aventuras y desventuras de un muchacho que vive con su tía Polly y su hermanastro Sid. Envuelto en una pelea callejera, Tom llega a su casa con la ropa sucia y se le impone como castigo pintar un cerco. A partir de ese momento comienza su periplo, que tendrá entre sus momentos más logrados la noche en que Tom acompaña a su mejor amigo, Huckleberry Finn, al cementerio. Allí los muchachos son testigos del asesinato del doctor Robinson. Un intenso periplo los conduce a una casa embrujada, y terminan por perderse en una serie de misteriosas cuevas, en busca de oro y del también misterioso indio Joe. La novela le valió a Twain que la prensa especializada lo considerada el “Dickens norteamericano”, y tuvo varias adaptaciones cinematográficas, la primera de ellas en 1938.
No hace falta bucear mucho para darse cuenta de que Las aventuras de Tom Sawyer representa una summa de la experiencia biográfica del escritor, sobre todo de su infancia, mediante una prosa luminosa con chispazos de humor. Twain supo conjugar su trabajo como periodista con su oficio de escritor de una manera que no tenía antecedentes hasta el momento. En 1881 publicó un nuevo libro: El príncipe y el mendigo (o Príncipe y mendigo, según la traducción al español), publicado primero en Canadá y un año después, en 1882, en Estados Unidos. La historia, que fue llevada al cine en varias oportunidades, relata dos vidas antagónicas que, sin embargo, se cruzan. Situada en 1537, narra la vida de dos niños físicamente idénticos: Tom Canty, un niño indigente que vive con su odioso padre, y el príncipe Eduardo, hijo de Enrique VIII de Inglaterra. Ese niño que duerme entre harapos sueña con ser príncipe y lee todo lo que llega a sus manos. Pese a que es maltratado, su amor por los libros lo transforma en un muchacho respetado entre sus pares, y aquel sueño de convertirse en príncipe se cumple, en cierta medida, cuando conoce a Eduardo, heredero de la corona. Pero la transformación de Tom de aquel chico aterido y maltratado a un muchacho respetado radica en su formación autodidacta. Otra vez, el elemento autobiográfico se cuela en sus ficciones: recordemos que el autor no pudo terminar la escuela. Twain, y esto es parte de la vigencia de Príncipe y mendigo, nos dice que la clave está en resiliencia (término que por cierto no era de uso por entonces) mediante la lectura y el conocimiento.
Navegar también es necesario
En 1883 publica Vida en el Mississippi, sobre sus recuerdos y experiencias como navegante, y dos años después aparece Las aventuras de Huckleberry Finn, la secuela de Las aventuras de Tom Sawyer, que tiene como escenario principal el río Mississippi. Publicado primero en Inglaterra y meses después en Estados Unidos, narra la historia de Huckleberry Finn, el mejor amigo de Tom Sawyer, esta vez junto a Jim, un esclavo prófugo, con quien huye con destino a Ohio. De alguna manera, este libro es un parteaguas en la obra de Twain. El humor del que hacía gala en relatos anteriores da paso a una mirada acusadora con respecto a ciertas actitudes, como el racismo. En el reto de ese viaje a lo largo del Mississippi, Twain, en la voz del narrador Huck, denuncia el racismo sureño estadounidense y la ausencia de tolerancia. Es también una celebración de la amistad entre dos hombres de diferente condición.
En 1889 la obra de Twain dio otro giro con Un yanqui en la corte del rey Arturo, protagonizado por un viajero en el tiempo, proveniente de Estados Unidos, que utiliza sus conocimientos científicos para introducir la tecnología moderna en la Inglaterra del rey Arturo. El germen de esta historia, que puede leerse como un libro de ciencia ficción, hay que rastrearlo en la amistad del escritor con Nikola Tesla y Albert Eisntein. Para ese entonces, Twain mostraba enorme interés por los avances científicos y tecnológicos, lo que lo llevó a patentar tres inventos de su autoría. El primero se llamó “Mejora de correas ajustables y desmontables para la ropa”, el segundo consistió en un extraño juego sobre hechos históricos, y el tercero fue un libro de fotos autoadhesivas, lo que equivaldría a las figuritas autoadhesivas, tan populares décadas después.
Si bien con sus conferencias, artículos y libros Twain ganaba mucho dinero, tal vez más rápidamente lo perdía. Esto se debía, sobre todo, a una seguidilla de inversiones financieras erróneas, como los 300.000 dólares que invirtió en una máquina diseñada para sustituir al tipógrafo humano en las imprentas, que casi lo lleva a la bancarrota. A raíz de su precaria situación económica emprendió una gira por Estados Unidos y el mundo en 1895, que dedicó a dictar conferencias para recaudar dinero para pagar la totalidad de las deudas a sus acreedores. A ese período corresponde la edición de la novela Recuerdos personales de Juana de Arco, dedicada a su esposa. Pero otra vez, cómo no, la experiencia de la gira de conferencias le sirvió para un nuevo libro: Siguiendo el Ecuador, publicado en 1897.
Su mejora económica no fue acompañada por la felicidad familiar. Su hija Susy falleció a los 24 años de edad, a causa de meningitis. Posteriomente Twain se refugió en la escritura y publicó Los sinsabores de la vida humilde y El corruptor de Hadleyburg, ambos de 1900. En 1904 su esposa Olivia falleció de un paro cardíaco, circunstancia que condujo a Twain a una depresión severa. Ermitaño, recién en 1907 volvió a salir de su casa, para recibir el título de doctor honoris causa que le otorgó la Universidad de Oxford de Inglaterra, que coincide con la publicación de Chapters from my Autobiography, una serie de 25 entregas para la revista literaria North American Review, que en español y en formato libro se conocieron años después bajo el título de Autobiografía. El 21 de abril de 1910, a los 74 años, Mark Twain –considerado el “Dickens norteamericano” o “el padre de la literatura norteamericana”, en palabras de William Faulkner– falleció de un paro cardíaco, dejando como legado una de las obras más sólidas y humanas de la literatura estadounidense.
Algunos libros
Consignar todas las ediciones de Mark Twain, incluyendo las póstumas, sería un trabajo casi titánico. En consecuencia, esta lista no exhaustiva incluye algunos de los libros editados en vida por el escritor.
La célebre rana saltarina del distrito de Calaveras (1867)
Guía para viajeros inocentes (1868)
Los inocentes en el extranjero (1869)
Una vida dura (1872)
Un sueño raro (1872)
Cuentos humorísticos (1872)
Los inocentes en su país (1873)
Las aventuras de Tom Sawyer (1876)
Una excursión tranquila (1878)
Un vagabundo en el extranjero (1880)
El príncipe y el mendigo (1882)
Vida en el Mississippi (1883)
Las aventuras de Huckleberry Finn (1884)
Un yanqui en la corte del rey Arturo (1889)
El pretendiente americano (1892)
Recuerdos personales de Juana de Arco (1896)
Siguiendo al Ecuador (1897)
Tom Sawyer, detective (1897)
El corruptor de Hadleyburg (1899)
Los sinsabores de la vida humilde (1900)
El hombre que corrompió a una ciudad (1900)
Dos detectives ante un barril (1902)
La historia de un caballo (1907)
Los escritos irreverentes (1909)