Los judíos colaboracionistas
La madriguera, la última novela de Milton Fornaro (Minas, 1957) está situada en tres tiempos diferentes —1939, 1960 y 2006— y en cuatro secciones “Montevideo”, “Danzig”, “Buenos Aires – Montevideo” y “Montevideo”. El inicio de la historia es en el Palacio Durazno, donde Fornaro va presentando algunos de los personajes que serán desarrollados en el correr de la trama. Uno de ellos es el protagonista, el detective Arquímedes B. Carson, quien sobrevive a salto de mata con una pequeña renta de unos campos familiares, y es pareja de Ruth Goldwicz —la actual administradora del edificio — que se la ingenia para cuidar a su madre Ruth, viuda de Aarón, que también, al igual que su hija, administró en la década del 60 el palacio Durazno.
Arquímedes es contratado por Mara, una de las inquilinas del Palacio Durazno y presidente del colectivo denominado “El Poder Rosa Revolucionario”, para una extraña misión. Buscar la manera de que integrantes del otro colectivo de gays y lesbianas (“El Poder Rosa”) no se muden al Palacio Durazno. Se trata de no perder el protagonismo y repelar al colectivo enemigo. La idea es inundar el sótano de ratas y esperar que, luego que el hecho sea amplificado por la prensa, El Poder Rosa desista en mudarse al edificio. La “misión” comienza bien hasta que, con el fin de exterminar a los roedores en el sótano del edificio, encuentran restos óseos junto a monedas uruguayas y argentinas. En principio, se cree que puede tratarse de un crimen de última dictadura, pero las monedas y otros detalles no coinciden.
El detective toma el asunto como algo personal y comienza a investigar la identidad de los restos óseos y qué pudo haberle ocurrido a ese individuo. Descubre que el edificio ya había estado en el centro de la escena policial en 1957 cuando en la planta baja se hospedó Paulette Donatti, una francesa que se había casado con el poderoso empresario textil italiano Paolo Alberzoni, radicado en Paraguay. Donatti, que había denunciado por amenazas a su marido, finalmente apareció muerta en un chalet en Punta del Este, y nunca se supo si fue un accidente o un asesinato. Este caso, cabe consignar, fue verídico y es uno de los casos más resonantes de la crónica policial uruguaya.
La estructura de la novela lleva al tempo narrativo a 1939, situando la trama en el campo de concentración Stutthof, el primer campo de concentración construido fuera de la Alemania nazi, ubicado en el antiguo territorio de la Ciudad Libre de Danzig. Allí, un joven Aarón y su amigo Nathan Kucek son tomados prisioneros. Nathan muere prácticamente famélico no sin antes ser padre de Yankev, un niño al cual su madre Hindele Moskver, envía fuera del territorio alemán a la casa de unos parientes en Palestina. Aarón sobrevivirá a costa de convertirse en un traidor de su propio pueblo, en un renegado que no escatima en colaborar con los nazis en pos de su sobrevivencia. Tras la derrota del régimen nazista, Aarón emprenderá su viaje hacia América del Sur y recalará en Montevideo.
La madriguera es una muy buena novela policial de Milton Formaro, uno de los principales autores uruguayos dentro del género —recordemos Cadáver se necesita, Hoy fue uno de esos días, entre otros— primero porque el misterio inicial (el hallazgo casual de los huesos óseos) plantea un giro interesante. Resolver un asesinato ocurrido cincuenta años atrás y conocer qué lo motivó, incluso a sabiendas que es muy probable, por el tiempo transcurrido, que el o los asesinos, ya estén muertos. Lo segundo es que ese misterio inicial oficia de disparador para conocer otros crímenes igual de aberrantes a los del régimen nazi: los cometidos por judíos colaboracionistas de Hitler.