Por Eldys Baratute.
Un primer acercamiento a la poesía de Plano aberrante (2023), libro de Vivianne que gracias a la Editorial Club ha podido llegar a los lectores, pudiera generar un leve desconcierto, pero no muy diferente del que provoca, más seguido de lo que quisiéramos, la propia vida. Muchos habrán escuchado sus creaciones dichas a viva voz, otros quizás conozcan su trabajo en POETA SOPORTA POETA, que busca llevar la poesía más allá de sus espacios “habituales”, y no falarán quienes hayan asistido a sus encuentros de la Escuela de Poesía, que de todas estas maneras sobrepasa esta mujer el solitario trance de la creación lírica.
El sujeto de estos poemas (los sujetos) no se conforman con mirar, se apasionan, señalan, pero no puede eludir la enajenación ante la pérdida del mundo hasta ahora conocido, despersonalización que le lleva a sentirse robot con solo vestigios del ser humano que alguna vez fue, vestigios que le ponen en peligro, que lo diferencian de quienes constituyen -ya- la media, la mayoría apabullante que solo existe en lo virtual, en lo automático, en lo preconcebido por unos pocos. Lo social, la decadencia de la que somos parte no se describe en estos versos, se experimenta, se siente, y muy adentro, en la médula de todo, quizás porque sirve de hilo conductor un amor casi inexpresado, unidireccional, a duras penas perceptible por momentos como si aflorara por descuido, un amor inconfesado ¿por miedo?, ¿porque está siempre a punto de perder su objeto?
Todo eso pudiera pasar por la mente del lector en algún momento del tránsito por estas páginas, pero poco a poco se descubre una voz no solo resiliente, sino luchadora activa por rescatar eso que parece perder sin remedio, y que está dispuesta a todo por conseguirlo, y lo explicita: “En el futbol y en la vida, golpeada, ninguneada y cansada / pero nunca derrotada /cuando vos me pegues fuerte /fíjate porque se viene harto corte de luz en tu lado de la cancha”, y en esos versos que tanto me recuerdan al Hemingway de El viejo y el mar, está claro que la derrota la pondrá el otro.
En algún momento el poeta deja de ocultarse y ya no se puede desligar del sujeto lírico: “Yo no le estoy escribiendo esto a alguien. / Yo le estoy escribiendo a todo aquello que un día nos frenó”, dice, y es evidente que se ha desprendido de lastres y baja ligera -este libro es un viaje en adversas circunstancias, se explicita en la tapa-, es un juego… ¿de fútbol? Es el fútbol uno de los recursos usados par decir, los futbolistas, ya sea un Cantona irascible y triunfante o un Dubois, rebelde con causa, asesinado al fin por inconveniente.
“Tanto para el yo lírico como para el lector ‒apunta Déborah Rostán‒, la realidad, ya sea por la distorsión producida por la violencia, ya sea por el consumo de las sustancias, o por el acto mismo de escribir, es una realidad que no se mueve en línea recta, menos aún de forma estable. Solamente la escritura logra, a medias, darle forma a la vida”.
Y es que para la poeta “Mi única familia es la palabra”, y esta palabra es también su arma, con ella se defiende de esa gente que “es una máquina de matar gente”, porque sus palabras son “cuchillos en la lengua / para quien haga falta”.
Plano aberrante es un libro para reflexionar, pero también una invitación a actuar. No importa si Vivianne dice “no le deseo a nadie en el mundo leer mis poemas”, al publicarlos, para suerte nuestra, se desmiente. No importa si alguna vez ha juzgado al otro hasta preguntarse “quién mierda me pienso que soy”. ¿quién de nosotros no lo ha hecho y ni siquiera ha pensado en cuestionárselo? Eso la salva, y la fe, su “mejor defecto fuera de control”. Por eso resucita constantemente. Por eso el poema de cierre desde el que se llama a sí misma desde todos sus yo: “Vivianne, volvé que te esperamos” abre, para ella y para todos nosotros, una puerta a la luz, a la esperanza.