Por Eldys Baratute.
Mi abuela es como el sol, se levanta despacito despacito.
Mimabuela es como el gallo, canta y canta muy temprano.
Mi abuela es como una araña teje y teje sin cansancio.*
Cuando escucha contar a Niré Collazo uno se siente en un mundo paralelo en el que todo lo demás desaparece y solo se quedan, flotando, las palabras, ella y tú. Uno tiene la certeza de que esa mujer, que ha dedicado parte de su vida a la narración oral y es un referente en varios países de América y Europa, estaba contando una historia solo para ti, y te sientes único, especial, afortunado. Esos minutos quizás sean los más importantes de tu día, de tu semana, del mes o del año. Ese es el único momento de tu vida en el que ves las palabras frente a ti. No es metáfora, es real. Mientras ella cuenta, las palabras, inquietas, irreverentes, saltarinas, se calman y se duermen a su alrededor para que ella vaya formando frases, oraciones, historias que por más que hayan sido leídas antes, no se parecen. Uno puede, incluso, escucharlas más de una vez y parecen distintas. En eso consiste la magia de su contar. Pero aunque muchos no lo saben, Niré también quiso ser bailarina. “La etapa del ballet español en mi infancia y adolescencia fue muy importante para mí. Adquirí disciplina, compromiso, aprendí a trabajar en equipo. Herramientas que han sido útiles hasta el día de hoy. Me hubiera gustado, sí, seguir con la danza pero eran épocas donde lo artístico parecía un hobby y no una carrera, o una forma de ganarse la vida.
“Colgar las zapatillas y las castañuelas fue doloroso, lo mismo que regalar mis libros de literatura infantil de mi biblioteca. Son dos hechos que han marcado mi vida. Hoy día han pasado a ser parte de mis cuentos. Cuando los niños y niñas me preguntan qué cosa triste me pasó cuando era niña, yo nombro esos dos acontecimientos, los recuerdo con cariño.
Hoy día me encanta ver ballet en vivo o en otros soportes. Me emociona la música que provoca que esos cuerpos vuelen. Valoro mucho el arte en todas sus manifestaciones, pero la danza es tan sacrificada que admiro a quienes la eligieron para manifestarse”.
3 preguntas, 3 respuestas
¿Miedo en la escena?
Miedo no, nervios siempre. Mi ser empieza a vivir el momento de la narración oral el día antes, pero también puedo estar meses pensando en un guion, en un tema, en un título para una función.
¿Lecturas?
Mi enamoramiento es bastante infiel porque son muchos autores y autoras que me gustan.
Nombro algunos que viven conmigo desde la adolescencia: Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Circe Maia, Octavio Paz, Cristina Peri Rossi, Mauricio Rosencof, Felisberto Hernández, José María Obaldía, Eduardo Galeano, Mario Benedetti, Ignacio Martínez, Lía Shenck, Ema Wolf. Últimamente he incorporado a una escritora cordobesa, Viviana Rivero. Luego hay toda una riqueza enorme en lo que es literatura infantil y juvenil. Pero eso lo dejamos para otro día.
¿Familia?
Sin la familia no podría. Mi familia es mi gran soporte amoroso y gran consejera y crítica. Pendientes siempre de mis pasos.
Los narradores orales por lo general son muy observadores, sobre todo si han trabajado mucho con niños. Tienen que, en un segundo, descubrir cuál es el más intranquilo del grupo (en ocasiones puede que sea un adulto), descubrir qué le gusta, cómo llamar su atención, hacerlo sentir que eres parte de su vida. Saltar con él, reír con él, asombrarte con él y al mismo tiempo, mantener la atención de los demás. Todo eso en medio del bullicio, las risas, los estornudos, algo tan distante al silencio de un museo. Nunca nadie pudiera imaginar que Niré alguna vez hizo del Gurvich su casa. “El Museo Gurvich fue otra época muy importante en mi vida. Mi viaje por los museos empezó en el Blanes, donde hice un taller llamado ‘Rescate de la memoria de la cuenca del arroyo Miguelete’. Se acercaron varias personas, todas mujeres. Realizamos un trabajo hermoso terminando el Día del Patrimonio con narración de las integrantes del taller.
“Estando en el Blanes recibí la invitación de Arturo Toscano, director del Museo Antropológico, sito en la calle Instrucciones de Montevideo. La casa era la quinta de la familia Mendilarzu. Unos cuantos miles de metros cuadrados con jardines y fuente interior como de película. Ahí es donde recibía escolares con visitas narradas.
“Luego llegué al Museo Gurvich y me enamoré de la obra de Gurvich, estudié su vida y armé un programa adaptado principalmente a la primera infancia.
“Aclaro que no soy guía y nunca pretendí serlo, soy narradora que cuenta las obras y la vida del artista desde lo anecdótico. Para esto tuve el apoyo de un fuerte equipo del museo, de Martín Gurvich y de su madre, Totó. Así transcurrían las visitas que fueron un éxito.
“Luego agregamos el taller de plástica dirigido a escolares más grandecitos. El programa sigue funcionando con éxito. Hablo de cuando el Museo Gurvich estaba frente al Cabildo de Montevideo. También participé, indirectamente, en la elección del nuevo edificio del Museo que está en la peatonal Sarandí.
“Creo que los museos son un nicho no explorado aún por los narradores o no hay programas que avalen su participación.
“También tuve un pasaje por el Museo Naval, el Aeronáutico y el del Carnaval.
“Pero en el Gurvich estuve varios años, como narradora y luego fui directora del programa educativo”.
Cuando supe que Niré había sido parte del servicio de voluntarias Damas Rosadas en el Hospital de Clínicas, me la imaginé con un vestido largo, con vuelos de encajes, y una varita, jugando a ser un hada, repartiendo cuentos por las habitaciones, concediendo deseos. Sin embargo fue otra su historia. “Todo en la vida lo tomo como una enseñanza. Aprendí mucho haciendo el curso de voluntariado en el Hospital de Clínicas. ¿Si lo haría de nuevo? Creo que se necesita gente joven, aunque las voluntarias siempre son mayores. Se necesita tiempo libre para serlo y gran vocación de servicio. Tengo varias anécdotas registradas en uno de mis cuadernos, aunque algunas prefiero no contarlas.
“Mis primeros días de voluntaria fueron en ingresos. Yo estaba en las oficinas. Allí había funcionarios que tomaban datos a los pacientes que ingresarían. Época donde se escribía a máquina todavía. Yo no hacía mucha cosa allí pero observaba que las personas que daban sus datos se ponían muy nerviosas cuando llegaba la pregunta ¿es donante o no es donante? Por eso empecé a conversar con la gente mientras esperaban fuera. La mayoría eran del interior. Con algunas verdades y otras no tanto los preparaba para esa pregunta tan terrible luego de conversar conmigo y el paciente entraba a dar sus datos mucho más aliviado. También estuve en Ginecología y en piso 11. Pero esto queda en mi recuerdo”.
Y aunque quiero dejar que siga narrando, ver cómo sus ojos brillan cuando dice la palabra “abuela”, la provoco y ella sin dejar que se le escape el brillo, habla. “Llego a la narración oral sin querer y sin conocer mucho del tema. Lo que sí sé es que siempre me gustó comunicar, con la danza, con la escritura, y de pronto me presentan este arte: el de contar cuentos e historias. Fue un gran descubrimiento. Me enamoré de la narración como manifestación inherente al ser humano, como herramienta y como arma para lograr la paz. Esta es mi frase desde hace varios años junto con ‘los narradores y narradoras orales somos factor de cambio social’.
“Agradezco siempre a la Asociación Uruguaya de Literatura Infantil (AULI) y a su promotora, la doctora Sylvia Puentes de Oyenar, haberme invitado a participar del Club de narradores Dora Pastoriza de Etchebarne y viajar al primer encuentro de narradores orales en Buenos Aires. En ese momento yo cursaba la Cátedra de Literatura Infantil y Juvenil en la Biblioteca Nacional en Montevideo.
“Cuando volví de ese encuentro de narradores orales, cuenteros y cuentacuentos, ya sabía que mi vida cambiaría. Llegué deslumbrada y con energía para hacer lo mismo en Uruguay. El encuentro en Argentina fue y sigue siendo un gran aprendizaje, motivador y espacio donde nos juntamos una vez al año narradores de otras partes del mundo, nos conocemos y confraternizamos. Esto hizo que me lanzara junto a Jacqueline de Barros a realizar La Fiesta de la Palabra en el LATU. Al año siguiente Jacqueline pasó a residir en España y yo no podía dejar morir el proyecto.
“Surgen así, año a año, los encuentros de narradores y luego el gran Festival Internacional de narración oral Cuentos por la Paz. Primero en San José, luego varias ediciones en el Teatro Solís, en pandemia por zoom y, en el año 2023, en Sala Camacuá y muchas escuelas. Festivales de varios días con muchos narradores participando con cientos de escolares escuchando cuentos. Agradecida siempre a todas las instituciones, organismos, la prensa, narradores/as que hicieron posible tremendo proyecto”.
Por supuesto, a esta altura de nuestra conversación tengo la seguridad de que Niré ha leído y ha leído mucho. Y que incluso además de contar historias, las escribe. Hay algo en el espíritu de esta mujer que no la deja estar quieta, que la hace buscar la emoción en los otros. No importa si es través de la oralidad o la palabra escrita. “La necesidad de leer y escribir nacieron conmigo. Que recuerde, mi juego favorito era escribir cartas a mi gata o a mis perros. En la adolescencia escribía poemas y cuentos. Pena que un día me vino la vergüenza y tiré todo. Retomé la escritura en cuadernos, cuadernolas y en cuanto papelito encontraba. Al día de hoy, y aún con celular y otros dispositivos, uso birome y papel.
“Reviso la cartera antes de salir, me puedo olvidar de algún documento, pero de la libretita y la lapicera nunca. Escribo en salas de espera o donde sea. Tengo algunas publicaciones en Uruguay y en Brasil. Por citar algunas, Aladi… te cuenta, época que fui consultora en la Asociación Latinoamericana de Integración con el programa Aladi te cuenta. Miles de libros editados por Aladi están en bibliotecas de escuelas y de secundaria. Plan Ceibal tiene Facundo y su guitarra, muy leído por los escolares, con Planeta se editó Abú quiere contar, un libro álbum ilustrado por Lucía Franco. Hoy Abú es casi una marca.También Planeta editó Para contar mejor, un libro teórico práctico para quienes coordinan grupos. También tengo algunas publicaciones en AULI y en columnas en diarios y revistas”.
Caszacuento es una escuela de narración oral de referencia en Uruguay y el resto del mundo. No pocos narradores han pasado por ahí y no pocos le deben su formación a Niré, esta mujer que es un ejemplo de magisterio, quien dice que es “casi” maestra y recalca el “casi”. “Me gusta decir ‘casi’ por eso de no apropiarme de diplomas que no me corresponden. Aunque estuve a punto de recibirme, fue una época en la que cerraron el instituto en 1973, año que marcó nuestras vidas y la del país. Las cosas por algo se dan y hay que dejar fluir. Quizás no hubiera sido narradora ni escritora. El magisterio es un apostolado”.
Y la dejo que respire, que muestre esa sonrisa que es toda suya cuando está en escena y siga narrando.
Mi abuela tiene manchas pero no es leopardo
Tiene arrugas pero no es elefante, tiene pelo blanco y no es oso polar.
Mi abuela anda en monopatín y come chupetín.
Juega a la escondida, cocina las mejores papas fritas, pinta y toca castañuelas.
Mi abuela me cuenta un cuento y me dice al oído: que sueñes con los angelitos que yo voy a soñar contigo.
A una abuela que sube a un monopatín se le hace una pregunta incómoda. O al menos algo que la haga vacilar, pero Niré no vacila, no es lo suyo. Y si algún autor creyese que contar su historia evita que el niño vaya más tarde al libro, ella le contesta. “Los narradores y narradoras acercamos el libro al lector. Muchas veces van al libro luego de haber escuchado un cuento que estaba ahí encerradito, ahogado por el peso de otras hojas y tapas. Cuando se narra, el libro toma vida. Los niños aman que se repitan las historias”.
Algunas escuelas prefieren al narrador oral neutro, sin mucho desenvolvimiento en la escena, con ropa negra, dándole más fuerza a la palabra. Otras apuestan por lo más cercano a lo actoral, el desplazamiento, los cambios en el tono de voz, el histrionismo. “Este es un tema que me gusta. Vengo de una escuela donde hay que vestirse de negro, no usar accesorios y narrar sentada con las manos sobre las rodillas. Así narraba Dora Pastoriza de Etchebarne, luego conocí a Francisco Garzón Céspedes, otro referente, vestido de negro pero con movimiento escénico, aunque muy estudiado. A mí megusta mucho una narración austera, donde la historia es la que nos lleva de viaje. Aunque soy bastante transgresora. Fui de las primeras en usar vestuario y de hacer puestas escénicas en teatro. La narración sale del aula y toma otros espacios. Si vamos a la historia veremos que los decidores, narradores o cómo se les llamara según la época, eran muy valorados por sus cambios de voz. La narración oral ha ido ¿evolucionando? Me pregunto si es tan bueno que se transforme en un stand up, o una declamación, o un café concert.
“Según el público a quien va dirigida la función elijo qué soporte me acompaña. Que también puede ser ninguno. Pero sí, me gusta mucho una buena puesta en escena, sin abuso de recursos”.
Y aunque se pone de pie, la detengo, no quiero dejar esta y otras preguntas fuera. Su criterio es de los más autorizados en Uruguay y Latinoamérica, y aunque los niños y yo queremos saber cómo termina la historia de Abú, sigo provocándola. “Solo diré como sugerencia a las personas que deseen formarse como narradoras que, antes de inscribirse en algún taller, investiguen la formación de los docentes, su trayectoria internacional, los materiales publicados, premios. Me preocupa que con dos horas semanales durante un año digan que ya son narradores/as. La narración oral es un arte y como tal hay que estar en constante formación e investigación, apostando a la creatividad y a la búsqueda del propio estilo”.
Abú te ama
Mi abuela se queda dormida y yo la arropo con la manta a cuadritos.
Mi abuela ronca y no escucha que le digo abuela te amo, te amo hasta el infinito.
Y aunque ya está terminando de contar su historia (la de Abú), veo la cara de los niños, emocionados, felices, sintiéndose únicos y, como los magos, saco una última pregunta del sombrero y la interrumpo. “Es difícil decir con palabras lo que se siente cuando veo esas caritas que me miran en silencio, esperando que la magia comience. Unos dicen ‘ya te conozco’, otros, ‘te manda saludos mi prima’ o preguntan ‘si tengo el librito más chiquito del mundo’. Muy muy lindo contar con público infantil. Son respetuosos y espontáneos”.
*Abú quiere contar, de Niré Collazo. Ilustraciones Lucía Franco. Editado por Planeta en 2021.
Nire Collazo
Niré Collazo es narradora oral, escritora, productora, directora de Caszacuento, escuela de narración oral. Coordinadora RIC (Red Internacional de Cuentacuentos) para Uruguay. Experta en literatura infantil y juvenil, universal e iberoamericana. Organizadora de los Encuentros de Narradores Orales en Montevideo-Uruguay desde el año 1999 a la fecha. Ha participado en calidad de invitada en ferias de libros, encuentros y festivales en Argentina, Brasil, Chile, Cuba, México, Venezuela, Perú, Uruguay y Estados Unidos.
Ha publicado, entre otros, los libros Para contar mejor; Abú quiere contar y Abrapalabra. Ha obtenido los premios Legión del Libro, de la Cámara Uruguaya del Libro; Pajarita de Papel, de biblioteca pública de Bahía Blanca, Argentina; Victoria, por su labor solidaria; ContARTE, del festival de narración oral en La Habana, Cuba, y ha sido nombrada embajadora cultural por el gobierno municipal de Ciudad de la Costa.