Por Nelson Díaz.
¿Qué sucedería si un buen día usted descubre que, para las autoridades, en algún olvidado expediente burocrático, descansa su certificado de defunción?
Con esto se encuentra Joao Paulo Vieira Machado de Cuenca el último sábado de abril de 2011, en un expediente fechado el 14 de julio de 2008 que certifica su fallecimiento. ¿Quién es la mujer que ha identificado un cadáver con su nombre? En medio de la investigación, el narrador/personaje abandonará la novela que intenta escribir para continuar con sus viajes para promocionar sus traducciones; sufrirá transitorias separaciones de pareja, emprenderá una crítica cínica y mordaz sobre el mundo periodístico, artístico y de negocios; despotricará contra las formas estandarizadas de la literatura; revisará sus antepasados, , detonará sus vicios y se dará de frente con una Río de Janeiro que se prepara para ser sede de los Juegos Olímpicos.
Allí es donde la ciudad se erige como protagonista, con su arquitectura, su historia, sus contornos sociales y el displacer que provoca esa mezcla de cemento y mar que caracteriza a Rio de Janeiro.
En Descubrí que estaba muerto (publicado por Tusquets), el autor trabaja la superposición autor/narrador/personaje, el delgado límite entre la ficción y la realidad, con reminiscencias de Ciudad de Cristal, aquella novela breve e intensa de la Trilogía de Nueva York de Paul Auster.
En ese examen de autoconocimento, el protagonista comenzará a desaparecer lentamente. Opta por el encierro, y el abandono, como sí, en un juego de espejos y apariencias, se volviese aquel con quien ha sido confundido.