“Nunca estoy nervioso con la cámara en la mano, con ella siento como si tuviera un poder”.
Por Fernando Sánchez.
Se mueve en el mundo de la moda con holgura y desenfado. Ha trabajado para marcas prestigiosas y su lente ha retratado modelos, músicos, actrices y figuras muy conocidas del mundo del espectáculo y la farándula rioplatense. Comenzó muy joven a hacer fotos y desde entonces no se ha detenido.
A inicios de este siglo la humanidad comenzó a experimentar una transformación radical en la comunicación, el relacionamiento y el consumo de información gracias al auge de internet. Los adolescentes de aquellos años, esos que hoy llamamos millennials, devinieron protagonistas del cambio de era y crecieron en el seno de la tecnología, la globalización y la cultura popular. Bruno Nogueira, o Bruno Ilusorio, como suele llamarse, fue uno de esos jóvenes.
Bruno creció mirando MTV, fascinado por los videoclips y el universo del pop. Las imágenes que salían del canal lo atrapaban y se convertían en una influencia subrepticia, misteriosa. A los trece años ya investigaba en la computadora y experimentaba haciendo páginas web de artistas de los cuales era fan. Por ese entonces, su padre comenzó a traer del trabajo una cámara digital, de esas pequeñas y grises que hoy sólo se encuentran, cual rareza, en alguna feria. Bruno comenzó a sacarle fotos a su hermana chiquita y a descubrir una forma de expresión deslumbrante.
Con esa misma cámara empezó a tomar imágenes para Fotolog, una página muy popular en esos años que permitía subir una foto diaria acompañada de un texto. Aquella especie de bitácora se convirtió de hecho en una red social, aunque aún el término no estaba acuñado, y marcó a buena parte de la generación de Bruno. “Fue re importante para mí. Era el lugar donde yo podía mostrar lo que hacía, era mi Instagram. Ahí conocí a mis primeros amigos por fuera del liceo, a Soledad, que tenía un grupo de amigos que se vestían increíbles, súper cool, las primeras personas distintas que conocía. Soledad y yo vivíamos a tres cuadras, nuestros caminos se cruzaron de casualidad. Estos amigos me llevaron a todo el mundo alternativo y under de Montevideo. Si no hubiese sido por Fotolog, no sé cómo los hubiera conocido en ese momento de la vida. Mis amigos no tenían nada que ver con ese mundo. Fotolog me ayudó un montón, me conectó con todo”, recuerda.
En sus publicaciones en la plataforma cuyo cierre se produjo en 2016, Bruno trataba de simular imágenes de estudio profesionales. Armado de una lámpara y un acolchado como especie de sin fin, el principiante fotógrafo se empecinaba en hacer fotos, sin tener muy en claro que, en efecto, estaba conformando un estudio casero. Para él, asevera, ser fotógrafo no era un trabajo. “A través del Fotolog conocí a la modelo Anita Rondan. Ella fue mi primer contacto con la moda y ahí entendí que existía ‘ser fotógrafo’. Me hice amigo de Anita y empezamos con las fotos y producciones. Ella dirigía una revista y mi primer trabajo fue con ella. Fui aprendiendo solo”, relata al recordar esa etapa germinal en su vida.
¿Llegaste a seguir alguna formación profesional?
Más o menos. Me metí a hacer Diseño Gráfico en la UTU y después lo abandoné porque empezaron a hablar de cómo a través de la imagen vos podías manipular a las personas para vender algo. Me traumatizó eso, me puso re anticapitalista y me dije: “Tengo que ser psicólogo porque me gusta ayudar a la gente”. Pero después sentí que no podía vivir sin arte y volví a las fotos, hice diseño gráfico de vuelta. Hacía las fotos para emplearlas en el diseño. Esa fue mi primera formación, la primera vez que estudiaba algo relacionado a la fotografía. En ese proceso conocí a alguien que iba a Bellas Artes y comencé a ir a esa facultad. Ahí conocí a una amiga que tenía una cámara profesional y tuve mi primer contacto con una cámara de este tipo. Comencé a hacer cosas con cámaras prestadas y aprendiendo por mi cuenta.
En 2013 fue tu primera exposición en el Subte, como parte de la muestra Punto de encuentro. ¿Habías mostrado tu trabajo antes?
Oficialmente fue mi primera exhibición, pero ya había hecho cosas comerciales. En 2010 salió mi primera foto impresa en una revista y ya en 2011 trabajaba para una escuela de diseño. Empecé a hacer fotos, fotos, fotos y no paré. De Fotolog pasamos a Facebook. En 2011 formé un grupo con un amigo que hacía estilismo y otra amiga que hacía maquillaje y armamos un estudio en mi garaje. Ahí comencé a comprarme flashes, sin fin, equipos más profesionales. Arrancamos a hacer fotos de estudio por amor al arte. En ese momento nadie hacía eso. Todos los fotógrafos que había mostraban su trabajo a través de los laburos. Creo que eso me ayudó un poco a encontrar un lugar en el mercado. Era alguien nuevo, chico, que estaba haciendo algo que nadie más hacía acá. Después comenzó a suceder naturalmente. Fue así, haciendo muchas fotos entre nosotros, como comenzaron a surgir laburos.
La moda ha sido tu hábitat desde tus inicios. ¿Qué le aportó a tu carrera?
Encontré que la moda manejaba el mismo lenguaje que usaban los artistas que me gustaban antes. Soy fanático de la revista Rolling Stone y me encanta las producciones que realizan. Es el mismo lenguaje que una producción de moda, sólo que en la moda se focalizan en vender la ropa; en lo otro querés vender a la persona. Por eso, cada vez que trabajo en moda trato de que todos queden contentos y piensen que en ese momento son un ícono pop. Es seductor laburar usando el lenguaje de lo que me gustaba en otra cosa, porque la moda tampoco es algo que me encante.
Mencionas a la revista Rolling Stone, ¿qué más te gustaba?, ¿de dónde tomabas referencias?, ¿qué artistas te interesaban?
La tapa de la Rolling que más me fascina es una en la que está Cristina Aguilera desnuda con una guitarra eléctrica. Cuando vi eso no lo podía creer. Para ese momento era supercolorida, ella estaba en bolas, pero no en una forma porno, sino más bien como revelándose. Esa idea me marcó: alguien que no se anima a liberarse, que en el momento de la foto pueda liberarse, enfrentar sus propios límites. Es una de las principales razones por las cuales me gusta hacer que la gente se desbole, no tanto por algo sexual o porque a mí me caliente, ni en pedo. Espero que la persona se sienta lo más sexy y rebelde posible. Tuve todas las redes sociales de las épocas que fui transitando: Blogspot, Myspace, algunas raras que no me acuerdo ahora. Ahí descubría música, me metía en internet y buscaba. También fue muy complicada aquella época, 2002, la crisis, nos cortaron el cable, todo se vino abajo. Igual juntaba monedas para comprarme un CD o una revista, estaba meses juntando. Además, vivía en Parque del Plata, era más difícil que llegaran las cosas. Tenía una amiga que viajaba a Montevideo y grababa cosas en el VHS y me lo prestaba. Tuve cable por etapas. Había un canal argentino que se llamaba Music 21, que era muy alternativo. Ahí conocí a Bjork, toda la videografía de Madonna, y tantas cosas del mundo del pop.
¿De qué mecanismos o herramientas te vales para que en una sesión de fotos el o la modelo muestre lo que buscas, lo que quieres sacar a la luz?
Depende del tipo de fotos que quiero hacer con esa persona. Si es una modelo, capaz que ya voy con la idea del maquillaje, el pelo, el estilismo. Pero en general, más allá de la idea con que vaya, el objetivo es conectar con la persona. El reto es siempre que la persona confíe y se abra a mí, que yo le diga que se ponga un pie en la cabeza y se lo ponga, y si no sale, no sale, pero lo vivimos los dos juntos. El objetivo está en que rompan sus propias barreras y hacer algo con onda, que tenga personalidad, que se sientan bien consigo mismos.
¿Qué tal resulta trabajar para una marca de peso en el mercado? ¿Cómo logras insertar tu visión cuando te contratan para una campaña con todo ya pensado y armado?
Cuando trabajo con clientes busco que nos sintamos bien, porque creo que si yo o alguien se siente mal no se puede llegar a un buen resultado. Entonces, priorizo que haya buena onda y compartir el laburo. Si viene una marca es porque quiere algo, no me voy a imponer yo ni mi visión. Es un trabajo compartido. A veces pasa que vienen de una marca y me piden para trabajar juntos porque quieren algo más loco, más fresco, y al final no logran ser frescos porque tal vez se limitan sólo a vender y eso que quieren no lo pueden lograr conmigo. Aprendí a soltar cuando pasa eso, a entender que es un laburo y que no es lo que hago al cien por ciento. También, a lo largo del tiempo, he trabajado para liberarme del ego, para que no me afecte si un trabajo no queda tan bueno. Es muy profundo en realidad. Cuando recién empezás te puede dar vergüenza mostrar la foto en el momento, cargás con muchas inseguridades porque te da miedo lo que van a opinar de tus fotos. Es mucha responsabilidad. Hice ese trabajo de soltar y comprender que la foto final es un montón de decisiones de todo el mundo. Yo no soy mi trabajo, por eso “Bruno Ilusorio”, aunque es una parte de mí, igual. Pero no quiero representarme totalmente con mi trabajo, porque si no es como si estuviera todo el tiempo buscando la aprobación de mi persona a través de lo que hago. Eso te puede volver medio loco y tu autoestima fluctúa constantemente. Por un lado está bueno trabajar en equipo. Aprendés a ser humilde y que las decisiones las tomen también otras personas, no sólo vos. Por otro lado, sos parte del capitalismo, en el cual el objetivo es seguir vendiendo y vendiendo. Cuando se puso de moda ser inclusivos, metían todo en una campaña: pongamos al afro, pongamos a la gorda, pongamos al gay, a la trans… Si querés ser inclusivo, que sea una persona trans la cara de tu marca, por ejemplo. Eso es ser inclusivo.
¿Tienes noes?
Me cuesta decir que no. Es algo en lo que tengo que trabajar porque me cuesta decirle que no a un laburo y las veces que lo he hecho es porque estoy muy cansado, pero siempre me terminan convenciendo. En una época, cuando estaba muy espiritual y en contra de todo, no quería hacer campañas que hicieran daño al mundo de ninguna forma, pero después me di cuenta de que no podría entonces ni usar la computadora. Fue otra cosa que tuve que entender. A lo único que digo que no es a los eventos, no aguanto los eventos, porque no es lo que hago y resulta agotador. Me queda la cabeza con mucho ruido. Es a lo único que digo que no, porque es otra cosa. Eventos de moda he hecho alguna vez, pero porque están las modelos, que me conocen, hay gente que conozco, puedo hacer cosas más divertidas.
Registrar momentos
Contrario a lo que podría pensarse cuando se habla de un fotógrafo, las influencias de Bruno Ilusorio no han venido del mundo de la fotografía o de las artes visuales propiamente, sino del brillo y el glamur del espectáculo, de la moda, de la música. El fotógrafo que es hoy proviene de todo aquello de lo que ha sido fan. Cuando Bruno es fan de alguien, esa persona, asevera, comienza a inspirarlo con lo que hace. “Pero no podría ser sólo fan, es como que mi fanatismo me lleva a querer a hacer algo con esa persona”, aclara. Ante su lente han posado innumerables artistas, modelos y figuras de la farándula rioplatense.
Entre ese firmamento de estrellas a las cuales ha fotografiado, tal vez sea Natalia Oreiro la de mayor brillo. Es la persona a la que más fotos le ha hecho y eso, en un fotógrafo tan productivo como él, significa miles de imágenes que en su mayoría aún no han visto la luz. Sobre su primer encuentro con la diva uruguaya recuerda: “La conocí durante la pandemia, tenía que hacerle unas fotos en Ciudad Vieja. Ella llegó con un tapabocas y cuando la vi en la camioneta, me impactó, traté de actuar como si no me importara, pero estaba nervioso. Había que sacar las fotos rápido porque había poco tiempo y hacía frío. Se bajó y se apoyó en la pared, toda diosa, y comenzó a hacer poses. Ahí le empecé a decir qué hacer. Veía las fotos en la computadora y no podía creer que Natalia Oreiro estuviera frente a mí. Conecté enseguida con ella porque es muy humana, tiene la misma energía uruguaya”.
Aunque los nervios lo embarguen cuando enfrenta algún reto profesional, Bruno se siente protegido detrás de la cámara. “Esta es mi arma, con esto me defiendo. Nunca estoy nervioso con la cámara en la mano, con ella siento como si tuviera un poder, soy yo”, dice. Además, afirma que ahora ya no tiene tanto la fantasía de fotografiar famosos. “Como que entiendo más la humanidad de todo el mundo. Parece algo muy obvio, pero es parte de una madurez”, argumenta.
¿Cómo encaras fotografiar a una persona famosa y a alguien que no lo es?
Cuando retratás a alguien famoso tenés que ser más cuidadoso, más responsable. Volviendo al tema del ego, una persona como Natalia tiene mucha exposición, a través de ella se muestra mi trabajo y a veces una foto puede ser excelente y otra no tanto. Con el tiempo aprendí a soltar mis fotos en un ámbito más masivo. Al comienzo decía: “Uf, esta foto no me quedó tan buena y la ven muchísimas personas”. Pero ya fue esa foto, ese momento que registramos y listo. No podés esperar a hacer siempre una obra de arte. También la fotografía se trata de eso: de registrar un momento. Disfruto mucho retratar a la gente “común”, cuando es cara a cara y no una superproducción. Me encanta ver cómo se sienten estrellas en ese momento, para mí lo son. Hace un tiempo realicé un taller fotográfico que se llamó “Lugar”, un proyecto en el cual yo me desnudaba y me daba besos con personas, algunas conocidas, otras no. Era la primera vez que me exponía, el beso era la excusa para desnudarme frente a otras personas y ponerme en el lugar del modelo. No me gusta relacionar mi deseo sexual con la persona que fotografío. Me lo preguntan muy seguido. Nunca usaría una sesión de fotos para llegar a eso porque siento que lo importante es cómo conectamos a través de la fotografía, cómo se exponen y se abren ante la cámara.
¿Cómo es la preparación previa a una sesión de fotos? ¿Cómo sabes cuando ya has obtenido lo que quieres en una sesión y luego cómo manejas el proceso de posproducción?
Tengo mucho entrenamiento. Durante años sacaba fotos casi todos los días, tenía tres o cuatro producciones por semana, sin parar. Por un lado me favoreció, soy rápido, me doy cuenta cuando una foto está buena. Por otro lado, hacer tantas fotos me impide profundizar en las ideas que quiero desarrollar y me cuesta sentarme a escribir un proyecto y pensar detenidamente las fotos que quiero. Me acostumbré a hacer fotos como chorizos. Es difícil de controlar porque quedé con un ritmo muy acelerado. Con Natalia Oreiro, por ejemplo, el trabajo es vertiginoso, por lo que debo usar todos mis conocimientos para llegar a la foto rápidamente. En otras ocasiones, que son las menos, elaboro bien la idea, dibujo lo que quiero lograr, busco referencias de luz o algo relacionado con lo que se me había ocurrido y lo planifico. Esas fotos son las que me salen más espectaculares. Sin embargo, la espontaneidad casi documental de una sesión, cuando ocurre algo sin planificar, me gusta mucho.
Existe muy poco azar en un estudio o en una producción fotográfica, no así en la fotografía documental o callejera. ¿Qué te llevó a salir de tu zona de confort?
Eso lo descubrí cuando viajé a Nueva Zelanda, donde estuve nueve meses. Antes, la foto documental me parecía algo hippie, era un prejuicio que tenía en ese momento. Allá comencé a sacar fotos de paisajes y sentía que encontraba algo de la moda en esas imágenes, sólo me faltaba la modelo. Ahí me redescubrí como fotógrafo, porque venía muy estático y me quería soltar, pero no lo lograba. Me exigía mucho técnicamente y no me permitía soltarme. En Nueva Zelanda comencé a sacarle fotos a personas que no eran modelos. Estuve en un centro de monjas budistas e hice muchas fotos allí. Tenía el chip de que sólo una persona que fuera modelo iba a salir bien en una foto, algo que me había quedado impregnado con el laburo. Fue aventurado tomar ese camino, enfrentarse a lo que uno va pensando sin darse cuenta. También comencé a tomarme muchas fotos a mí mismo, algo que no me permitía antes. Un día, en una ciudad de ese país, vi varias personas que saltaban desde una estructura al agua. Justo en el momento en que yo pasaba con mi cámara, dos pibes se quedaron en calzones y se tiraron al agua. Parecía como si la escena, cargada de erotismo y sensualidad, estuviera montada para mí. Esas fueron las primeras fotos documentales en serio que saqué. Resultó para mí un descubrimiento tremendo.
Tu formación ha sido totalmente autodidacta. Después de todos estos años, con una carrera consolidada, ¿crees necesaria la academia para la formación de un fotógrafo?
Creo que todos somos distintos, entonces depende de cómo seas vos. Yo lo aprendí por mi cuenta, pero capaz que alguien que no tiene tiempo para experimentarlo puede ir a una academia. Te sirve para aprender la técnica, la teoría. Pero después que tenés la herramienta y sabés cómo usarla, depende de vos. Nadie te puede enseñar a hacer una foto. La mirada está en vos. Mi proceso fue desestructurado, sin técnica, y lo fui volviendo más técnico y mejorándolo con el tiempo y la experiencia. Apoyo ese proceso porque no te condiciona estéticamente, capaz que si vas a una escuela y luego estás en algo supercreativo te ponés a pensar que si la luz, que si esto o lo otro. Prefiero lo creativo y sin técnica, que algo muy técnico y sin alma. Por supuesto, hay un punto en que precisás la técnica, es como la música, necesitás saber qué es lo que estás tocando.
¿Qué te gustaría hacer que no hayas hecho ya? Mencionabas que te despojaste de esa ilusión de fotografiar famosos, ¿hay alguna celebridad a la cual te gustaría hacerle fotos?
A mucha gente, me fascinan los artistas. Me encantaría, así sea dentro de diez años y ella esté vieja, fotografiar a Madonna. Siento que sigo en una búsqueda gigante y me falta conectar más con lo artístico. No paro de trabajar y me cuesta encontrar un lugar para realizar un proyecto más elaborado. Admiro la gente que se pone a exhibir.
¿Te gustaría exhibir tu trabajo?
Sí. Me lo han ofrecido varias veces, pero es como si no pudiera, como que me pongo ese límite. Siento que todo mi trabajo, por más que hay muchas cosas artísticas, lo veo muy comercial. Me gustaría también conectar más con lo manual, lo analógico. Tengo todo para revelar, pero sigo en lo digital. Quiero salir de ahí, generar obra, imprimir, mostrar. Ese es mi próximo paso.