Por Verónica Eirin.
En un entorno de madera, esculturas y cuadros de artistas de la talla de Carmelo de Arzadun, Carolina Cesio se presenta como una decoradora de interiores apasionada de los viajes y del diseño en todas sus formas. En el living de su casa, dialoga con Dossier y cuenta que lo más importante a la hora de diseñar es que cada espacio sea vivenciado con sensaciones.
Estudió Relaciones Internacionales. ¿Ejerció esa carrera?
No. Me faltaron las últimas materias. Yo era bastante chica y una amiga brasileña de mi madre me propuso abrir un local de decoraciones en Punta del Este; por entonces había muy pocos en la península. En el último año de facultad, en 1991, acepté la propuesta. Son decisiones que se toman desde el alma. El diseño siempre fue así: algo que me motivó. No elegí la carrera de diseño; en aquel momento era más común ser médico o abogado, había carreras muy largas. Relaciones Internacionales era la más corta y tenía otra visión; me gustaba el comercio exterior, ese mundo.
¿Su familia está vinculada a la carrera diplomática?
No, pero me hubiese encantado [risas]. Mi madre es brasileña, entonces tengo dos mundos muy presentes. Brasil es una parte mía, vamos muy seguido, tengo familia allá. Tengo sangre brasileña. Tanto es así que veo que a veces en el diseño me animo un poco más por esa tendencia un poco más jugada del diseño brasileño. Aunque soy súper clásica y las intervenciones acá las hago de acuerdo con lo que se necesita, trato de buscarle una vuelta, de salirme un poquito out of the box; no mucho, porque somos un país conservador. Cada vez queremos más diseño y cambios; pero cuando llega el momento de elegir los tonos, las paletas, la gente quiere algo que perdure. Son pocos quienes son jugados.
¿Cuál ha sido su evolución en cuanto al ojo estético? ¿Cambia o evoluciona en torno a las tendencias?
Las dos cosas. Creo que uno va evolucionando con todo junto; es el ojo y las tendencias. Son las dos cosas a la vez. Vengo de una familia en la que el arte estuvo presente. Con mi madre desde siempre vi jardines, arreglos florales, casas bien decoradas, siempre con cariño hacia todo lo que nos rodeaba. Mi madre está en el Garden Club del Uruguay, y yo estoy desde hace años; desde que nací lo tengo a flor de piel. Eso me da otra visión para tener el ojo enfocado hacia cosas que para otros son imperceptibles. Miro un árbol y me enfoco en la forma, el color, mientras que otros sólo ven un árbol. Eso es muy importante.
En cuanto al Garden y el paisajismo, ¿siente que se conecta con el interiorismo?
Sí, totalmente. Siempre estuvo conectado, en los palacios y castillos, pero ahora lo está en una escala mucho más real, en el hogar. Hace muchos años, una clienta, cuando terminé la casa, me dijo: “¿Y ahora qué hago con el jardín?”. Yo no había estudiado ni me dedicaba. Cada vez está todo más conectado, y queremos que lo que nos rodea esté cuidado y pensado. A partir de entonces me puse a estudiar paisajismo.
¿Cómo ve el mercado local en el mundo del interiorismo, la mirada del uruguayo medio?
Se ve un cambio radical. El uruguayo está más abierto a que le propongan cambios y de pronto uno no se encuentra con todo lo que ve en revistas, pero piden lo que ven. La gente viaja mucho, entonces pide cambios.
Con el mayor acceso a la información cambió el interiorismo. ¿La inspiración surge de acuerdo con lo que pasa en el mundo?
Todo lo que nos rodea y lo que vemos es lo que al final piden y lo que uno transmite, porque hay tendencias. Aunque uno no se rige sólo por estas. Lo más importante es ver qué necesita la persona que contrata, lo fundamental es ver qué quiere lograr, y entonces se trabaja con base en cómo es el ambiente, la personalidad, quiénes habitan la casa. Nosotros tenemos que enfocarnos cien por ciento en cómo quiere vivir el espacio, qué quiere sentir esa persona. Nunca puedo hacer una casa o local comercial igual a otro porque tengo que aprender y saber qué le va a cada uno. Ahora estoy haciendo un apartamento híper moderno y una casa en Punta del Este súper rústica. Una vintage y otra híper minimalista, de líneas modernas italianas. Algunos quieren sillones de cuero, paredes muy puras, y otros algo súper rustico, en cemento, entonces hay que cambiar la frecuencia de un cliente a otro. Eso es lo bueno: son desafíos que te sacan proyectos totalmente diferentes.
¿Cómo logra captar lo que necesita el cliente en cuanto a la materia prima?
Tenemos reuniones para ver qué le gusta. Hago un recorrido por algunos locales comerciales o veo imágenes para que me transmitan qué quieren, y a partir de eso desarrollamos el proyecto. Nuevamente nos reunimos y vemos si les gusta. Algunas personas quieren estar hasta en la elección de la tela, mientras que otras que no quieren ni ver. Quieren un resultado final o que les lleves tres muestras y eligen. La clienta en Punta del Este es interesante. Ya le hicimos una casa, y ahora se está haciendo una nueva, entonces estamos a la par, al mismo tiempo que se proyecta elegimos los materiales; los arquitectos hacen todo lo que tiene que ver con la arquitectura, pero los materiales, la iluminación, cómo, qué módulos, todo, va antes de que empiecen la construcción. No son todos los que llaman en esa etapa. La mayoría llama cuando ya está todo puesto.
Entonces trabaja en conexión con los arquitectos…
Sí. Cuando el cliente lo propone, armamos un equipo con los arquitectos. También hacemos reformas. Hay modalidades infinitas, nos ensamblamos al principio, al final, al medio. Tiramos paredes, reformulamos espacios. La finalidad es contener a la persona que vive ahí para que se sienta súper bien.
¿El diseño mejora la calidad de vida?
Sí, porque se trata de resolver los espacios y cómo hacen sentir a quienes los habitan. Un color, una buena iluminación, música ¡hacen el cambio! Son varios factores que hacen que la calidad de vida sea mejor; no se trata de que cambie porque sea estéticamente lindo, sino para que sea funcional, agradable y que vos te encuentres ahí. Entonces te cambia…
¿Todo lo que usted incorpora en una casa tiene que cumplir una función, o prioriza su valor estético?
Por lo general es la combinación de ambas cosas. Eso es lo ideal. A veces a una persona le gusta un mueble que heredó y lo ponemos aunque no quede perfecto. Eso le permite vivenciarlo y que le llegue a la persona. No hay reglas.
¿Cómo integra el minimalismo de Oriente con lo rústico y tradicional del mundo occidental?
Todo son formas, espacios, y lo primero es buscar el espacio-función. Más allá de que hice cursos de feng shui, no lo aplico cien por ciento, aunque en ocasiones lo hago como algo intuitivo. A veces en una casa veo que el sofá está orientado hacia allá [indica las coordenadas] y la televisión está allá, entonces hay que girar el cuello y no se dan cuenta por qué está mal. Por eso nos llaman: ¿cómo van las cosas? No sólo tienen que quedar estéticamente bien ni tener líneas puras. Todo está en función de lo que uno tiene que lograr. Ahora tenemos un cliente que ya no quiere que el living sea social, sino para ver televisión; entonces hay que dar vuelta y cambiar todo para que la función se adapte a su nueva vida. Por eso no hay reglas. Fui a Italia, a la muestra de Milán, y vi mucho diseño, todas líneas puras y muy contemporáneas; después lo traigo adaptado. A algunas personas les va, y a otras ni cerca.
¿Le dan libertad total para crear basándose en un espacio en blanco o hay condicionamientos?
A veces dicen que les gustan ciertos colores. Otras no. ¡Somos todos tan diferentes! Por eso la respuesta es: depende de cada persona, del cliente y del lugar. Dan libertades pero siempre está la intervención de la persona, que es lo que hay que escuchar. Por eso me gusta que vean la paleta de colores, para sentir que lo que estoy haciendo va a gustar. Me gusta el feedback. Algunos expresan mejor lo que quieren lograr. Vamos buscando el mejor camino para obtener lo que quieren. Estamos proyectando una cocina, le mandamos el render [dibujo] al cliente y dijo “¡nos imaginamos ahí!”. Ya está [sonríe]. Fue la palabra mágica. Eso es lo que queremos, que se imaginen ahí. Por eso digo que mejora la calidad: transmite sensaciones.
¿Las sensaciones que transmite un espacio perduran o hay que renovarlo?
Cada tanto está bueno algún cambio pero mínimo, por eso digo que hago diseños que perduran. Tienen una base clásica, más allá de que juguemos con ciertos puntos, pero son espacios que perduran. Prefiero no hacerles tantos cambios a los clientes; cada tanto me llaman y me gusta estar si me necesitan. Incorporar algún cuadro, algún adorno, no estar cambiando, ni siquiera lo hago en mi casa.
¿La han llamado para hacer proyectos en el exterior?
Cerca. En Buenos Aires y en Brasil.
Parecería que los brasileños se animan a más colores.
Sí, se animan a más colores, a más diseño, son más jugados, pero también depende de la zona. Están constantemente con cambios. En el sur somos muy parecidos.
¿A quién considera referente en interiorismo?
Tengo varios diseñadores como referentes, pero van cambiando. En la muestra de diseño me gustaron Patricia Urquiola y Christian Liaigre; son diseños puros y muy netos, pero no tengo una referencia pura. ¡Hay tantos arquitectos y diseñadores buenos! En Milán estuvimos en algunas charlas con el arquitecto Stefano Boeri, que hizo el edificio Bosco Verticale (el primer bosque vertical), y conversamos con el precursor de los jardines verticales, Patrick Blanc. Un capo de referencia de jardines verticales en el mundo.
¿Hubo algún proyecto que no le haya interesado?
Todavía no. A veces me identifico más con algún cliente y estoy más en mi zona de confort, pero todos son desafíos diferentes. Eso es bueno y lo que me gusta de la profesión, que es tan cambiante, que es una pasión y un desafío. Cada vez que me enfrento con algo es un espacio en blanco para trabajar, darle forma y que quede mejor para quien va a vivirlo. En el caso de los locales comerciales, es otra visión, hay que ver y armar algo que sea interesante en público, pero la función tiene que ser mucho más estricta. La iluminación, el escaparate, es otra visión.
¿Con qué recursos trabaja en iluminación? ¿Es fácil encontrar elementos de diseño en Uruguay?
Hay, pero sobre pedidos. Vemos catálogos y se pide. Acá tenemos algunas cosas, pero más básicas. Por catálogo se puede traer infinidad de luminarias. A veces estamos muy limitados, en la iluminación, en las telas, en todo; cuesta más. Mandamos hacer muchos muebles porque no encontramos exactamente la tela y el color que buscamos. Queremos una mesa de tal tamaño y de tal material, y hay que mandarla hacer.
¿En cuántos proyectos está trabajando?
Estamos en esa casa en Punta del Este que empezamos desde cero. Es toda la casa, integral. Nos gusta eso, que sea desde el paisajismo, la iluminación, los muebles, todo.
De afuera hacia adentro, digamos.
Sí, esa modalidad no es tan usual pero está buena porque el cliente se siente amparado y ve incluso hasta dónde va una toma de luz. También estamos con cuatro apartamentos en Pocitos, terminando una casa en Lagos. Terminando un local comercial en el World Trade Center. Y me fui a hacer un recorrido a Milán y Nueva York para captar lo que está pasando en el mundo. No es que nunca había visto lo que, vi porque hoy en una computadora se ve todo, pero se vivencia de otra forma.
Uno se conecta más con lo que ve.
Te conectás y después los proyectos lo reflejan. Y no sabés qué momento es el disparador de una fotografía, un paisaje, un mueble, un diseño, pero lo traés contigo.
¿Le da importancia a la moda textil en la fase creativa de sus proyectos?
Me gusta la moda en todo, hasta en la ropa, pero no porque se use voy a ponerlo. Lo tomo como referencia y como algo que pueda aportar al proyecto. Por ejemplo, ahora se usan mucho las piedras: puede ser una pared o una mesa de piedra, pero si no le va, no lo voy a poner. En los colores también. Todo depende. Los metálicos, los cromos, los cobres… Uno vive en contacto con las tendencias porque no va a proponer algo que ya pasó o no va a perdurar. Hay que saber lo que está pasando.
¿Lo moderno perdura tanto como lo clásico?
Creo que todo perdura según cómo se combina y el énfasis que se pone en cada espacio. Te puede cansar en algún momento, pero se puede convivir con las dos cosas: muy moderno o muy clásico.
¿Qué tiene que tener un espacio bien diseñado?
Circulación. Que los espacios queden proporcionados con el lugar real. Tiene que tener texturas compensadas. Tiene que tener equilibrio, proporción, escala –los principios de diseño–. Todo eso, además de la iluminación. La iluminación cambia los estados de ánimo y un espacio es uno de día y otro de noche.
¿Las casas de verano la habilitan a usar otras tonalidades que las de ciudad?
Totalmente, es totalmente diferente lo que uno proyecta para una casa de playa, que siempre da colores blancos, turquesas, crudos, pero cada ser humano, por suerte, es diferentes [risas].
La decoración de un espacio reducido, como un monoambiente, ¿es un desafío?
Es un desafío. Los espacios chicos hacen pensarlo tanto, tan minuciosamente, que el espacio rinde porque es como un barco. Tenés todo y tiene que entrar ahí. Entonces frente a un espacio monoambiente decís: ¿dónde pongo la cama y el sillón? Tenés que ajustarte a eso, y la verdad es que la creatividad se te duplica porque tenés que hacerlo rendir. Hace muchos años, en una de las primeras muestras de Arte y Diseño, me dieron un espacio minúsculo. Llegué y creé un espacio gourmet, un concepto que en aquel momento no se manejaba. Fue en un espacio reducido: puse una vinoteca y lo armé. Por eso digo que a veces los más chiquitos son un desafío triple pero se resuelven.
¿Y los espacios muy grandes?
También. A veces se piensa que porque un espacio es grande hay que taparlo de cosas, y no es así. Hay que encontrar el equilibrio. Proporción. Escala. En uno chiquito o en uno grande se aplica lo mismo. Son los principios del diseño, uno los lleva incorporados.
¿En algún momento puede desprenderse de ese ojo afinado?
No, soy muy relajada. No tengo que aplicarlo todo el día. Me gusta cuando tengo el plano, ahí los espacios los manejo mucho mejor. Entonces sí somos muy rigurosos en ver cómo queda. En el plano es muy diferente a lo que uno ve en un primer impacto. Por eso tiene mucho trabajo el proyecto, no es llego y ya está. Cuanto más podemos dedicarle al proyecto y al anteproyecto, mejores son los resultados.
¿Se imagina un día sin trabajar en esto?
No, no me imagino [risas]. Hay momentos en los que digo que voy a cambiar, pero lo extraño. Porque el diseño parece muy relajado, pero incluye muchos puntos. La trastienda es grande. No es que tiene que quedar una casa de revista, sino que cada cliente tiene que vivirlo. Es la mejor recomendación de tu trabajo: cómo lo vivencia cada uno. Es una profesión que vas aprendiendo con el tiempo y te va enriqueciendo.
Suena el timbre, llega una integrante de su equipo al estudio de Carolina Cesio, en donde hay inscripción en la pared: “Do more of what makes you happy” (Hacé más de todo aquello que te haga feliz).