Danza sin jerarquías
Por Silvana Silveira
El maravilloso escenario de la playa Malvín fue uno de los lugares elegidos por la coreógrafa y directora Tamara Cubas para la realización de Multitud, obra que pone en movimiento nada menos que a sesenta artistas de distintas edades, trayectorias y formaciones, provenientes de distintas áreas como la danza, el teatro, el circo e incluso el clown y la escritura.
La obra, estrenada en la Plaza de Deportes Nº 5, se presentó en varios lugares como la Facultad de Artes, la Plaza Seregni y la Plaza Monterroso, entre otros, y tiene previsto seguir circulando por el interior del país. A las 21 horas del sábado 23 de noviembre en la playa Malvín, con el escenario de fondo de un cielo estrellado y la silueta de la ciudad, el equipo de Multitud –toda una multitud de performers y algunos técnicos– comenzaban el calentamiento y daban los últimos retoques a la instalación de equipos y luces.
Para el espectador, la sorpresa inicial está dada por la elección y disposición de los artefactos lumínicos. Una veintena de tubos de luz y varios spots delimitan una suerte de proscenio. Nuevamente Leticia Skrycky le hincó el diente a la producción de luces y el resultado es realmente asombroso. “La luz se va adaptando al lugar, su puesta tiene que ver con una pared de fondo, un lateral de tubos de luz y un frente. Se trató de construir con pocos recursos un frente que se adaptara a cada espacio. Leticia controla las luces al tiempo que desarrolla su propia investigación sobre esa propuesta lumínica y cómo manipularla”, explicó Cubas a revista Dossier.
El proyecto nació en México como una coproducción binacional Uruguay-México, con apoyo de Iberescena, creada inicialmente para veinte bailarines mexicanos y dos músicos. En la propuesta inicial Francisco Lapetina había instalado micrófonos que captaban y generaban el sonido producido por la multitud y lo manipulaba en vivo. Para su realización en Montevideo convocaron a Martín Craciún y ambos procuran que el sonido, al igual que la luz, actúe como contenedor y generador de distintas atmósferas.
Ya próximos a las 22 horas comienza la performance. Los performers van entrando de a uno al rectángulo que hace las veces de escenario improvisado en la arena. Unos niños sentados en la arena gritan “Empieza, empieza”. En los siguientes quince minutos, aproximadamente, los participantes se dedican casi exclusivamente a caminar, ocasionalmente alguno cae a la arena y se levanta o es sostenido por otro. Gradualmente y de manera imperceptible se genera un cuadro grupal con acciones que involucran a todos.
No cuesta mucho adivinar algunas de las consignas que están en juego: quitar el poder al director, decidir en forma grupal erradicando la figura del líder, moverse como lo haría una manada o un cardumen, tomar decisiones en escena, interrogar al espectador sobre qué es danza e incluso sobre cuestiones más amplias como qué somos como especie y cómo nos relacionamos con el otro.
“La idea era trabajar sobre lugares no especializados, con la noción de que no hay que ser un especialista para relacionarte con las cosas. En ese sentido, las acciones desarrolladas en la obra parten de lo más básico: caminar, correr, tirarse al piso, reír, gritar, y son compatibles con todo el mundo. Si bien la risa y el grito implican el sonido, parten de una acción física, de cómo hace el cuerpo para provocar el sonido más potente posible y de cómo podes ser afectado por el otro”, desarrolló Cubas.
Pasados los quince minutos iniciales que la obra toma en configurarse, surgen algunos momentos claves que le otorgan densidad a la dramaturgia coreográfica. Son especialmente atractivos los instantes en los que todos los participantes corren en círculo a gran velocidad como si estuvieran a punto de caer a un precipicio, dando lugar a una suerte de coda desquiciada. También resultan fuertemente impactantes desde el punto de vista visual los momentos en los que se anula completamente el plano vertical y todos comienzan a reptar, luego a saltar y caer violentamente al piso (recordando un poco los intrépidos saltos de los bailarines de Cena 11 que no temen estrellarse contra el piso).
La puesta en escena también trae a la mente ejercicios de talleres como el de La Ribot que, durante su visita a Montevideo, invitó a los participantes a reír durante varias horas, tal como lo hizo en su obra Laughing Hole, versionada por Cubas en Actos de amor perdidos (2010). En Multitud también se desarrollan varios temas que Cubas había planteado en ATP (2008) una pieza sin guión, sin historia, en donde los sonidos eran procesados en vivo y se investigaba cómo los seres humanos construyen sus vínculos. “Es ATP multiplicado por treinta”, señaló la directora. Si bien la obra tiene sus particularidades y responde a un proyecto más amplio y global, desarrollado por Cubas en forma personal, es posible ver puntos en común con el trabajo de Lupita Pulpo en Una multitud singular, y más recientemente por Lucía Naser en el solo Discontinua animalidad.
Multitud, explica Cubas, refiere al pensamiento filosófico de Spinoza (1632-1677), sus conceptos acerca de la multitud y la masa, cómo el encuentro con el otro puede hacer bien o mal y afectar al otro. “Mientras la multitud es incontrolable, caprichosa, heterogénea y dispersa, la masa tiene otras características vinculadas a las formas de organización política del pueblo. A raíz de las crisis sociales que han acechado a la humanidad, pensadores como Negri y Virno retoman el concepto de multitud como forma de organización social y política. Los acontecimientos sociales recientes en México o Brasil, la crisis de los partidos políticos, han puesto de manifiesto una nueva forma de organización social, que no necesariamente implica la necesidad de pertenecer a un grupo concreto a la hora de resolver los problemas presentes”, agregó. Multitud pone en juego también una manera distinta de producción en la que el proyecto es autogestionado por el grupo y sacado adelante por todos.
Título: Multitud.
Dirección: Tamara Cubas.
Música: Martín Craciun, Francisco Lapetina.
Asistencia de Sonido: Bernabé Fernández.
Iluminación: Leticia Skrycky, Sebastian Alies.
Elenco: Agustina Pezzani, Alejandra Denis, Alejandra Lema, Anahí Mendy, Brian Ojeda, Bruno Brandolino, Bruno Britos, Camila Sánchez, Candela Cornú, Carmela Villaverde, Carmina Lebrato, Carolina Guerra, Cecilia Pérez, Clara Barone, Daniel Jorysz, Dario Martínez, Eloisa Castillo, Florencia Ilarraz, Florencia Malvarez, Gabriel Acosta, Gabriel Viera, Gianna Sabia, Guillermo Méndez, Inés Sosa Costa, Joaquín Cruz, Josefina Díaz, Juan Maldini, Laura Valle Lisboa, Lucía Franco, Lucía Sismondi, Luciana Bravo, Macarena Prada, Maite Santibáñez, Manu Malán, María Noel Langone, Martín Cerisola, Martina Gramoso, Martina Ponzoni, Melisa García, Micaela Blezio, Nacho Correa, Natalia Burgueño, Nicolás Parrillo, Paola Escotto, Paola Nargoli, Patricia Fry, Pedro Fernández, Rocío Hernández, Rodrigo Mendizábal, Rodrigo Vieira, Sebastian Báez, Sergio Muñoz, Tatiana Schol, Tita Brown, Vicente Pérez, Víctor García, Víctor Miñón, Victoria Colonna, Victoria Silva.
Fotografía y video: Nacho Seimanas, Nacho Correa.
Producción: Perro Rabioso.
Función: sábado 23 de Noviembre, 21 horas.
Lugar: Playa Malvín, Montevideo.