Por Mauricio Rodríguez .
A fines de 2020 Malena Muyala asumió como directora del teatro Solís. Debió sortear los primeros tiempos de pandemia y preparar nuestra mayor sala para la reapertura, además de diseñar un camino a recorrer. En este proceso decidió alejarse momentáneamente de la música para dedicarse en forma exclusiva a su nuevo desafío.
Malena Mulaya se acercó al arte en su San José natal siendo aún una niña. Estudió arte dramático y participó en varias obras. También dirigió una murga de mujeres. A fines de los ochenta se sumó a la Antimurga BCG. En 1991 participó del Primer Certamen Nacional de Tango realizado en Uruguay y obtuvo el Primer Premio entre 350 participantes de todo el país. Desde entonces no ha dejado de cantar, grabar y presentarse tanto en Uruguay como en el exterior. En 2020, en plena pandemia, la intendenta de Montevideo le ofreció asumir como directora del teatro Solís. Y se puso a trabajar.
Viajemos al comienzo de tu vínculo con las tablas. ¿Cuáles son tus primeros recuerdos con el teatro, en general, y con el Solís en particular?
Mi primer acercamiento teatral fue en San José, al teatro Macció. Hacía teatro ahí porque mi tía era actriz y me llevó. Yo pasaba letra y era mi segunda casa. Un divino teatro. Lo linkeo con el Solís porque en San José se dice que el Macció es como “un pequeño Solís”. Yo sabía desde niña que había un teatro referente mayor a ese que era “mi teatro”, que era aquel que estaba en Montevideo. No hay con quien hables en el interior del país que no diga que el Solís es la gran meca, la gran referencia. Después, ya de adolescente, muy jovencita –cuando me vine a vivir a Montevideo y casi simultáneamente con mi ingreso a la Facultad de Medicina– me presenté al Primer Certamen Nacional de Tango. Llegué a la final, gané, y parte de ese premio era abrir el Quinto Festival de Tango en Montevideo. Ser “telonero” justo antes de la orquesta de Osvaldo Pugliese, que fue la última vez que actuó acá. Estoy hablando del año 92. ¿Y dónde fue el festival? En el teatro Solís. [Risas].
¿Esa fue la primera vez que actuaste en el Solís?
Fue la primera vez que actué en el Solís, pero también la primera vez que lo pisé. O sea que mi primer ingreso al Solís fue a actuar. Directamente al escenario. Fue una experiencia tremenda. Papá tiene hasta hoy encuadrados los recortes del diario que salió al otro día. Porque además se generó todo un fenómeno –y no lo digo de pedante ni mucho menos– porque la tapa del diario era una foto mía como revelación de cantante y una foto de Pugliese. En los primeros años de mi vida mi papá escuchaba Pugliese 24/7. Interactué con Pugliese ese día. ¡Fue todo de golpe! Tengo videos en VHS de aquel momento y se ve mi estado de emoción, fue muy fuerte.
Muyala cuenta que con su padre pasó a ser frecuente espectadora del Solís. Y que más adelante, en los tiempos en los que la sala estuvo “en obra”, grabó algunos videos dentro de la sala para su disco Temas pendientes, editado por Ayuí. Su primer DVD se llamó, precisamente, Malena Muyala en el Solís. “Recuerdo que cuando me otorgaron la Ciudadanía Ilustre, que se puede entregar en distintos lugares, me la dieron en la sala Delmira Agustini. Pareciera como que todos los caminos me hubiesen conducido hasta acá”, anota.
A propósito de eso, ¿en algún momento fantaseaste con algo vinculado a esta nueva responsabilidad o siempre fue desde el lugar del artista?
Siempre desde el lugar del artista. Pero todo me iba trayendo hacia el Solís. Recuerdo que hubo un ciclo muy lindo, con muchos artistas, muchos colegas, que se llamó Encantados, en la sala Zavala Muniz. Desde siempre el Solís es un teatro que yo camino, recorro todo el tiempo. Como me pasó en su momento con el Macció, que lo conocí rinconcito por rinconcito, me pasa ahora acá. Muchas veces sucede que ando caminando por acá y tomo conciencia del privilegio que es estar en este lugar que realmente es mágico para mí. Es un templo. De hecho, tengo una canción que se llama Luz que dice [tararea] “en la hilacha de unos versos / encontré mi religión”. Te digo “templo” no desde lo religioso. La verdad es que es maravilloso.
En el momento en que recibió la propuesta –justo en medio de la pandemia– para ponerse al frente del Solís, Malena estaba trabajando en un disco. En un pequeño estudio que montó en su casa estaba haciendo los arreglos, la composición, tocando todos los instrumentos, los coros, etcétera. En las pocas semanas del 2020 en las que se pudo actuar, antes que todo se volviera a “cerrar”, se presentó en la Sala del Museo. Aunque esa noche no lo imaginaba, fue la última vez que actuó hasta hoy. Entre el público estaba la intendenta Carolina Cosse, quien unos días después la llamó y le ofreció hacerse cargo de nuestra principal sala. Y tuvo apenas 48 horas para pensar si aceptaba la invitación.
“Yo canté en la Sala del Museo el 12 de noviembre y el 26 de noviembre estaba ingresando a la dirección del Solís. Desde el día uno tuve claro que mientras estuviera en el teatro Solís, con esta tarea, no iba a actuar. Esto es cien por ciento. Es acá o acá”, recuerda Muyala.
¿Consultaste en esas 48 horas con tu entorno cercano sobre la decisión a tomar?
Sí. Me decían “tenés que hacerlo”. E insistían: “sos recontra metódica”, “sos muy trabajadora y disciplinada”, “conocés de arte y los teatros”, “sabés de producción”, etcétera. Me “tiraban” todo eso. Y para mí era “sí, pero es el teatro Solís”. Porque además era muy consciente de que, más allá de todo eso, hay una parte administrativa muy fuerte. También hay un historial de direcciones del teatro muy buenas, entonces tampoco es que uno pueda venir así nomás. El Solís es divino y la propuesta era sumamente tentadora…
¿Pesó en alguna medida que obviamente ibas a tener otra exposición pública, más vinculada a la gestión municipal? ¿Fue parte del cuestionamiento que te hiciste?
¡Sí, claro! Creo que todas las decisiones en nuestra vida, todo, es político. Inevitablemente es así y uno tiene su postura, su posición, sus expectativas y sus convicciones de que el camino puede ser ese. Y también uno tienta ese camino. A mí se me cerraban muchas cosas, pero también hice como un paralelismo y acudí a las herramientas que uno tiene. De cómo evalúa uno las cosas en la vida. Me pasa muchas veces con las canciones. Cuando me piden que cante ‘Malena’ o ‘Uno’, mi planteo siempre es ¿tengo algo que aportarle a esa canción? Porque ya tiene tantas versiones, que ya son una maravilla de por sí. Me pregunto si hacerlo o no. Siempre fui muy cuidadosa de eso. Acá apliqué ese “código” también. Dije, más allá de lo que me dicen, ¿siento que podría aportar algo?
Muyala cuenta que, además, en esos momentos había salido de algunos problemas de salud que la habían llevado a replantarse algunas cosas. Había trabajado algunos “miedos internos muy concretos”. Y por otra parte el Solís atravesaba un momento de algunos desencuentros –con denuncias incluidas– entre la anterior dirección y parte del personal. A todo eso se sumaba la emergencia sanitaria.
“Había cierta sensibilidad con el teatro, y a su vez habíamos entrado en una pandemia. Entonces entendí que había que apelar a lo que había aprendido”, señala Muyala. “Porque de productores artísticos que piensen en una programación y que sean buenos administrando está lleno. Pensé que quizás mi fortaleza en este momento era poder intentar transmitir cómo uno, hasta en una situación un poco compleja, de repente hasta con algún daño a nivel vincular, puede encontrar otra manera de hacer las cosas. Que no sea siempre la reacción, sino el poder sentarse a conversar. Del tipo ‘bueno, a ver, vos pensás de esta manera, y capaz que yo no concuerdo, pero bueno, tenemos que llevar adelante esto, ¿cómo lo hacemos?’ Porque además me estaban dando un rol muy puntual que era la dirección. En ese sentido, haber sido muchos años una artista como se dice front woman, me llevó también un proceso muy largo para lograr estabilizarmi grupo, mi equipo de trabajo y mi equipo humano. Porque siempre apunté a la excelencia musical.”
Luego de un largo recorrido artístico, donde acumuló experiencia y aprendizajes, entendió que era posible alcanzar la “excelencia musical” con un “buen relacionamiento humano”. Sintió que la banda que la acompañaba era, a la vez, “su familia”. Y que más allá de que era su nombre el que aparecía en las marquesinas y había roles definidos, en el funcionamiento colectivo todos eran importantes. “Si se rompe alguna pieza, el engranaje no funciona. Entonces la importancia de todas las piezas es la misma. Creo que esa idea se ha ido implantando, lentamente, en el teatro”.
¿Cómo fue el primer día que llegaste al Solís como directora?
En la primera actividad me recibieron los mandos medios. Desde Mantenimiento y Técnica hasta Asistencia de dirección y Comunicación. Todas las áreas. Empezaron a tirar información que fui como absorbiendo. Lo primero que hice fue recorrer y conocer a cada una de las personas que trabajan en el teatro. Para mí fue muy importante saber quiénes estaban, cómo se llamaban, dónde trabajaban. No desde una postura de control sino de saber, de juntarme con las personas, hacer un relevamiento de lo que estaba pasando. Y si hay algo que he trabajado mucho acá en la interna es que yo no quiero usar la palabra “obligatorio”. Acá las personas que estamos trabajando sabemos cuáles son nuestros compromisos y nuestras responsabilidades, y no tiene que venir nadie a decirnos que estás obligado a hacerlo. Tratar de sacar algunos términos que estaban un poco implantados: la obligatoriedad, la verticalidad. Creo que hay una forma de trabajar de respetar los roles, pero respetándose también a nivel personal. Eso me parece fundamental y creo que de a poquito empezó a dar sus frutos.
Desde el punto de vista del funcionamiento, ¿dónde estuvieron los tres o cuatro primeros problemas o dificultades –dejando de lado lo artístico– donde empezaste a darle tu propia impronta?
Cuando empezás a hablar de cómo se trabaja, ya es el trabajo en sí mismo. Cuando empezás a escuchar la voz de cada una de las personas, a detectar que alguna cosa se traba o no hay acuerdo, ahí es donde está el foco. Porque en todo lo demás, estamos en un teatro que es maravilloso. Que tiene todo. Después obviamente tenés relación con todos los equipos. Ver si algunos quedaron obsoletos, si hay que renovarlos. No olvidemos a su vez que en el Solís también “viven” los tres cuerpos estables, entonces también hay que empezar a tender los puentes con ellos. Organizarse es cambiar un poco. No digo que no estuviese antes, pero a veces las cosas con el tiempo se van desgastando y hay que volver al punto inicial. Decir, por ejemplo, ¿dónde estamos? ¿Para qué estamos? ¿Quiénes somos? ¿Qué queremos hacer? ¿Cómo lo vamos a hacer? Y ponernos de acuerdo con todo esto. Todos tenemos un mismo objetivo y es que el Teatro Solís funcione bien y se luzca. Después podés darle ciertos direccionamientos. Mi interés es que sea un teatro más abierto, que la gente lo sienta como lo que es: un teatro público.
Dijiste en una entrevista hace poco que el edificio es tan majestuoso que puede verse hasta como un poco elitista…
Tampoco se lo cargaría solo al edificio. Creo que el ser un edificio patrimonial, que además comenzó como teatro elitista –y después lo compró la Intendencia de Montevideo–, eso queda en la matriz de la gente, de la ciudadanía. Yo misma en alguna entrevista que me han hecho he dicho “al Solís se llega”. Y hoy por hoy estoy en una revisión de eso. Porque, ¿cómo hacemos para combinar algo que conceptualmente nosotros decimos “es un templo” con la idea de que es de todos? Ahí está el tema. En realidad, debería decirse “el templo es mío”.
¿Cuál va a ser el recorrido en esa dirección?
En la interna estamos trabajando mucho en una campaña de sensibilización en varios aspectos. Una de las primeras cosas que hice, aprovechando los contactos vía zoom, fue empezar a trabajar sistemáticamente con la Secretaría de la Diversidad, con la Unidad de Género, con la Secretaría de Discapacidad y la Secretaría Étnico Racial. En esos cuatro focos empezamos a trabajar. Después tendimos los puentes un poco más fuertes con el Proyecto Esquinas, con Fortalecimiento de lasArtes y con el Observatorio de Udelar. Fue un mapeo que hicimos en tiempo de pandemia para adelantar caminos y generar equipos.
Muyala enfatiza la idea de construir un teatro “de puertas abiertas”. Y agrega: “Como siempre digo, la puerta abierta no es sinónimo de que vayas a entrar. El vecino puede tener una puerta abierta y yo no entro. Entre otras cosas, se abrió la recepción de propuestas y nos han llovido propuestas interesantísimas que quizás, así yo me hubiese sentado acá en esta mesa a pensar con un montón de gente y de asesores, capaz que no se hubiese generado tanto. Porque es imposible conocer todo lo que hay, más aún en esta época, cuando hay un ‘pulular’ constante de disciplinas artísticas y artistas. Y yo voy mirando cada una de las propuestas”. Señala que en el “circuito interno” del teatro hay varias áreas que trabajan en forma coordinada (desde Gestión de Espectáculos hasta el Consejo Artístico), a los que se suman la dirección de la Comedia Nacional, la de la Banda Sinfónica y la de la Filarmónica. En ese ida y vuelta se van analizando las propuestas que llegan, y entre todas las áreas involucradas se observa su viabilidad. “Pasa por todos, y se ve desde lo artístico hasta la viabilidad técnica y la económica. Mi idea es darle esa seriedad de analizar desde todas las aristas a cada proyecto. Incluso negociar las posibles fechas. Hay que armar una especie de rompecabezas, pero lo principal para mí es el respeto al artista y a la propuesta. Que realmente sea analizada a fondo”.Anota que se está trabajando en coordinación con el teatro Macció de San José, el Politeama de Canelones y la Casa de la Cultura de Maldonado, como forma de que el Solís “salga al interior”. Lo mismo sucede con posibles acuerdos con salas de Brasil y Argentina.
¿Viste algún espectáculo o que te lo comentaron y dijiste “¡qué bueno sería llevarlo al Solís!”?
Sí, me pasó. No te podría nombrar ninguno ahora, pero sí. Sucede que mi programación no se va a basar solamente en la oferta. La oferta es importante, ver qué hay, qué existe. Después dentro del plan y de la visión que tenemos hay varios espectáculos con los que ya estamos incluso en contacto para ir definiendo fechas. Porque a su vez se va programando toda la temporada de la Comedia Nacional, la Banda Sinfónica, la Ópera –que tiene tres títulos–, la Filarmónica y un largo etcétera.
¿Cómo observás esa vieja discusión de si una sala pública debe dar rédito económico o no?
Hay una inversión de dinero que es de la ciudadanía que lo administra la Intendencia; una parte de eso llega al teatro Solís. Por eso para mí se cierra el círculo cuando decís “si este dinero está saliendo de acá, debe tener este comportamiento, tiene que generar tal cosa”. ¿Una sala pública necesariamente tiene que dar pérdida? Quizás sea utópica, pero dependerá mucho de cómo uno los recursos materiales, artísticos y humanos. Siento que a veces está un poco desbalanceado cómo se utilizan esos recursos para potenciar que los artistas realmente puedan estar en el Solís. Generar ese ingreso nuevamente para que siga funcionando la “maquinita” capaz que es ahí donde a veces se falla. Recién ahora lo estoy empezando a poner en práctica, tengo un contador acá que es maravilloso. Estamos llevando una estadística. No creo que necesariamente tenga que dar pérdida. Al contrario, pienso que incluso algunos programas o proyectos, si uno los piensa bien, los plantea bien y los fortalece, pueden hasta generar en sí mismos autosustentabilidad. Hay que estar muy atentos, porque tenemos la responsabilidad de estar cuidando dineros públicos.