Hace poco más de un año, tuve la ‘suerte’ de encontrarme casi casualmente con Sophie Calle, yo la estaba buscando y no pensaba que la fuera a encontrar. Era el día antes de la inauguración de su muestra en la galería Perrotin en París, Pour la dernière, et pour la prmière fois (Por última, y por primera vez). Coincidía con la primera vez que tenía la posibilidad de ver una muestra de la artista, y sería también la última vez que tuviera ganas de hacerlo.
La obra de Calle es siempre directa, concreta y te involucra por la universalidad de su propia cotidianidad. Dolor, miedo y búsquedas a las que normalmente cualquier ser humano se puede enfrentar sin necesidad de haber nacido en cuna de oro, y ser una estrella del arte contemporáneo, como es el caso de esta artista.
7 de setiembre 2012, entro en el corredor de la galería ubicada en el barrio El Marais. Antes de llegar al edificio donde están las salas de exposición, está la librería donde se pueden encontrar buenos libros de los buenos artistas bajo el paraguas de Perrotin. Me acerco a la chica en el mostrador, y con mi cámara colgada al cuello, mi cara de turista exhausta, y mi pésimo pero esforzado francés, le pregunto si el vernissage del día siguiente era abierto a todo público, -Sí, por supuesto- Y va a estar la artista? -sonrisa cómplice, caída de ojos que luego se dirigen hacía el fondo de la librería con una risita nerviosa. Sigo la mirada y la veo. Sophie Calle rodeada de todo el aura posible de quien se sabe en la punta del iceberg, en el medio de la luz de media tarde, con sus lentes negros, su tapado bordeaux con algo de dorado (no se si esto es fruto de mi imaginación), y una copa de champagne. Me mira contenta de la situación y responde en lugar de la vendedora, – Bien sûr qu’elle sera là ! (por supuesto que estará ahí!).
Yo no vi la muestra, así que no tengo ni idea qué decirle. Creo que solo llegué a hacerle una pregunta, algo sobre la belleza, básicamente me denigró por pretender que ella tuviera una respuesta, aunque fuera personal, sobre algo tan discutido en la historia de la humanidad. Y tenía razón. 1-0 gana Sophie Calle, y se retira airosa en un auto de esos de colección, brillante, chiquito y que hacía mucho ruido. Fumando por supuesto algún cigarro que algún afortunado le pudo dar.
La semana pasada, esta vez en Nueva York, me encuentro con una nueva muestra de la artista, el vernissage ya fue (por suerte), el lugar parece tranquilo. La muestra, Rachel, Monique, sobre la muerte de su madre, puede más que mi orgullo de no querer volver a verla nunca más. Así que entro a la galería en Chelsea (Paula Cooper Gallery). La exposición se llama Absence (Ausencia), y está compuesta de dos muestras. La primera es la parte de una gran serie que Calle hace desde 1996; la foto del espacio vacío de una obra maestra robada de un museo, junto a la explicación (texto enmarcado) de la obra por parte de quienes trabajaban en el museo y estaban en contacto con ella. Bien, racional, justo, conceptual. Ausencia.
Luego llega la gran sala reservada a la exposición de su madre, Rachel, Monique (2007), que empieza con una carta, también enmarcada antes de entrar a la sala, donde le pregunta a su curador qué hacer, no está segura si exponer el video del último suspiro de la madre, él le dice que no le parece. Y ahí está, toda la muestra expuesta ya varias veces. En el caso de NY, el video se proyectará en una iglesia en marzo de 2014.
Una vez más la artista usa su propia vida y la de quienes los rodean como motor de su obra, y como obra en sí. La muestra consiste en fotos de la madre, extractos de su diario en donde se muestra como una mujer que sufre, angustiada, aburrida. Donde habla de Sophie como la egoísta con quien no puede contar. Fotos de tumbas que dicen “Madre” y otra que dice “Hija”. Están escritas sus últimas palabras “Ne vous faites pas de souci”, (no se preocupen), y Souci (Preocupación)aparece en varias placas y cuadros de la muestra. El sueño de su madre era ir al polo norte, y ella cumple su deseo llevando sus joyas y su foto y enterrándolas en una roca en el medio de la nieve.
Nuevamente el arte es la herramienta de Sophie Calle para sobrellevar el proceso del dolor. Como lo fue cuando su novio la dejó y pasó toda la noche mirando el teléfono rojo de la habitación de hotel por el cual le comunicó la noticia; y luego todo el verano sentada en la silla de su casa en París (Exquisite pain, 38 days ago” / “Douleur exquise, Il y a 38 jours”, 1984). O cuando otro novio le mandó un e- mail comunicándole que la dejaba, y ella se lo dio a 107 mujeres para que lo analizaran, interpretaran y tomaran su lugar respondiendo y dándole tiempo para superarlo (“Prenez soin de vous”, 2007).
Me hace pensar en las redes sociales todas. Lo que mostramos y lo que ocultamos, como un juego en el que sí pero no. Estamos al tanto del otro pero no tenemos ni idea quién es, qué siente, porqué. Una exposición en la que no hay más que la foto de perfil. Con todas las arrugas y canas que pueda tener, pero elegida para estar ahí ¿Qué es verdadero y qué es falso? Y finalmente ¿Qué es la representación de la ausencia? En los cuadros, en la muerte. ¿Es posible?