Por Gabriela Gómez.
Emanuel Sobré (Mercedes, 1983) es actor egresado de la escuela de teatro La Gaviota, también estudiante de la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático. Se mudó a Montevideo con la intención de ser psicólogo. Por esas cosas del destino, comenzó a hacer teatro paralelamente a su carrera universitaria y a la semana de anotarse en la escuela de teatro tuvo su primer trabajo “profesional”: participó en Antes/Después, una obra dirigida por Gabriel Calderón y Martín Inthamoussú.
Ha construido una carrera actoral en el teatro y en el cine que le permite vivir de lo que hace, en un medio donde esto no es muy común. Integrante del grupo Reversión, de la mano de Fernando Nieto Palladino conjuga métodos y técnicas de actuación que le han permitido componer personajes con matices muy sutiles e incursionar en papeles muy diversos y de esmerada composición. Emanuel Sobré ha escrito y dirigido obras como Una forma de hacer tiempo y Del otro lado del mundo (que se estrenará apenas se levanten las medidas sanitarias para los espectáculos públicos), en la que dirige a Camila Diamant (coautora del texto) y a César Troncoso. Lleno de energía y con unas condiciones que no en vano lo han llevado en poco tiempo a concebir personajes y situaciones ficcionales de muy buena factura, Sobré promete ser uno de los actores/directores que sin dudas seguirán destacándose apenas se abran las salas de los teatros.
¿Siempre tuviste afinidad con el teatro o fue algo que se despertó casualmente?
Mi relación con el teatro o con la actuación, más que con el teatro, viene de niño porque, en Mercedes, vivía al lado del teatro municipal y siempre tuve inclinaciones artísticas. También me gustaba el fútbol, que es una de mis grandes pasiones, pero era una cosa más social, de niño, y todavía me gusta. Aunque tampoco soy un gran fanático. Después, con diecisiete años, me vine a Montevideo a estudiar una carrera universitaria. Empecé a estudiar Psicología, ya estaba cursando segundo año y un día mi madre me avisó que había salido en el diario una nota que informaba sobre unas becas para jóvenes del interior para hacer teatro. Me inscribí el último día para las becas y me llamaron para una entrevista. En ese momento no conocía a nadie de teatro, pero después reconocí que el que me hizo la entrevista fue Alberto Coco Rivero y creo que Tamara Cubas, que trabajaban en el MEC. Tuve la entrevista, me dieron la beca y yo podía elegir cualquier escuela privada de teatro de Montevideo. Como estaba en Psicología y no conocía la movida teatral, ni cuál era la mejor, ni nada, elegí la escuela de La Gaviota en el teatro Stella, que me quedaba a una cuadra. Entonces iba alternando las dos cosas: los estudios de psicología y el teatro.
¿Habías visto alguna obra en Montevideo?
Sí, había visto una obra con Alfredo Alcón en el teatro Stella. Conocía a Alfredo Alcón de la televisión, de verlo en las series, porque el único acceso que tenía a la actuación eran las películas y las series. En ese momento estaban los videoclubs, y yo conocía a Alcón de Vulnerables, una serie muy buena que veía en Mercedes. También vi una obra uruguaya que me encantó: El viento entre los álamos, con Pepe Vázquez, Jorge Bolani y Julio Calcagno, dirigidos por Mario Ferreira. En realidad, cuando recién vine me afilié al Socio Espectacular porque al hacer teatro me interesaba todo.
¿Cómo fue tu pasaje por la escuela de La Gaviota?
Cuando me aceptaron para la beca, ya estaban empezados los cursos y yo ingresé un poco más tarde, como por mayo. Mis profesores eran Júver Salcedo, Berto Fontana, Norma Berriolo, Delfi Galbiati y no solo me encantó tenerlos como profesores de teatro, sino que también como personas me ayudaron bastante. Siempre digo que cuando empecé en teatro actué profesionalmente antes que en una muestra de la escuela, porque cuando quedé en La Gaviota fui una semana a clases y el lunes siguiente había una especie de casting para completar el elenco de una obra que se iba a hacer para celebrar los treinta años de la escuela. La obra era Antes/Después y la dirigían Gabriel Calderón y Martín Inthamoussú, a quienes tampoco conocía en ese momento. Fui al casting con todos mis compañeros de primero y de segundo, de tercero, y me eligieron. Imaginate que yo no sabía nada, lo mío era puro “rostro”, éramos un montón de actores y también había algo de danza contemporánea que le imprimía Inthamoussú y teníamos coreografías y escenas en simultáneo todo el tiempo, que eran un poco raras para ese momento. Y todo en ese teatro que es hermoso. Empecé a ensayar esa obra, iba a clases de psicología y después me iba a ensayar. Se estrenó la obra y, por lo tanto, a la semana de entrar ya tuve mi primera muestra de teatro. Fue todo muy rápido. Yo tenía papeles muy chicos porque eran como tres escenas cortitas y coreografías, pero la cuestión era que recién estaba empezando y ya estrenando una obra; estaba recontento y me dije “esto es lo mío”. Después uno se da cuenta de que tiene que estudiar y aprender mucho, pero tuve un primer acercamiento al teatro bastante abrupto. A partir de ahí, empecé a integrar varias obras de La Gaviota. Al año siguiente hice Los caballos, de Mauricio Rosencof, porque le iban a hacer un homenaje en el festival Porto Alegre em Cena y nos fuimos al festival. Entonces, en un año ya había participado en una obra, luego en el festival y yo estaba copadísimo. Los estudios de psicología se me empezaron a dificultar porque es una carrera muy demandante y terminé dejándola, aunque ahora pienso dar alguna materia libre, para volver, después de muchos años.
Con Fernando Nieto tienen muchas cosas en común, además de haber colaborado en obras de teatro, los dos son del interior y en un principio ambos incursionaron en el ámbito universitario para luego dedicarse al teatro.
Fernando me contactó por Facebook y fue medio gracioso porque yo tenía una foto de perfil, en aquella época, con algo de Tim Burton. Él estaba buscando un actor al que le quería dar una estética a lo Burton y me contactó para una entrevista. En ese momento yo no conocía la novela de Arlt Los siete locos, solo la conocía por el nombre, él me pasó la obra y empezamos a trabajar. Nos hicimos amigos y un día me dijo: “Tengo una historia en la cabeza, unas preguntas, unos personajes, un color azul, trabajar con un personaje con capacidades diferentes, un drama familiar”. Con base en eso empezamos a trabajar y a hacernos preguntas y llegó un momento que teníamos tanto material ‒tomando cerveza y mate‒, que decidimos probar, ver cómo sería, y así surgió Blu. Nos fue muy bien, a nivel de reconocimientos, fuimos a festivales. Después hice Por todos los santos, en el Espacio de Arte Contemporáneo, escrita y dirigida por Rodrigo Campalans; y después hicimos Jezabel, una obra escrita y dirigida por mí. Era algo que tenía de hace tiempo y Fernando me dijo “este año la hacemos”. Y me precipitó a que me tirara a dirigir. Fue toda una experiencia mi primera dirección, aunque había dirigido en los microteatros, unos ciclos que veníamos haciendo en distintos domicilios y después dirigí Una forma de hacer tiempo y otra que estábamos por estrenar, Del otro lado del mundo, que se suspendió por las medidas sanitarias en los espectáculos públicos.
¿Los estudios de psicología te ayudaron en tu carrera teatral? En la composición de personajes, por ejemplo.
Puede ser que en algún punto sí, pero hice solamente hasta segundo año y el principio de la carrera es sobre temas generales. Si bien uno va cambiando de acuerdo con la obra, el personaje, el director, etcétera, a la hora de componer un personaje siempre me dejo llevar mucho por la primera impresión. Y después por más que investigue con respecto al personaje y la obra, esa primera impresión es muy importante porque siempre termino cayendo ahí. Como que todo lo que investigo después está teñido de esa primera impresión; hasta ahora me viene funcionando. Aunque eso depende mucho del director; no es lo mismo trabajar con Alberto Zimberg que con Fernando Nieto, son muy distintos, y los métodos y la investigación también. Depende de la obra: si ya está escrita, o si la estás creando a medida que la ensayás. Más allá de que uno está creando como actor muchas cosas, hay obras que no se pueden cambiar. Cuando hacés otro tipo de obras, con otros procesos, como los que hacemos con Fernando, si bien hay una partitura está escrita de antemano, a partir de preguntas uno se pone a investigar y a probar improvisando y se va construyendo la historia y el espectáculo.
También has actuado en cine, ¿cómo fue tu pasaje del teatro a la pantalla?
La primera película en la que intervine fue Fiesta Nibiru (2017), una mezcla de terror y ciencia ficción escrita y dirigida por Manuel Facal ‒también director de Relocos y repasados‒, que tiene una forma muy especial de hacer cine. Ahí tuve la oportunidad de tener un personaje protagónico al que quedé por casting. Hasta ese momento yo era actor y hacía teatro, pero no tenía contacto con el cine y ni me enteraba de los llamados y los castings. Esto te pasa cuando empezás a contactarte. Ahora me llaman, pero antes no me enteraba de nada. Después me llamaron para hacer Al morir la matinée, de Maximiliano Contenti, que hice el año pasado, de terror también. Después he tenido pequeñas participaciones en otras, como en la película 9, una coproducción uruguayo-argentina; en esta sí había muchos uruguayos porque es una película uruguaya de Nicolás Branca y Martín Barrenechea.
¿Cómo te adaptaste a los códigos de la actuación en el cine?
Son lenguajes muy distintos, uno a veces piensa que tienen más cosas en común, cuando en realidad el teatro tiene más en común con la danza que con el cine porque es un lenguaje escénico. El cine, si bien es actuación, es otro tipo de lenguaje en el que el realismo o el naturalismo es la forma de actuar porque siempre es dentro de una cierta naturalidad; me parece que eso depende más de la experiencia y de la inteligencia del actor, de saber cómo moverse. En el cine sos parte de una cosa mucho más grande, de la que no tenés el control porque de pronto una escena que para vos estuvo buena al director no le gustó por cómo estaba colocada la luz, por ejemplo. Entonces vas formando parte de algo mucho más macro de lo cual no tenés dominio, como sucede en el teatro. Porque en el teatro, más allá de que haya un director y todo un equipo, y dos espectadores, la escena transcurre. En el cine tenés una parte pequeña y de repente no tenés ni idea de en qué código vienen actuando; hay muchas cosas que no sabés incluso del guion. Vos hacés tu parte un poco por lo que te dice el director y por dónde vos creés que va la cosa y de ese diálogo surge. En el teatro conocés a todo el equipo y charlás con todos, mientras que en cine no sé quién edita, quién le da el color, etcétera.
Tu última participación en cine fue en 2020, en El año de la furia, de Rafa Russo.
Sí, ya se estrenó en España, pero acá no sé cuándo. Hago un papel chico donde había una gran cantidad de “estrellas” del cine que yo ni siquiera conocía, actué en una escena con el español Daniel Grao, también con Miguel Ángel Solá y Joaquín Furriel, pero no conozco a todos porque se filmó una parte acá y otra en España. Hice el personaje de un policía de investigaciones y tuve escenas con Fernando Deanesi, los dos como policías de investigaciones. Tuve papeles chicos porque los roles protagónicos ya estaban todos asignados.
¿Qué lugar ocupa la dramaturgia en tu carrera?
En mi currículo dice “dramaturgo”, pero yo soy un actor que escribe, o soy un actor que dirige, porque además las obras que escribo también las hago. No es que tengo diez obras escritas y las hice para publicar, soy más del tipo de dramaturgo que escribe una historia para contarla más o menos de inmediato o la voy construyendo a medida que la voy ensayando. En el caso de Una forma de hacer tiempo y Del otro lado del mundo fue así, la última la escribí con mi pareja, Camila Diamant. En la primera actuamos con Camila y en la última actúa ella con César Troncoso. A esta obra la reescribimos y, bueno, después conocí a Troncoso en el festival de Manizales cuando fuimos con Blu y mucho tiempo después le hablé de que estaba escribiendo una historia y medio se la conté, es una obra muy íntima y va más por el lado de la profundidad de los personajes. Con Camila nos complementamos bastante y se generó la dupla esa como me pasaba con Fernando y, al tener una relación, sin querer tenés un conocimiento más artístico además de personal. Tenemos que llegar a un consenso, pero llega un momento que la obra decanta y más cuando la empezás a ensayar. La obra misma te va diciendo qué va y qué tenés que sacar.
¿Te parece que algo tiene que cambiar en el teatro a partir de esta pandemia?
Creo que este tipo de catástrofes como la pandemia hace que los actores nos planteemos la profesión, porque por lo general los artistas están un poco adelantados a su tiempo y muchas veces echan luz en aquello que en el día a día no logramos ver. Es un momento muy complicado que nos exige que nos pensemos y pensemos nuevas formas de mostrar ciertas problemáticas y que el público saque sus conclusiones. Es un momento difícil, pero para los artistas está bueno porque nos interpela para realizar las cosas de otra forma.
Actor egresado de la Escuela de teatro La Gaviota. Estudiante de tercer año de la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático. Desde 2007 trabaja como actor. En teatro fue dirigido por Gabriel Calderón (2007), Martín Inthamoussú (2007), Juan Worobiov (2008), Walter Reyno (2009), Júver Salcedo (2010), Ernesto Clavijo (2010), Alberto Restuccia (2011) y Fernando Nieto Palladino (2012 a la fecha). En cine trabajó en cortometrajes bajo la dirección de Damián Devitta (2011), Pablo Ferré (2012) y Laura Alario (2014). Actualmente se encuentra en rodaje (largometraje) bajo la dirección de Manuel Facal. En su formación actoral ha estudiado con maestros nacionales: Júver Salcedo, Berto Fontana, Delfi Galbiati, Norma Barriolo, Levón, Alberto Rivero, entre otros; e internacionales: Jeremy James (Théatre du Soleil, Francia), Julia Varley (Odín Teatret, Dinamarca) y Maurice Durozier (Théatre du Soleil, Francia). En 2013 fue nominado por los premios Florencio (Asociación de Críticos Teatrales del Uruguay) con Blu en la categoría mejor elenco.
En abril de 2007 se formó el colectivo escénico Reversión, integrado originalmente por estudiantes de la Licenciatura en Biología de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República. Desde su formación el grupo se dedica a la investigación escénica e interpretativa, desarrollando dos líneas de trabajo que se han denominado etodrama y bioescénica, ambas vinculadas a la biología y a las artes escénicas. En 2008 Reversión estrenó su primer espectáculo, cuya construcción se basó en los procesos desarrollados por el grupo: Quiroga con la luz prendida, obra escrita y dirigida por Fernando Nieto Palladino, ganadora del Florencio (Asociación de Críticos Teatrales del Uruguay) a mejor texto de autor nacional. A partir de 2012, Reversión sumó la producción de espectáculos a sus actividades permanentes con la puesta en escena de Siete locos, escrita y dirigida por Fernando Nieto Palladino, ganadora del Programa Montevideo Ciudad Teatral 2012. En 2013 Reversión estrenó su tercer espectáculo, Blu, producto de un trabajo de investigación escénica y dramaturgia desarrollado desde marzo a octubre del mismo año. Actualmente Reversión cuenta con diversos artistas escénicos: actores, bailarines dramaturgos y diseñadores teatrales.