Por Elena Bernadet.
El Palomar de Cavia, ubicado en Avenida Italia y Avelino Miranda, es el último vestigio de lo que fue la quinta del escribano José Manuel Sainz Cavia, en la que en algún tiempo habitó José Artigas y donde sentó las bases del artiguismo.
En sus orígenes la quinta ocupaba una gran superficie, en un paraje solitario, cuando Avenida Italia se llamaba Camino de la Aldea y unía la ciudad fortificada con la Unión. La zona se conocía como Tres Cruces y la quinta incluía el predio que hoy ocupan el Hospital Británico, el túnel de la avenida 8 de Octubre, la Plaza de la Bandera y el shopping.
Por allí estaba también la casa particular de Cavia y un torreón del siglo XIX que en sus orígenes sirvió de amparo de mendigos, también de depósito de herramientas y finalmente refugio de palomas mensajeras.
Una placa del escultor Edmundo Pratti deja constancia de que en ese predio, hoy dividido y transformado, se efectuó el Congreso de Tres Cruces.
El 5 de abril Artigas inició el congreso con la lectura de la Oración Inaugural, redactada por Miguel Barreiro, en la que el pensamiento liberal y democrático de Artigas quedó expresado en la frase: “Mi autoridad emana de vosotros y cesa ante vuestra presencia soberana”. Allí la Banda Oriental se convirtió en Provincia Oriental compuesta por 23 pueblos.
De la casona de Cavia se conserva el palomar original, que ahora en sus huecos aloja libros en vez de palomas. También un ombú, que tiene los mismos años.
Fue la buena voluntad de un grupo de vecinos, las hermanas Elina y Mirtha Pérez Marilu con Angélica Pereira Padrón y otros, que sensibilizados por un verdadero monumento olvidado, para muchos desconocido, decidieron recuperarlo y convertirlo en biblioteca.
El 13 de noviembre de 1994, después de numerosos trámites ante la Intendencia de Montevideo y la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación, lograron inaugurar la biblioteca en el Palomar de las Instrucciones, con 150 libros donados, que fueron ubicados en los estantes que recuerdan a las palomas.
El monumento ocupa un predio de la Intendencia y se ha mantenido sin cambios gracias al respeto que se le debe a un edificio declarado patrimonio nacional.
Hoy, cuenta Ana María Maroldo, maestra y funcionaria honoraria como todos los que trabajan allí de lunes a jueves, en un pequeño espacio sin baño ni teléfono, cada día una maestra realiza los préstamos de libros a los vecinos.
El Hospital Británico y una comisión barrial colaboran con el mantenimiento tanto del edificio y jardín, como de los libros.
Pablo Silva Olazábal imparte un taller de literatura los lunes a las 20 horas; también se realizan actos culturales y presentaciones de libros.
Gracias a estos vecinos se presta un servicio a la comunidad y se mantiene vivo un espacio en el que se gestó parte de nuestra identidad.