Una apuesta al futuro
En poco tiempo pudimos ver tres obras en esa hermosa sala que es Tractatus, ubicada en la calle Ituzaingó esquina Rambla Portuaria, con resultados dispares.
Primero la bellísima Ser humana, de Angie Oña, a la que le dedicáramos una crítica en el número anterior de Dossier, y después dos obras de teatristas jóvenes, 2185, de Diego Ayubí, y Lo contrario, de Sebastián Calderón.
En cuanto a las últimas dos, el resultado fue francamente preocupante. Se trata de jóvenes talentosos, pero en este caso sus propuestas no terminan de cuajar.
Ambas recurren a elementos de ciencia ficción, ya sea desdoblando el tiempo y el nivel de realidad (Ayubí) o mundos paralelos (Calderón), pero las anécdotas no son claras; lo que salva ambas puestas son los excelentes trabajos de los actores.
Entre los pecados que deberían evitar, podemos citar un inexplicable uso de nombres mitológicos en la obra de Ayubí, así como momentos de humor demasiado lineal, o un inexplicable intervalo que no sustenta nada. En el otro caso, la presencia del actor de gran talento Santiago Sanguinetti remite inevitablemente a su El gato de Schrödinger de la que la obra parece un plagio.
Lo anterior parece –en una lectura superficial– una visión muy negativa, pero no lo es: a estos jóvenes, que como ya se dijo son muy talentosos, les recomendamos seguir en sus propuestas. Seguramente recorrerán un camino excelente, tal como vimos en Otros problemas de humanidad, de Calderón.
Los pecados de juventud son excusables, confíe en nuestra apuesta.
Sobre Tiempo de fiesta
¿De qué hablamos cuando es mejor no hablar de ciertas cosas?
Una mujer, una mujer atrás,
Una mujer atrás de un vidrio empañado.
Pero no, mejor no hablar de ciertas cosas.
No, mejor no hablar de ciertas cosas.
Luca Prodan
Esta obra fue escrita por Harold Pinter (1930-2008), dramaturgo inglés que ganó el premio Nobel de Literatura en 2005 y que se caracterizó por su gran activismo político, lo cual se reflejó en su producción artística.
En el caso de Tiempo de fiesta fue influido por el horror que se vivía en Latinoamérica –esa entelequia tan difícil de definir cuanto heterogénea– y decidió no permanecer callado. Como menciona el programa de mano, y parafraseando a uno de los personajes, decidió que eso “esté en su agenda” y escribió una obra lineal, casi una viñeta, pero que precisamente por su simpleza anecdótica resalta el horror que se vivía en esos días.
La historia es simple, y la puesta de Ana Pañella el saca un gran rédito: dos hermanos, Dusty (Florencia Zabaleta) y Jimmy (Luis Pazos), van a un baile en la época de oro de John Travolta, a fines de los setenta, pero algo ocurre, una corrida y uno desaparece.
Aquí el planteo escénico de la obra tiene un gran hallazgo al plantear la primera escena (el baile, incidente incluido) en el piso alto que es el foyer, y el resto, las consecuencias y la vida que sigue en plena dictadura en la Zavala Muniz, planteando una catábasis (descenso al infierno) hacia un lugar tenebroso, mal iluminado, que se divide en la contradicción de un ambiente de lujo decadente con una puerta gigantesca entreabierta, detrás de la cual la oscuridad alterna con las luces molestas y el humo, en un sentido muy literal, un pasaje al inframundo dentro de otro.
El otro ambiente tiene la característica de un lugar de reunión de clase alta, con un anfitrión al que todos se dirigen con respeto y deferencia, donde se establece la tensión de cómo interpretar lo que está ocurriendo con los derechos humanos en ese momento, en especial con la inviolabilidad de la persona.
La forma escénica de resolver esta tensión es eficaz, y la obra –que no es ni cerca de los mejores textos de Pinter– se realza por las excelentes actuaciones y el ambiente infernal logrado por el dispositivo escénico, las luces y la ambientación sonora.
Realmente una hermosa puesta de la Comedia Nacional.
Tiempo de fiesta
Dramaturgia: Harold Pinter.
Dirección: Ana Pañella.
Elenco: Diego Arbelo, Luis Martínez, Florencia Zabaleta, Isabel Legarra, Jimena Pérez, Andrea Davidovics, Gabriel Hermano, Pablo Varrailhón, Luis Pazos, Federico Zazpe.
Escenografía: Osvaldo Reyno.
Iluminación: Lucía Acuña.
Vestuario: Soledad Capurro.
Peluquería Heber Vera.
Diseño sonoro: Federico Moreira.
Selección musical: Ana Pañella.