Por Bernardo Borkenztain.
“Si viene el fin del mundo en un segundo por la explosión,
No te preocupes nena que aún nos queda una salvación.
¿Y cuál es?
Lo atamo’ con alambre, lo atamo’, lo atamo’ con alambre señor,
lo atamo’ con alambre y con un cachito de cinta Scotch”.
Ignacio Copani
Hablar de Santiago Sanguinetti es, sin lugar a dudas, hablar de uno de los más interesantes y originales dramaturgos jóvenes de Uruguay.
Su Trilogía de la revolución, editada por Hum y estrenadas todas sus obras bajo su dirección plasmó, junto con El gato de Schrödinger (Comedia Nacional, 2016), una poética en la que conviven un lenguaje cotidiano con profundas reflexiones filosóficas, expresadas en clave de un humor corrosivo y por momentos oscilante entre lo negro y lo absurdo.
Si bien este no es el texto más pulido, conserva la eficacia que tiene un manejo del ritmo clímax/anticlímax de las obras de Sanguinetti (aunque quizás podría admitir algún recorte para optimizar la duración de la obra, es un tema opinable).
En general, la poética del autor tiene unos rasgos más o menos fijos, que tienen como actante central que el núcleo de la acción, los protagonistas, se comportan como aprendices de brujos, es decir, manejando fuerzas o desatando eventos cuyas consecuencias no tienen la capacidad de controlar, sea el tema de enseñarles Hegel a haitianos lo que motiva que inicien una revolución, o liberando un virus que convierte en zombies hiperhormonados a los habitantes de Nueva York, tienen que lidiar (con su corta dotación de recursos) con situaciones fantásticas que desatan el núcleo del conflicto y la tónica del humor.
En este caso, un grupo de actores de segundo orden (extras publicitarios sin experiencia protagónica) logran realizar el sueño capitalista del emprendimiento propio e instalan –a la uruguaya– un parque ambientado en el jurásico en un pueblito de Tacuarembó.
Obviamente carecen de buena tecnología y la propia resolución visual de los animales es hilarante, mientras que la sencillez del dispositivo escénico ilustra la precariedad del parque a la vez que resalta los elementos actorales.
Pero sin conflicto no sería teatro, y estos empresarios/artistas improvisados tienen un enemigo peligroso: una multinacional basada en el circo Beto Carrero que no ve con buenos ojos su iniciativa.
El manejo de las luces es convencional, logrando ilustrar las acciones, pero, de alguna manera Sanguinetti logra que la ambientación sonora se convierta en uno más de los recursos humorísticos de la mano de una consola ficcional que tiene las indicaciones en chino.
En fin, dinosaurios, personajes torpes pero entrañables, tecnología improvisada, ¿qué podría salir mal?
Para saberlo puede asistir a partir de su reestreno próximamente, ya que el festival Nuestra, en cuyo marco fue estrenada, solamente asignó una función.
Pero créame, la espera valdrá la pena…
Sala Hugo Balzo
Dramaturgia y dirección:
Santiago Sanguinetti.
Elenco: Mateo Altez, Elena Brancatti,
Javier Chávez, Nahuel Delgado,
Carmen Laguzzi, Xabier Lasarte,
Ileana López, Guillermo Vilarrubí.
Diseño de escenografía e iluminación: Lau- ra Leifert, Sebastián Marrero.
Diseño de vestuario: Johanna Bresque. Diseño de sonido: Fernando Castro.
Música original: Federico Zavadszky, Fernando Castro.
Fotografía: Alejandro Persichetti. Asesoramiento en trabajo de altura: Marcelo Patiño.
Realización de vestuario y telón:
Mariela Villasante.
Realización de utilería móvil:
Alejandro Roquero.
Asistencia de producción: Rogelio Gracia, Nicole Wysokikamien.
Asistencia de dirección: Guillermo Vilarrubí. Distribución internacional: Laura Pouso.