Me pregunto si estás sola y triste esta noche.
Sabes que alguien dijo que el mundo es como un escenario
y cada persona debe interpretar un papel.
El destino me hizo interpretar a tu enamorado.
El primer acto fue cuando nos conocimos: amor a primera vista;
leías tus líneas ingeniosamente y nunca perdías una entrada.
Entonces llegó el acto número dos:
empezaste a cambiar y a actuar extrañamente,
y el porqué nunca lo sabré.
Elvis Presley (‘Are you lonesome tonight?’)
Existe un movimiento compuesto en física y matemática, más exactamente en arreglos que tienen a la vez distribución espacial y carga, que se llama antisimetría, cuyos componentes son una operación de simetría (cambiar algo por su opuesto) y una de inversión (cambiar algo por su inverso). Ambos componentes pueden parecer similares para quien no ha estudiado ciencias, pero no son lo mismo. Las imágenes especulares son la mejor forma de visualizarlo, la simetría se da porque el cuerpo y su reflejo miran en la misma dirección, pero en sentidos opuestos, y la inversión implica un cambio de polaridad de alguna característica. Imaginemos una persona frente al espejo sosteniendo un objeto blanco. Si su reflejo tiene el mismo objeto, la relación es simétrica, pero si se invirtiera la polaridad (el color en este caso) y la imagen del objeto fuera negra, sería antisimétrica. Recordemos esos dos aspectos: una relación espacial de tipo especular y una cualidad bipolar que puede ser invertida.
Por la característica que tiene esta obra que plantea una geometría compleja a la que no es posible hacerle justicia sin revelar algunos datos que deben ser descubiertos al presenciarla, advertimos que es preferible postergar esta lectura hasta después de verla.
Hecha la advertencia, describimos el dispositivo escénico que, justificando el subtítulo de la obra, pone en práctica material la sugerencia de Diderot de elevar una cuarta pared que separe a los actores del público, que se coloca en un patio fuera de una casa ante unos grandes ventanales cual voyeurs ad hoc. Cierto es que en sentido estricto ser espectador siempre tiene un componente de voyerismo, pero en este caso es marcado y remarcado por la disposición, pero también por el túnel absolutamente a oscuras que se debe atravesar para llegar a la platea. Es destacable la estupenda resolución del audio, porque pese al aislamiento, los diálogos se escuchan perfectamente.
Descrita ya la ubicación espacial de la obra, tiene también una estructura temporal: se encuentra limitada por la canción de Elvis Presley ‘Are you lonesome, tonight?’ al principio y la de Leonard Cohen ‘Dance me to the end of love’ al final. Las escenas se alternan en su intensidad de iluminación dividiendo a los personajes en dos grupos que, separados al principio por una barrera virtual, la van atravesando lentamente hasta converger en la escena final.
Dentro de la casa, que adquiere por lo descrito cierto carácter de claustrofobia, cuatro personas juegan a las cartas, Gloria (Carla Moscatelli) y tres personajes más, que serán alternados por otros tres, escena por medio, y que son los hermanos de Gloria, la única que interactúa con todos. El ambiente de baja iluminación y observar a través de ventanas le da al dispositivo una estética que remite inevitablemente a Hopper. Estos tres personajes no tienen nombre y en su historia hablan con Gloria y la interpelan acerca de la llegada de sus hermanos primero (ella no quiere que los vean en la primera escena, algo que toma sentido luego) y más adelante acerca de si ellos saben acerca de un acontecimiento terrible en su vida pasada y de su propio papel en los desenlaces. Un dato: Mauricio y Andrés, los hermanos masculinos, son los que abren las ventanas quejándose de que “hay olor a podrido” en la casa, una sentencia que, desde Hamlet, tiene connotaciones bastante específicas.
A medida que las escenas se suceden, se van revelando datos relevantes para el espectador, pero que además resignifican cosas vistas, de forma tal que el orden del relato no permite decodificar de manera lineal la historia, sino que lo hace de manera antisimétrica.
Prescindiendo del ya citado orden del discurso, veamos la historia tal como el espectador la reconstruye luego. Los hermanos se reúnen para informar a Gloria que deben vender la casa, último resto de un pasado de riqueza que termina cuando su padre muere y su madre se casa con Silvio, un alcohólico ludópata y pedófilo que despilfarra la fortuna familiar y abusa de todos los hermanos. Pero, como escribiera Bergen Evans en su Historia del disparate, “Podemos haber acabado nosotros con el pasado, pero el pasado no ha acabado con nosotros”. Así, estos personajes, anclados en el pasado, se reúnen para finalizar una etapa de sus vidas: hay que vender la casa, y para eso hay que decírselo a Gloria, que es la que vive en ella.
La obra plantea al espectador, en aproximadamente una hora, dos desafíos básicos: desentrañar la historia de esta familia disfuncional (con una clara presencia de la poética de Roberto Suárez) y, muy especialmente, las relaciones entre sus integrantes. Para eso es imprescindible entender que los principales aspectos de estas son binarios (no grupales) y por eso las redes de interacciones toman formas antisimétricas.
Llegados a este punto, es imprescindible una última consideración respecto del movimiento de simetría: puede ser relativo a un punto, caso en el que se llama focal; o respecto de un eje, y se llama axial. Es importante esta disquisición, porque las primeras, al repetirse respecto del mismo foco, delinean un patrón en forma de estrella, mientras que las segundas permiten relaciones especulares. Obviamente se podría describir el mismo fenómeno en tres dimensiones, pero sería innecesario para lo que realmente importa en este análisis: la relación entre los hermanos.
Una primera mirada podría llevarnos a pensar que Gloria es el foco de los movimientos reflectivos, ya que es la persona común a ambos grupos, pero el asunto es más complejo: la madre, al morir, le deja el mandato karmático de cuidar a Silvio, el padre putativo que abusó de todos ellos (aunque Gloria cree que solamente de ella y que sus hermanos fueron protegidos de esa realidad terrible). Así se establece el primer movimiento: la conversión de la hermana mayor en una madre sustituta que ocupa su lugar en la cama de Silvio y en la casa. Si vemos las características de ambas podemos ver los rasgos antisimétricos y el foco de referencia es, obviamente, Silvio.
Por un lado, ambas se acuestan con el mismo hombre, pero la madre lo hace voluntariamente y Gloria no (foco antisimétrico). Ambas fallan en proteger a los otros hermanos, pero la madre lo hace por defección y Gloria por insuficiencia. La enorme diferencia es que la madre ha sido agente voluntario de sus acciones, no así Gloria, que ha sido víctima de las de su madre y Silvio, y por esa ruptura de su voluntad se encuentra atada a la casa, que representa el pasado idealizado antes de la muerte del padre, que detona la caída (que sería trágica si estos personajes fueran héroes clásicos, pero no lo son: hasta de eso se los ha despojado).
Según Sigmund Freud, la sociedad se basa en dos prohibiciones fundacionales: el tabú del incesto y el del parricidio. En este caso, la muerte del padre real viabiliza que los hechos terribles que ocurren a posteriori no violenten el primero, pero también que habiliten el segundo. Pero no nos adelantemos.
Vemos así que el eje de relacionamiento antisimétrico se establece claramente: es el que vincula a ambas madres insuficientes, la línea imaginaria que va de la madre a Gloria es la que delinea la vinculación entre los dos grupos de personajes (ya nos referiremos al otro).
Las relaciones entre los hermanos, las que no involucran a Gloria, están exentas de los rasgos simétricos; cada uno ha lidiado con su dolor como pudo. Hace años, Mauricio y Andrés viajaban borrachos en una moto y tuvieron un accidente a raíz del cual el primero quedó traumatizado y vive con una pensión por discapacidad, una vida de discapacitado. El otro, al no poder vivir con la culpa, se va del país y consuma un matrimonio pedófilo en Francia, donde ha dejado a su “esposa” para venir a resolver la venta de la casa. Peny, en cambio, no puede relacionarse con hombres y quiere tener un hijo por medio de la ciencia (que al principio se hace suponer al espectador que es con Mauricio), pero no logra llevarlo a cabo porque “igual le tienen que meter algo allá abajo”.
Peny y Mauricio viven juntos de la pensión de él, asisten a eventos por la comida, lo que se conoce como “perejiles”, y llevan una relación erotizada pero sin que nada autorice a pensar que efectivamente consumaron el incesto, ya que ambos están muy bloqueados al respecto. Sin embargo, al volver, Andrés descubre que Mauricio ha estado fingiendo para evitar tener una vida adulta todos estos años y que la culpa que ha cargado fue innecesaria, lo que detona y permite resolver el conflicto entre ambos, que es el único que logra ese final.
La huida de Andrés también rompe la simetría de dos hermanos y dos hermanas, y como Peny y Mauricio tienen una pareja vicaria, Gloria queda como el elemento impar y en soledad, lo que la lleva a inventar un mundo ilusorio, con otros tres hermanos sustitutos que responden a su fantasía más que a la realidad. Así surgen los otros tres personajes; eso explica por qué solamente interactúan con Gloria y cómo aparecen en la escena de los hermanos reales solamente a medida en que ella se va degradando y alienando (primer nivel de ficción en sentido estricto), y pierde la noción de la realidad.
Si bien los hermanos fantasmales no tienen nombre, es obvio que Gimena González es el avatar de Peny, y como José Ferraro es más alto que Javier Chávez y Roberto Suárez más que Mariano Prince, se induce al espectador a suponer que los dos primeros se corresponden y los otros también. Así se da el primer movimiento: el de la simetría respecto del eje madre/Gloria.
Como Peny es la “rival”, su imagen conserva su rasgo más irritante (la risa sin causa) pero es reducida a un eco, un personaje casi sin voz propia. Andrés, el que defecciona y causa la ruptura, es ridiculizado en beneficio de Mauricio, que es idealizado: de esta manera, la incapacidad mental (fingida) de uno se transmuta de forma antisimétrica en incapacidad motriz y mental de la imagen, pero del otro hermano (Javier Chávez). Igualmente, como en la fantasía de Gloria, Mauricio es capaz de ser pareja de Peny (vive con ella, la mantiene y no la agrede sexualmente como Silvio), es estilizado hasta ser un personaje seductor y elegante (José Ferraro) que la contiene y enamora, incorporando así la soltura y el savoir faire de la imagen idealizada que Gloria tiene de Andrés.
Queda el otro elemento para analizar: la venta de la casa. El mundo claustrofóbico en el que está encerrada Gloria (literalmente para los espectadores/voyeurs) se ve amenazado y ella comienza a desmoronarse, con lo que su mundo psíquico también y el orden armonioso que tenía en la versión interior de sus hermanos se disgrega y surge un elemento nuevo: ellos le dicen que la ayudaron a matar a Silvio. Y le sugieren que también la van a ayudar a matar a sus hermanos, la única forma que ella ve de retener su mundo infantil. Como estos personajes son la voz del inconsciente de Gloria, hablan, de cierta forma, por ella, a la vez que lo hacen con ella.
En la última escena, la del banquete letal, ambos mundos convergen en uno y Gloria termina de desmoronarse mientras el veneno que puso en la comida falla en su cometido, ya que sus hermanos no lo comen. No sabemos cómo termina la historia, solamente sabemos que está maravillosamente narrada, que es un cuento terrible y queda una última cosa por resolver: si el olor a podrido que apesta a esta Tebas del nuevo milenio será el cadáver de Silvio, quien, más allá de la muerte, sigue arruinando la vida de estos hermanos.
Julio Cortázar, en una afirmación que sin dudas le trajo problemas, pero que hoy le hubiera valido ser incinerado en las hogueras inquisitoriales de la corrección política y la ideología de géneros, afirmaba que había “lectores hembra”, los que preferían el relato describiendo sin censuras y por orden la historia a contar, mientras que los “lectores macho” prefieren una narración laberíntica, con pistas a descifrar antes que el trabajo predigerido. Así, congratulándonos de que las hordas de Torquemada no puedan llevar a sus Autos de Fe a Cortázar, nos queda bien claro a qué tipo de espectadores está dirigida esta maravilla.
Dirección: Bruno Pereyra.
Asistencia de dirección: Lucía Persichetti.
Elenco: Javier Chávez, José Ferraro, Gimena González, Carla Moscatelli, Victoria Novick, Mariano Prince, Roberto Suárez.
Técnicos: Johanna Bresque, Lucía Tayler.