
Riverense de nacimiento, comenzó a formarse desde muy joven, primero en su ciudad natal y luego en Montevideo, en el taller de Edgardo Ribeiro. Con el tiempo, su camino lo llevó a Europa, donde vive desde 1977 con base en Bruselas, sin cortar nunca el vínculo con Uruguay.
Hasta el 13 de julio el Museo Nacional de Artes Visuales le dedica una retrospectiva, curada por María Eugenia Méndez, que lo pone en escena con amplitud y profundidad. “Osvaldo Leite – Artista de dos mundos” recorriendo su obra desde los años 60 hasta hoy.






El inicio de la muestra está marcado por estudios y ejercicios tempranos, a los que sigue una nutrida serie de retratos, una de las zonas más reconocibles de su trabajo. Hay figuras públicas, personajes históricos, rostros que transmiten presencia, carácter. Leite trabajó por encargo para presidentes, diplomáticos y personalidades de distintos países, pero lo que destaca no es solo el virtuosismo técnico: hay en cada retrato una manera de capturar la esencia, un gesto, una mirada que dice más de lo que parece.








A medida que se avanza, la figura se va diluyendo. Aparecen otras búsquedas: arlequines, escenas más libres, más expresivas, y finalmente un giro hacia lo geométrico, lo matérico, lo abstracto. La línea se afloja, los colores ganan protagonismo, y la pintura se vuelve terreno de exploración más abierta.












En ese tránsito hacia lo esencial se suma también su obra escultórica. Algunas piezas recientes, realizadas en hierro, madera o vidrio, se integran al recorrido con una presencia sobria y contundente. Volúmenes depurados, juegos de equilibrio, formas que dialogan con sus pinturas desde otra dimensión. La escultura no aparece como un desvío, sino como una extensión coherente de su lenguaje.








Leite no abrazó el conceptualismo ni los discursos cerrados. Se mantuvo fiel a una mirada sensible, atenta a lo visible, sin dejar de moverse. Y esa es quizá la clave de esta muestra: ver cómo una obra puede transformarse sin perder tono, cómo un artista puede crecer sin perder voz.

En ese equilibrio entre la destreza y la búsqueda, entre lo aprendido y lo que todavía se deja sorprender, Osvaldo Leite traza un mapa propio. Un mapa hecho de retratos, de formas, de materia. Pero sobre todo, de una fidelidad silenciosa a lo que el arte, para él, siempre fue: una manera de estar en el mundo.
Osvaldo Leite IG osvalei
Hasta el 13 de julio | Museo Nacional de Artes Visuales | Julio Herrera y Reissig esq. Tomás Giribaldi | Martes a domingos – 13 a 20 horas.
Imágenes y texto: Mario Cattivelli – @illev_uy