Como consecuencia de esta última edición de la Bienal de Salto, otra vez se vuelve a plantear la dicotomía pintura-pintura vs. arte conceptual. Falsa dicotomía porque dentro de lo que se define como pintura hay que incluir a todo el arte objetual, y dentro de lo que se le llama conceptual, entra el videoarte, la performance, la instalación. O sea que ya empezamos mal con las definiciones. La gente que integra la élite cultural del departamento arremete contra el resultado del concurso diciendo que siempre pasa lo mismo. Que los jurados premian a los artistas de la capital que están en esas tendencias conceptuales en contra de los artistas pintores y escultores tradicionales y originarios del interior. Si los artistas uruguayos en general se sienten pertenecientes a la periferia del arte internacional, los del interior se sienten doblemente discriminados porque serían como la periferia de la periferia. Pero, ¿hay algo digno de destacar entre los artistas del interior que actualmente trabajan y residen ahí? Y los de Montevideo ¿merecen ganar premios de tantos miles de pesos? ¿Es lícito a esta altura del siglo XXI mantener un enfrentamiento entre los nietos de Picasso y los nietos de Duchamp? Problemática provinciana, absurda, fuera de la realidad. Si definimos a la pintura contemporánea teniendo como parámetro a la obra de Fito Sayago, seguramente podemos llegar a la conclusión que la pintura actual uruguaya es un desastre. Pero no todos los pintores son como Sayago, por suerte. Si definimos lo conceptual a partir de alguien que revienta quinientas naranjas contra el ángulo superior izquierdo de una pared, cometemos el mismo error. No se puede reducir la experiencia de la pintura o del arte conceptual por lo poco que conocemos. La confusión parte de un grupo de gente que son absolutos ignorantes, tanto de la buena pintura, como de los buenos ejemplos del arte contemporáneo. Tal vez porque estamos ausentes de una crítica formativa de público, o porque los centros de enseñanza del arte no escapan al nivel desastroso de toda la enseñanza del país. Los jurados fallan pero nunca justifican su fallo, lo que contribuye a la confusión general. Yo solo le pido a los pintores domingueros (ellos son los principales enemigos de lo conceptual), que sigan pintando en sus ratos libres, que sigan leyendo a Avelina Lesper, y que no traten de interpretar al arte contemporáneo porque no tienen los argumentos necesarios para hacerlo. También les digo a los llamados conceptualistas que traten de afinar su puntería. Ya no estamos en 1968. En esta época se hace necesario una profundización del lenguaje y no apostar a lo simple, a lo ingenioso y superficial. Yo creo sinceramente que es muy poco lo que se salva actualmente en el arte contemporáneo uruguayo (tanto conceptual como no conceptual). La buenas obras quedan ignoradas ante las rabietas de los pintores mediocres y de los conceptualistas cuyo talento solo les alcanza para hacer buen lobby.