El signo resignificado
Por Daniel Tomasini en la Columna de Artes Plásticas de la edición 59 de Revista Dossier
Miguel Battegazzore presenta en el museo Gurvich una muestra que tiene mucho de retrospectiva, aunque en realidad no lo es. Son series de obras paradigmáticas de una época determinada, comenzando en el lejano año l958. Luego pasa a la serie de 1985, seguida de la de 1992 hasta la fecha (2015). Este grupo de series permite detectar los cambios estéticos producidos desde los principios aprendidos desde la ortodoxia torresgarciana. Battegazzore no exhibe en ningún momento piezas que ejemplifiquen esta ortodoxia en sentido estricto, aunque sus raíces estéticas se hunden profundamente en la doctrina del universalismo constructivo, cuya base, en líneas generales, se constituyen sobre un trazado geométrico ortogonal aplicando la sección áurea en la partición del plano. Una serie de símbolos se ubican en cada compartimiento, aunados a un criterio de paleta regulada por una serie de colores limitada y definida, a su vez, por un tratamiento hacia el tono y el valor.
En la obra temprana de Battegazzore se perciben muchos de los fundamentos descritos, con la diferencia –sustancial– del tratamiento de sus símbolos, ahora en clave de volumen. Como si de descripciones de maquetas se tratara, el mundo iconográfico de Battegazzore adquiere una presencia tridimensional, muy alejada de los principios del maestro y, por otra parte, afirmativa de su identidad como artista. En resumen: Battegazzore toma de la doctrina constructiva los elementos base de su fundamento estético-plástico y propone una nueva significación de los símbolos, comenzando por crear un espacio en profundidad. Su propuesta diverge entonces de los fundamentos de la ortodoxia y alcanza un espacio de libertad expresiva particular aunque fuertemente anclado en la estructura torresgarciana. Desde esta posición Battegazzore desarrolla su poética creativa, que aborda espacios metafóricos, por ejemplo colocar sus figuras-símbolos en una especie de anaqueles semejantes a un armario abierto o a una biblioteca con muchas reparticiones. Este aspecto metafórico fortalece el simbolismo del artista, que permite una metalectura de su obra, alejada por este motivo de la pura plasticidad de la propuesta de Torres.
Tempranamente, también Battegazzore se ve convocado a la belleza plástica de las formas, alejándose paulatinamente del concepto de símbolo. En sus “composiciones analógicas” de 1958 las formas concretas (que se definen como formas cerradas con pintura plana sin alteraciones de luz o de sombra) seducen por su comportamiento –como si de personalidades se tratara– en un modo de gran plasticidad. El símbolo se ha perdido en este trayecto, pero ha ganado el signo. Tanto ha ganado el signo que Bategazzore continúa su búsqueda del equilibrio preconizado por su maestro, pero ahora recostado a otros principios, mucho más abstractos, que posiblemente lindan con el diseño. Debemos aclarar que para nosotros la palabra “diseño” implica el modo de dibujo aplicado con ciertos principios que vinculan la ornamentación con el hábitat humano. No es un término para nada peyorativo, y es muy mal comprendido por todos lo que entienden que el arte debe ser sólo expresión. Por otra parte, si nos atenemos a las citas de Giovanni Vattimo, por ejemplo, descubriremos que la opinión del gran filósofo Martin Heidegger de que “todo el arte es ornamental” no deja de tener un sentido profundo y verídico. Este desplazamiento del símbolo hacia el signo adquiere en Battegazzore connotaciones estéticas muy especiales, en tanto se percibe el proceso lúdico que el artista ha experimentado en sus últimas obras. Las combinaciones posibles con los patrones predeterminados –uno de los principios del diseño– adquieren desde la experiencia y el talento del artista una conformación sumamente atrayente. La hipersaturación de las formas se ve extrañamente equilibrada en un juego óptico por demás inteligente. El color adquiere una brillantez espléndida a partir de los contrastes propuestos. Creemos que esta última fase del artista demuestra un proceso de incorporación de saberes en el campo de la pintura al mismo tiempo que su personalidad individual de creador se iba afirmando. Su obra, sumamente particular, demuestra en todo caso un profundo respeto a sus orígenes dentro del universo constructivo. Reafirmando esta convicción, Battegazzore ha diseñado un proyecto de monumento a ser emplazado en Pueblo Garzón con elementos emblemáticos del constructivismo en sentido homenaje al maestro Joaquín Torres García.
Imágenes por Diego Hernández