Por Elena Bernadet.
En el verano de 1872, Ramón Álvarez fundó a dieciséis kilómetros de Montevideo una villa llamada La Paz. Su aporte, generoso y a la vez condicionado, fue la donación de tres terrenos con el compromiso de que allí se instalaran los cimientos del futuro pueblo: una iglesia, una escuela y una comisaría. 85 años después, la villa fue elevada a la categoría de ciudad y en 2022 celebra 150 años, a lo largo de los cuales ha sabido refundarse varias veces.
Ubicada en el departamento de Canelones, limita al sur con el arroyo Las Piedras y la ciudad del mismo nombre e integra la llamada área metropolitana de Montevideo. El proyecto inicial era fundar un espacio de veraneo cercano a la costa del arroyo. En esos tiempos, el disfrute de las playas, costas y baños en las aguas de arroyos, ríos y océanos era un hábito que aún no se había instalado entre las familias montevideanas.
Desde el principio se auguró que sería la residencia de verano preferida por las familias montevideanas acomodadas. Cuentan las crónicas que “como por encanto un año después, un poblado incipiente llamaba la atención de viajeros y cronistas que admiraban los bonitos jardines y edificios que se habían levantado convirtiendo aquel sitio, antes desierto, en un centro de reunión y recreo”.
Pero con el tiempo se fue perdiendo la novedad. En el siglo XX, con la aparición del automóvil, se ampliaron las opciones de los veraneantes, que comenzaron a trasladarse hacia las costas del Río de la Plata y el océano Atlántico, entre otras.
La Paz encontraría entonces una segunda oportunidad. Alrededor de 1884, las dificultades que se presentaron en las canteras de Montevideo dieron lugar a otro proyecto: el descubrimiento y la explotación de los yacimientos de granito. Con la explotación minera la ciudad volvió a crecer con una expansión insospechada.
Como materia prima el granito era imprescindible para el empedrado de calles y veredas, tanto de Montevideo como de Buenos Aires. Sumado a ello, otras dos obras de gran escala como el Palacio Legislativo y el Puerto de Montevideo también demandaron abundantes piezas de granito y otros minerales durante su construcción.
Por poseer un suelo rico, La Paz generó industrias y trabajo. No solo dio oportunidades a los lugareños: también atrajo inmigrantes especializados de varios países europeos, tanto obreros como ingenieros, conocedores del “arte de la piedra” que por aquellos tiempos tomaron el nombre de “picapedreros”.
En 1903 se formó la Unión General de Picapedreros y Graniteros de La Paz para defender sus derechos y mejorar las condiciones de trabajo. Los obreros realizaban una tarea sacrificada y llena de riesgos, que a veces provocaban accidentes fatales que se documentaron en la prensa local de la época.
Este impulso desarrollista derramó hacia otros sectores y llegaron a La Paz muchas otras fuentes de mano de obra y actividad económica. El crecimiento de la población y la demanda de bienes y servicios se acompañaron con la instalación de frigoríficos y fábricas textiles.
Pero el progreso y la evolución tecnológica afectó otra vez a la ciudad de los picapedreros. El uso del alquitrán en la construcción provocó el derrumbe de la industria minera, la que había sido su mayor actividad productiva para el empedrado de calles.
Esta innovación fue causa de desempleo. Las canteras se cerraron y la vida del pueblo se vio gravemente afectada.
Las canteras, aún abandonadas, son testimonio elocuente de una época. Esos pozos, de enormes dimensiones, en otra época contribuyeron a la construcción de calles y ciudades, y también de la propia identidad de los paceños. En la ciudad, en sus calles, parques y muchas de sus viviendas particulares La Paz exhibe con orgullo “el arte de la piedra”.
Pero la troupe de los picapedreros no fue olvidada. Un monumento ubicado en la calle José Batlle y Ordóñez casi Humberto Bianchi los recuerda. Según se afirmó durante los recientes festejos de los 150 años, el monumento “es en homenaje a los picapedreros que fueron parte de la historia y de la identidad nacional”.
Paceños ilustres
En la conmemoración tampoco fueron olvidados los mayores exponentes de la cultura, la política y el arte que se reconocen paceños, ya sea por nacimiento o adopción.
José Belloni, escultor, autor de algunas de nuestras más importantes esculturas como La carreta, El entrevero, La diligencia. En su memoria, una de las escuelas de La Paz lleva su nombre.
Javier de Viana, escritor y militante del Partido Nacional. Participó en la guerra de 1904, fue hecho prisionero y logró escapar a Buenos Aires, donde vivió escribiendo cuentos que publicaba en la revista Caras y caretas, El hogar y Mundo argentino. Después regresó a Uruguay, fue elegido diputado, se radicó en La Paz y falleció allí en 1926.
El propio fundador, Ramón Álvarez, que creó otros dos pueblos en el interior del país: 25 de Mayo y 25 de Agosto en el departamento de Florida. En cada uno de ellos existen estatuas de la Libertad similares, donadas por el propio Ramón Álvarez. La Escuela 233 de la ciudad de La Paz lleva su nombre.
César Mayo Gutiérrez, también paceño, político legislador. Se desempeñó como diputado, senador, ministro y vicepresidente de la República. Redactó la ley del Instituto Nacional de Colonización de 1948, que reafirmaba los derechos de los trabajadores del campo.
Eduardo Fernández, guitarrista y docente nacido en La Paz, reconocido internacionalmente. Alumno de Abel Carlevaro y de Héctor Tosar desde 1980 a 1984, Fernández tiene una larga trayectoria como guitarrista clásico. Su estilo de interpretación ha sido comparado con el del español Andrés Segovia.
Carlos Roberto López Lemos, cineasta uruguayo, también oriundo de La Paz, realizó el primer documental contando la historia de la era picapedrera, que se llamó La Paz, historia viva.
Adhemar Rubbo, humorista, integrante de la Comedia Nacional.
Juan José Brenta, director, actor, docente en la Escuela de Arte Lírico y el Conservatorio Universitario.
La celebración de la identidad y la cultura
Los primeros agasajos del 150 aniversario se realizaron en la plaza Dámaso Antonio Larrañaga, actividad que contó con la presencia del intendente de Canelones, Yamandú Orsi, y de otras autoridades nacionales.
Destacó Orsi que estos festejos “implican 150 años de momentos y oportunidades, donde lo identitario se vincula con la autoestima y se fortalece”. Dijo también que la ciudad “generó una usina de creatividad que no se encuentra en otro lado. Es una cantera de iniciativas culturales, por eso hay mucha historia y camiseta”.
“Cada una de las localidades de Canelones es parte de la construcción de nuestro departamento y este pueblo tiene una identidad potente”, aseguró.
Y para seguir festejando, están elaborando un programa de 150 actividades que se desarrollarán durante este año.