Colores que crecen.

El pasado 1º de noviembre, Montevideo Shopping celebró sus 40 años reencontrándose con una de sus tradiciones más queridas: el Concurso de Pintura Infantil, una jornada que convirtió el espacio comercial en un taller abierto lleno de pinceles, risas y mundos imaginados.

Desde temprano, el estacionamiento del segundo nivel se transformó en una pequeña fiesta creativa. Niñas y niños de 3 a 11 años, divididos en tres categorías, recibieron materiales y un espacio para pintar con total libertad. Algunos se acomodaron con seriedad de artista concentrado, otros pintaron casi bailando sobre la hoja; todos, sin excepción, dejaron algo propio en cada trazo.

Había familias acompañando, cámaras improvisadas, padres y abuelos mirando de cerca ese momento que se parece tanto a un ritual íntimo: ver a un niño elegir un color, dudar, mezclar, decidir, darle forma a una idea. El equipo del Museo Gurvich acompañó la jornada y también formó parte del jurado, junto a representantes del shopping. La energía era amable, celebratoria. Una invitación a crear sin expectativas ni etiquetas.

Durante las horas del concurso se vieron ciudades soñadas, animales inventados, estaciones del año que parecían canciones, paisajes imaginarios, superhéroes domésticos y retratos de afectos. Cada hoja fue una ventana. Cada niño, un universo en expansión.

Al cierre, se reconoció a los pequeños artistas en cada categoría con premios que invitan a seguir explorando: gift cards para todos los seleccionados y una experiencia única, para cada primer premio: la visita exclusiva al Museo Gurvich con hasta veinte invitados. Pero más allá de los reconocimientos, la verdadera celebración estaba en esa comunidad efímera construida alrededor del color y el juego.

Detenerse a mirar cómo un niño pinta es un recordatorio poderoso: la creatividad no es un lujo, es una forma de habitar el mundo. Con el Concurso de Pintura Infantil volvió una escena que se siente necesaria: niñas y niños ocupando el centro del espacio público, creando, compartiendo, invitándonos, sin decirlo, a recuperar la capacidad de asombro.

Texto e imágenes: Mario Cattivelli | illev_uy

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