Un espacio museístico
En la galería de arte del Edificio Artigas puede contemplarse la reunión de un grupo de artistas de primera línea bajo el lema Arte en madera. La selección de obras bien podría corresponder a un museo de arte, en tanto sus autores son verdaderos referentes del arte escultórico nacional.
Estas obras en madera abarcan desde la estatuaria en volumen exento, el ensamblaje y el collage con elementos planos, artefactos que remiten a la idea de mueble y construcciones varias, donde en todos los casos las piezas revelan el poder comunicador de la madera en los intentos de resolver el problema de la forma en el espacio.
En este sentido hay básicamente dos categorías, el volumen en el espacio y el plano con relieve con reminiscencias de la pintura. Incluso, en el caso de Analía Sandleris, se trata de un objeto –una silla‒ pintado con el estilo de la artista. Aquí se vinculan la pintura y el objeto desde una zona ambigua, donde la función utilitaria podría quedar anulada por la función artística, y la relación con el espacio depende de la opción de la alternativa entre el uso y la contemplación.
La solución a este problema de la forma en el espacio conduce a diferentes vertientes del tratamiento del material, además de su obvia concepción escultórica. Cuando existe una dirección hacia lo pictórico, el artista pinta las diferentes piezas, conjuntando el valor plástico del color con el valor plástico de la forma, como el caso de Pablo Damiani. La propuesta integradora de la estética estructuralista de la escuela de Torres García, demostrada por Manuel Pailós y Walter Deliotti, propone la autonomía del material subordinada a una estructura predeterminada a nivel de planos que funcionan como bajo y altorrelieve con destaque cromático.
La demostración palpable de la reciprocidad de lenguajes que la escuela de Torres García ha perseguido en su afán universalista la encontramos en el traslado de la escultura de Pailós al lenguaje mural, sin que se vea afectada en lo más mínimo su proyección expresiva que ‒en tanto semántica‒ se traslada de las maderas pintadas y organizadas bajo la regla de oro a la pintura en el muro que trabaja con planos de color.
Las obras de Wifredo Díaz Valdéz –pequeñas en este caso‒ explicitan cómo el artista resuelve a través de la articulación el problema de la forma en el espacio. Son creaciones verdaderamente originales y, por sobre todas las cosas, sugerentes de una nueva dimensión. En tanto la bisagra es el eje estético-conceptual, se pueden derivar una serie de reflexiones filosóficas hacia las relaciones de los seres y objetos con el espacio existencial, además de con el espacio físico.
El arte bruto de Ignacio Iturria con toda su magnética rusticidad se contrapone a los elegantes ejercicios de equilibrio en la obra de Mariví Ugolino, ambos resolviendo de manera particular el paradigma de la forma en el espacio que es el que da origen a diversas manifestaciones plásticas, donde cada artista afirma su convicción en cada obra que crea.
La escultura de Silvestre Peciar basada en las formas femeninas tiene un especial atractivo porque se logra la perfecta relación entre el diseño y el material. Las formas de Peciar remiten a la femineidad como concepto y el bloque de madera lustrada es un vehículo idóneo para demostrarlo desde la visualidad.
Ricardo Pascale realiza composiciones con base en placas de madera que integra en el artefacto como si fuera un organismo. Por ello quedan a la vista las unidades constructivas que logran una especial unión dentro del enunciado plástico, coagulándose en formas de gran dinamismo que continuamente están conformando el objeto artístico. Como tal ingresa al mundo trayendo la mirada cosmogónica del artista y se transforma en un artefacto estético con rango de comunicabilidad de esta propia mirada bajo el signo de la organicidad mencionada.
Las obras de Octavio Podestá también acarrean la mirada del artista, siempre preocupado por lo tectónico, es decir, por las propias y profundas fuerzas que la materia posee como tal y que se revelan en la propia naturaleza. Las composiciones de Podestá son siempre sólidas, firmemente ancladas en la tierra y demuestran un gran respeto por la materia desde su estado físico. El artista utiliza piedras, maderas y en grado sumo el hierro, que son elementos universales que forman parte del mundo natural, que el hombre siempre intenta modificar para fines utilitarios o embellecer y resignificar con fines artísticos.
Las piezas de Federico Arnaud se sitúan dentro del arte contemporáneo, con base en los objetos modificados y trabajados con fines artísticos que, sin embargo, guardan la memoria de sí mismos. Aquí nos situamos en otros procesos de simbolización en los que el sentido de apropiación del material se convierte en una reapropiación propiamente dicha con fines puramente estéticos. Javier Velázquez, José María Pelayo, Fernando Revelles, Pablo Damiani, Miguel Herrera y una singular pieza anónima completan la nómina de esta exposición, que verdaderamente tiene el carácter de recorrido museístico por el alto nivel de sus exponentes.