Por Bernardo Borkenztain.
“Queríamos tanto a Glenda”.
“Los amigos del barrio pueden desaparecer
Los cantores de radio pueden desaparecer
Los que están en los diarios pueden desaparecer
La persona que amas puede desaparecer
Los que están en el aire pueden desaparecer en el aire
Los que están en la calle pueden desaparecer en la calle, bah
Los amigos del barrio pueden desaparecer
Pero los dinosaurios van a desaparecer”.
Charly García
El autor
Santiago Sanguinetti es, sin lugar a duda, un dramaturgo extremadamente original, con una poética muy definida. Una obra suya siempre va a tener humor negro, elementos del absurdo, una profunda investigación sobre el tema (no en vano, además de egresado de la EMAD, es profesor de literatura y tiene estudios de filosofía) que atraviesa la obra y siempre contiene cuatro elementos que pueden estar presentes o no: humor, ciencia, filosofía, literatura y metateatro.
La conexión de estos temas, siempre caótica, tiene el verdadero sentido del caos (que fue el tema central de El gato de Schrödinger) al ser un orden de naturaleza desconocido y no lineal, y no desorden o ausencia de un patrón inteligible. Esto es crucial, ya que las tramas de Sanguinetti son complejas, pero jamás complicadas.
En este caso, los temas utilizados para trazar el patrón de la trama son: zombis, marxismo (específicamente el Manifiesto comunista) y la realidad uruguaya de tener, como muertos en vida, caminando entre nosotros, los residuos putrefactos de una época nefasta, que piensan llevarse a la tumba secretos que, si se revelaran no los redimirían, pero les evitaría ser enviados al último círculo del infierno.
La obra juega, desde su título, con el Manifiesto comunista y la manifestación de la lucha contra la dictadura de los zombis. Y con el juego especular de oponer a los que viven en la muerte contra aquellos que viven una muerte en vida, añorando los “buenos viejos tiempos” de la impunidad y el poder.
La obra
Todo comienza en un cementerio de una ciudad del interior, específicamente Trinidad. En la noche, dos jóvenes de veinticinco años, Pedro y Matilde, conversan entre gritos. Matilde es una estudiante que no logra terminar nada en Montevideo y Pedro es un joven poco inteligente, criado por dos ancianas comunistas que lo han adoctrinado en el viejo socialismo y lee el Manifiesto comunista a las tumbas.
Un tema esencial de la puesta en escena es la crispación, los actores gritan y hablan fuerte todo el tiempo, pero no por estar fuera de registro, sino por una decisión estética. La obra no deja espacio anticlimático y el espectador es sometido a un momento adrenalínico tras otro.
El uso invasivo y áspero de las luces y el sonido a cargo de Marrero, Castro y Zavadszky contribuyen a esta atmósfera, logrando que el ritmo se mantenga en un punto elevado de intensidad. Esto cobra su tarifa a los actores en términos de cansancio, ya que es obvio que luego de cada función deben quedar extenuados. Quizás el punto más débil de la puesta en escena sea el dispositivo escénico, que no parece estar muy logrado, teniendo en cuenta los trabajos anteriores de Leifert-Marrero con Sanguinetti y Sergio Blanco, por ejemplo.
Por alguna razón (los temas de ciencia ficción son muy queridos por Sanguinetti), la lectura provoca un efecto inesperado: los muertos, ex militares, comienzan a salir de sus tumbas convertidos en zombis. Uno de ellos, Rogelio Gracia, que en su media lengua dice llamarse Alberto Mersen, aparece de repente. Por suerte, Pedro está acostumbrado a entenderlo porque “su abuela perdió la dentadura postiza hace un año y medio y hablaba igual”. Después de un confuso episodio que involucra al zombi, su brazo, un auto robado y la necesidad de venganza del regresado, deciden esconderse antes de decidir qué hacer.
En ese momento, aparece Juanita (Carla Moscatelli), una funcionaria municipal encargada del cementerio, que considera que le pertenece (incluyendo a los muertos) y se encuentra con otro zombi, un comandante llamado Gregorio, que despierta en ella los más tiernos recuerdos de una época que ella y su padre, el General(r) Wortington Coraje Wilson, no pasan un momento sin añorar. La escena no deja de ser hilarante y dantesca a la vez, ya que el nombre Gregorio unido a lo militar califica como el peor de los recuerdos de las décadas de los setenta y ochenta. Sin embargo, Juanita despliega un monólogo que casi se convierte en una reescritura en tono de farsa al estilo de Hamlet con el cráneo de Yorick, que también ocurre al lado de una tumba.
De igual manera nostálgico, el violento, convencido y no arrepentido General Wilson vive en la angustia de extrañar a su exesposa, Glenda, con la que habla como si estuviera presente y que no entiende que fue por su propia violencia que la perdió.
En este punto, cabe destacar que las actuaciones de Moscatelli y Gracia son realmente destacables. Son dos grandes intérpretes, pero el trabajo físico de ambos (Moscatelli interpreta a la vez a Juanita y a su padre, mientras que Gracia debe moverse como un zombi con un brazo mal cosido), sumado a los difíciles monólogos que desarrollan, hace que sin correr demasiados riesgos podamos afirmar que muy probablemente sean de las mejores actuaciones que se verán este año.
Como dijo el gran Paul Thomas Anderson en Magnolia (1999): “Quizás hayas terminado con el pasado, pero el pasado aún no ha terminado contigo”. Los crímenes sin resolver, la falta de arrepentimiento y los jóvenes sin rumbo de la generación centennial constituyen la receta perfecta para romper la última barrera, que no es la cuarta pared, ni siquiera en el teatro, sino la que separa la vida de la muerte, y permitir que sean los zombis quienes ayuden a cerrar las heridas.
La trama sigue los caminos habituales de Sanguinetti y no podemos adelantar más, pero debemos hacer una advertencia. En Argumento contra la existencia de vida inteligente en el cono sur (2013), los personajes especulan sobre el destino de Amodio Pérez, el tupamaro acusado de traidor por sus compañeros de armas, y el propio Amodio reapareció del ostracismo ese mismo año. En El gato de Schrödinger (2016), se confunde al científico con Schoreder, el volante de marca de Boston River, un equipo que siempre ha estado en divisiones inferiores, pero que ascendió a primera ese año y se mantiene en la primera liga uruguaya, teniendo incluso como hincha al presidente del país.
Esperemos que Sanguinetti no siga con su racha profética, o deberemos prepararnos para el apocalipsis zombi, que quizás ya esté aquí. Pero mientras no se manifieste, es una gran idea pasar por la Sala Verdi y disfrutar de esta maravilla.
FICHA TÉCNICA
Dramaturgia y dirección: Santiago Sanguinetti
Elenco: Mateo Altez, Carmen Laguzzi, Carla Moscatelli, Rogelio Gracia.
Diseño de escenografía: Laura Leifert.
Diseño de iluminación: Sebastián Marrero.
Diseño de vestuario: Johanna Bresque.
Diseño de sonido y música original: Fernando Castro, Federico Zavadszky.
Fotografía: Andrea Sellanes.
Asistencia de dirección: Damián Gini.