Por Bernardo Borkenztain.
“Yo le debía esta canción doctor
Yo le debía esta canción a usted
Yo le debía esta canción doctor
Guárdela adentro de su maletín”
Eduardo Darnauchans
Occidental
Nacido en Buenos Aires en 1982, Mariano Tenconi Blanco es un dramaturgo y director de teatro destacado en Argentina. Desde el año 2010 ha escrito y dirigido más de diez obras teatrales, logrando reconocimiento por su labor junto a la Compañía Teatro Futuro que fundó junto con Ian Shifres y Carolina Castro.
Entre sus piezas más famosas figuran La fiera, Las lágrimas, Futuro y Las cautivas. Su habilidad le ha hecho merecedor de reconocimientos como el Premio Konex en los años 2021 y 2024, y el premio al Mejor Dramaturgo del Teatro del Mundo.
Ha formado parte de festivales internacionales y fue seleccionado para el prestigioso Programa Internacional de Escritura de la Universidad de Iowa. Sus obras han sido traducidas a diversos idiomas y representadas tanto en América Latina como en Europa.
En 2016, en Uruguay nos impactó su interpretación de La fiera, una de sus creaciones más sobresalientes hasta la fecha. El relato narra la historia de una mujer que en plena noche y en medio del campo empieza a dar muerte a hombres. Esta implacable asesina no solo busca venganza, sino que representa una especie de “mujer tigresa” decidida a establecer un territorio legendario. La obra tuvo una gran recepción, tanto de críticos como de audiencia.
Oriental
Este estreno marca el final de la etapa de Calderón al frente de la dirección artística de la Comedia Nacional; y lo hace abordando una temática autoficcional en la que Tenconi Blanco honra sus raíces maternas uruguayas mientras logra una interesante fusión artística en la que la materialidad del director se entrelaza de manera peculiar con la ficcionalidad del protagonista, que resulta ser también un director argentino de ascendencia uruguaya al que se le encomienda crear una obra para la Comedia Nacional.
La pieza narra la vida del director teatral argentino Carlos Butti (Gustavo Saffores) desde su propia perspectiva. Desde joven ha soñado con crear una obra que cambie la historia del arte y recibe el encargo de Gonzalo Correa –director artístico uruguayo del elenco oficial–, lo cual le provoca un bloqueo creativo que plasma en un diario personal. Las diversas entradas de este diario se convierten en el texto de la representación teatral y se entrelaza el relato con escenas de una metaficción que forma parte de la obra solicitada.
Al tiempo de empezar su trabajo, por casualidad o por destino, conoce a Jennifer (Mané Pérez), una idealista revolucionaria que parece venida de otro tiempo, cuya belleza y personalidad lo cautivan. Su relación se convierte en el hilo conductor de una historia que gira en torno a las tres mujeres más importantes en su vida: Jennifer, la mujer amada, María –madre interpretada por Roxana Blanco– y su abuela, la entrañable Rosa, personificada brillantemente por Mané Pérez, quien se convierte en el símbolo del comienzo y la trayectoria del antihéroe encarnado por Gustavo Saffores.
En el universo ficcional en el que vive Butti, todos los personajes masculinos son representados por Fernando Dianesi: padre, hermano, maestro, mozo y hasta una versión cómica de Gabriel Calderón mismo; el director Gonzalo Correa no solo comparte su nombre y trabajo, sino que la peluca creada por Heber Vera es una réplica exacta de la cabellera de Calderón.
El metauniverso, en contraste, está habitado exclusivamente por mujeres que son versiones idealizadas de las del autor y la presentación visual es muy poética, debido a que el escenario tiene un doble nivel donde el más distante del público y detrás de un telón, con un aire onírico o alucinatorio, es habitado por los personajes de Butti, María y Rosa, quienes solo tienen nombre en ese nivel de ficción.
En el primer nivel, en cambio, los personajes en que se expande Dianesi tienen nombre (el hermano se llama Gustavo como el actor Saffores) o no, como el padre. El dispositivo escénico es funcional, compuesto por cajas de material blanco que se vuelven taller, casa familiar, patio, calle o salón de baile, y de cuyas tapas salen personajes y objetos en una poética que tiene elementos de comedia de situación estadounidense, pero también de realismo mágico.
La poética de Tenconi Blanco tiene rasgos reconocibles: la música en vivo de Shiffres, en este caso acompañado por Joaquín Baranzano (piano), Luis Martínez (percusión) y Héctor Ríos (clarinete); mezcla de elementos realistas con otros disonantes (pueden ser anacrónicos, por ejemplo, pero los personajes hablan en verso libre como en Las cautivas); y mantener siempre el ritmo veloz alternando de manera sutil los momentos de clímax dramático con los humorísticos. También es importante el papel de las mujeres, siendo esta la primera luego de varias en las que solamente habitan personajes femeninos.
Las actuaciones también cumplen con la poética de otras puestas del director, la comicidad está presente y siempre está reforzada por una dislocación entre un estilo expresionista de actuación y el propio texto, con gags como las intervenciones del hermano (un mecánico rudo y tosco que no termina de entender a su “hermanito”) y el Profesor Giordano, que se convierte sucesivamente de académico en bailarín de tango original (bailado por hombres exclusivamente) y termina siendo un adepto de secta oriental.
Tanto Saffores como Roxana Blanco son actores de gran presencia escénica e intensidad, pero verlos en este tipo de papeles no es frecuente. De hecho, es la primera vez que vemos al primero en una interpretación de este tipo, y sorprende porque a su conocido talento agrega la prueba de una innegable vis cómica.
El vestuario marca una separación estética entre los niveles. El de la metaficción es anacrónico, Rosa tiene un vestido enorme e incómodo, en una estética burguesa decimonónica, lo que le da una atmósfera onírica o fantasmal a ese nivel de la obra.
El del primer nivel es ecléctico y va desde la ropa insoportablemente burguesa de sus padres a las extravagancias del profesor o las juveniles de Jennifer. Es menester recordar un almuerzo familiar (nada menos que el momento en que Butti presenta a su novia a la familia) en que un mismo género de tela colorido forma parte del atuendo de todas las personas en la mesa.
Una escena de gran belleza es la aparición del fantasma de la abuela, que como Deus ex Machina da cierre a las tres generaciones de dolor y huidas que ha marcado a esa familia que, como los Buendía, es la de sus mujeres.
No solamente es deliciosa la actuación de Mané Pérez, que deriva del pathos de la Rosa encarnada, quien sufrió el abuso sexual, físico y psicológico de los hombres, hacia el estado beatífico de quienes ya han trascendido las miserias de lo humano y bendice a su familia con lo que nunca habían tenido hasta ahora: realización.
Rosa predice, desde un altar del que su larguísimo y espectral vestido le confiere una presencia divina –en el sentido literal, no el de la televisión– el éxito de la obra de Butti, que será el primero que no debe abandonar por la causa de los abusos ajenos el sueño de su vida.
Su abuela no se pudo casar con el amor de su juventud porque una violación la deshonró, un crimen de su padre, un aborto mal realizado a una joven amante obliga a emigrar a su madre y abandonar su sueño de ser médica, pero él sí, él será el dramaturgo que siempre estuvo llamado a ser, el que cierre la brecha de dos orillas que una vez abriera Florencio Sánchez, con otro que tiene la sangre y el corazón en cada uno de los dos puertos que custodian la salida del estuario.
Rioplatense
Esta autoficción es en toda regla una epopeya karmática que cierra la herida de una familia que fue condenada a cien años de soledad, pero –como transcurre en la Santa Marta de Gabriel Calderón, no en Macondo ni en Micenas– las heridas se cierran sin la intervención de las erinias.
Resulta imposible no recordar los versos de Snake:
“Volvé a Montevideo
Aunque estés en otro mundo, en otra era mi amor
Volvé a Montevideo
Eso es todo lo que busco, esta noche es de los dos
Volvé a Montevideo
Aunque estés del otro lado del planeta mi amor”
Si Tenconi Blanco vuelve a dirigir en Uruguay, vale decir, cuando vuelva a dirigir, es seguro que estaré en el estreno viendo la próxima de estas maravillosas historias, ¡mire si me la voy a perder!
Dramaturgia y dirección: Mariano Tenconi Blanco.
Dramaturgista: Carolina Castro.
Elenco: Roxana Blanco, Fernando Dianesi, Mané Pérez y Gustavo Saffores. Músico invitado: Joaquín Baranzano (piano).
Músicos Banda Sinfónica de Montevideo: Luis Martínez (percusión) y Héctor Ríos (clarinete).
Composición musical: Ian Shifres.
Diseño de escenografía: Rodrigo González Garillo.
Diseño de vestuario y caracterización: Cecilia Bello.
Diseño de Iluminación: Belén Perini y Sofía Ponce de León.
Diseño de movimiento: Rosina Gil.
Peluquería: Heber Vera.
Realización escenográfica: 7 Grillos.
Traspuntes: Lucía Leite, Carmen Barral y Cristina Elizarzú.