Por Bernardo Borkenztain.
Este año se llevó a cabo una nueva edición del Festival de Artes Escénicas del Uruguay, que se caracterizó por una grilla de obras tanto nacionales como extranjeras de un gran nivel, pero, además, por haberse distribuido la presentación de estas por muchas sedes del interior del país, distribuyendo veintiocho espectáculos en cincuenta y cuatro salas, lo que permitió al público conocer hermosas salas que frecuentemente no reciben visitas de otras localidades.
Esta producción del Instituto Nacional de Artes Escénicas (INAE) y la Dirección de Cultura del MEC, con sus directores Álvaro Ahuntchaín y Mariana Wainstein, realmente perdurará entre la mejor memoria de este ya tan clásico como imprescindible festival que culminó así su octava edición.
Por todo ello se volvió inabarcable también, pero con una adecuada planificación fue posible apreciar excelentes puestas.
Destacamos algunas de las internacionales: «Quiero decir te amo”, de Mariano Tenconi Blanco, la que fue programada en Montevideo (sala Verdi) con el planteo de la relación romántica entre dos mujeres (Violeta Urtizberea y Lucía Arduriz) que desarrollan en escena una historia original, narrada a modo de escritura epistolar por un lado (Urtizberea) e íntima (Arduriz) que sin dudas fue uno de los puntos altos del festival.
Por otro lado, Abel González Melo puso en Colonia (El Bastión del Carmen) Protocolo, su reescritura de El enemigo del pueblo, de Ibsen, en la que concentra en dos personajes, un hombre y una mujer (Beatriz Argüello y Ernesto Arias), toda la intensidad del texto, en una versión en dos partes, en la que los actores intercambian el personaje y el texto se resignifica. Una apuesta original para la que el Río de la Plata que bordea la sala presta un marco de una belleza impar.
En un registro diferente, y también en Montevideo (sala Hugo Balzo, Sodre), pudimos ver una puesta de “teatro documental”, Portugal no es un país pequeño, dirigida por André Amálio y Tereza Havlíčková, y actuada por André Amálio y Pedro Salvador, en la que, mediante testimonios, el primero como narrador, actor y bailarín, y el segundo como músico y cantante, van develando la historia de los portugueses que vivieron y retornaron a Portugal de las colonias africanas. El carisma de Amálio presta una belleza y ternura especiales a unas historias que por momento son desgarradoras y desconcertantes.
También se pudo ver, en este caso un retorno, La omisión de la familia Coleman (Claudio Tolcachir) en el Centro Cultural Democrático (Trinta y Tres) con Jorge Castaño, José Frezzini, Inda Lavalle, Cristina Maresca, Miriam Odorico, Gonzalo Ruiz, Fernando Sala, Natalia Villar.
No podemos dejar de mencionar uno de los platos fuertes, La Gesta Heroica, de Ricardo Bartís, en Canelones (teatro Politeama), una puesta mínima en su despliegue, a diferencia del de otras como El Box o La máquina idiota con dirección del autor y actuación de Ricardo Bartís, Facundo Cardosi, Marina Carrasco y Martín Mir. La historia es la de una familia en decadencia que es hipóstasis de una Argentina que no termina de resolver su vínculo con el pasado, y se mantiene fiel al estilo de Bartís de rechazar etiquetas e interpretaciones que limiten lo puesto en el cuerpo y la voz de los actores.
En cuanto al teatro nacional, se pudo ver, entre otras, las bellísimas Extractos (Leonardo Martínez), El cuerpo más bonito que se habrá visto en este lugar (Josep María Miró con dirección de Fernando Parodi), Tocar un monstruo (Gabriel Calderón/Gustavo Kreimer y Leo Sosa), Armen (Mariella Chiossoni).
En suma, una experiencia que tanto crítica y público no puede más que esperar.