Por Eldys Baratute.

Confieso que estaba desesperado por disfrutar de una puesta en escena. Necesitaba ver a actores en la escena, escuchar sus voces, detenerme en su gestualidad, desandar por los laberintos de su vida, llorar con ellos, reír con ellos, compartir la responsabilidad de hacer una gran obra o una mala obra. Quería sentir eso que me provoca el teatro. Por eso acepté la invitación de Teatro Alianza y me fui a ver El errático comportamiento de los seres.
Tres mujeres en la escena. Tres mujeres que se pasean entre el mimo y el clown. Tres mujeres que se saben dueñas de su cuerpo y lo deconstruyen para emocionar al público.

Tres mujeres y un Oscar detrás de la consola de audio pero que nunca aparece, no muestra el rostro, no es necesario. Oscar está ahí, como una sombra, una presencia dirían los espiritistas, un personaje que puede ser real o imaginario o quizás es solo una excusa para que banda sonora que acompaña El errático comportamiento de los seres (muy bien elegida por cierto) tenga un nombre propio.
Agustina Pezzani, Beatriz Sayad y Verónica San Vicente dan vida a esas tres mujeres que con una mirada inicial pareciera que apuestan por el clown. El vestuario ancho y colorido, los zapatos, los accesorios, la casi nariz roja que no está́, pero se siente, la recurrencia a recrear, desde el propio guion, situaciones ridículas, risibles, los tropiezos, las confusiones, y la interacción con el público aluden, definitivamente, al clown. Sin embargo, hay un refinamiento en esa torpeza que manifiestan las actrices, una limpieza en los movimientos, un dominio del cuerpo, que por momentos me parecía estar frente a mimos.

Más allá́ de que en la pantomima no se exploten los objetos de la escena, la gestualidad de estas mujeres pone al cuerpo, su cuerpo, en primer plano. Algo que, aunque explotado por las tres, se evidencia mucho más en Beatriz Sayad (es muy buena esta actriz). Su constante expresión de duda, sus contradicciones a la hora de asumir las actitudes de las otras, su cinismo enmascarado con una inocencia casi adolescente, sus temores, sus rencores, sus pasiones (todo representado con el cuerpo) hablan de una actriz que sabe enfrentarse a la escena, que conoce el valor del gesto, la mirada, la respiración, el movimiento escénico y, más importante, sabe cómo mover cada músculo. A todo eso contribuye una meticulosa caracterización de los tres personajes desde el guion mismo.
El errático comportamiento de los seres, dirigida por Florencia Sant Ángelo, recrea una reunión en un Consejo de vecinos. Y, como suele ocurrir en estos espacios, la obra representa el discurso de la retórica, de la abulia, la burocracia, la doble moral, la falsa democracia, todo manifestado mediante frases inconexas, redundancias, lucha de poderes, mezquindades todas. Siempre «el otro» tiene que sentirse en un escalón superior, ser el jefe, el que toma las decisiones importantes. Todo eso representado por esas tres mujeres que se ridiculizan constantemente, unas a otras. Sin embargo, por momentos la obra se centra más en el divertimento y se debilita como si, dramaturgas y directora, se conformaran con explotar la presencia de las actrices en el escenario y la conexión que, desde el propio comienzo, logran con el público. Incluso hay momentos que se tornan demasiados largos y que reducen la agilidad que trae la puesta y más que en metáfora se convierten en zonas oscuras.

Las luces, la escenografía sencilla pero equilibrada, y la banda sonora (Oscar), logran que se alternen los momentos de tensión y divertimento y para complementar una puesta que se disfruta y logra que el público evoque sus propios Consejos Vecinales, en los que más de uno se parece a estas tres mujeres.
Y termino como comencé. Estaba desesperado por disfrutar de una obra de teatro y gracias al equipo de El errático comportamiento de los seres pude darme el gusto. Esas tres mujeres me hicieron sentir el salto en el estómago que me provocan las buenas puestas en escena.
Fotos por Reinaldo Altamirano.