Por Carlos Dopico.
La Banda Sinfónica de Montevideo rindió homenaje a Gustavo “Príncipe” Pena en un Teatro Solís colmado de público y emoción. “Imaginando Buenas” fue un tributo merecido para un prolífico músico y compositor uruguayo que gozó del respeto y la admiración de sus colegas pero jamás alcanzó el reconocimiento popular. El Príncipe falleció en 2004, luego de grabar una decena de discos, pero haber publicado tan solo dos de esos. Para él, componer siempre fue prioritario y una necesidad vital de expresión.
Bajo la batuta del maestro Martín Jorge, la coordinación artística de Eli-u Pena, -la hija de Príncipe- y los arreglos orquestales de Franco Polimeni, la banda recorrió una docena de sus composiciones. Se alternaron versiones instrumentales, intervenciones audiovisuales del propio homenajeado y piezas cantadas por: Eli-u, Urbano Moraes y Maia Castro.
Desde el comienzo, el espectáculo estuvo atravesado por la alegría y un fuerte clima de emoción; no sólo en la platea y las galerías, sino en el escenario, provocando incluso casi el llanto del propio director. Es que el repertorio recorría fibras sensibles y el sentimiento general era haber saldado una deuda artística y moral después de casi dos décadas de su desaparición.
“La ciudad”, “El Roble” y “Mandolín fueron las primeras canciones de la noche, y justo ahí, el momento preciso para que Eli-u entonase las estrofas de ese “mundo imaginario hecho de ilusiones coloridas”. “Llorar y cantar no se puede, así que voy a llorar después” dijo Eli-u, antes de definir el concierto como un: “Evento mágico cargado de energía”.
Escuchar las canciones de Príncipe, arregladas y ejecutadas con la heterogeneidad de una banda y sus distintos componentes a tracción sanguínea (vientos, cuerdas, percusión, teclas) transportaba a los presentes a otro lugar. Pero en todo caso, su composición, estaba ahí. Príncipe concibió siempre sus piezas musicales de forma absoluta: la base, las voces, las líneas melódicas y las armonías. Por tanto, el insumo basal era por demás sustancioso y revelador. Siguió “Naturaleza Flor” una reivindicación ecológica musical contra el consumo y la contaminación. Eli-u le dio paso a Urbano Moraes, quien presó su voz para “Pensamiento de caracol”, un tema insigne de su cancionero en el que describe tanto su fragilidad como su determinación: “Siempre en la hoja / pero no importa / porque en mi hoja estoy libre”. Más tarde seguiría una magnética versión de “Ángel de la ciudad”.
Desde la pantalla volvió a irrumpir el propio Gustavo para ilustrar los arreglos de clarinete que imaginaba para “Cielo Gris”, la pieza que minutos más tarde guiaría desde el instrumento el concertino Fabián Pietrafesa. Fabián, tocó durante años con él y de hecho, siendo aún un adolescente, alcanzó a grabar en uno de sus trabajos mejor logrados. La canción, la había compuesto Príncipe para él, por lo que ejecutarla en público implicó un compromiso emocional mayor. “Este es un sueño que se está haciendo realidad; era un gran debe”, dijo entre lágrimas el solista de la sinfónica, cuyo parentesco constató años después de compartir la música con su primo.
La recta final incluiría la voz de Maia Castro para una soberbia versión arrabalera de “Beibi” y una contundente interpretación de “Suerte y amor”.
Eli-u, volvió al escenario sonriente y distendida para interpretar “Qué qué” y proponer a la platea los contrapuntos corales. Poco después, Príncipe, una vez más desde la gran pantalla que como telón de fondo tenía la banda -y operaba Miguel Grompone- interpretó en voz y guitarra “Cuál”, provocando aplausos y risas, tras su remate casual.
Para el cierre los tres invitados al canto interpretaron “Une”, una pieza de letra sencilla de mensaje único y global, que serviría incluso como bis de despedida coral.
Se saldó una deuda enorme con un músico y su legado. “Todo tiene un tiempo / Vos y yo tenemos alegría / De tener espacio dentro de este corazón”