Por Lupe Vendemia
Dicen que las paredes oyen pero, en este caso, hablan; y dicen mucho. El 14 de octubre de 2016 Lara Campiglia realizó una muestra heterogénea en las instalaciones del Hotel Oliva de Punta Carretas.
“Un artista visual que escribe poesía/ Una poeta que hace esculturas, pinta cuadros y diseña joyas/ El viejo truco del huevo y la gallina/ ¿Dónde empieza la A?/ ¿Dónde termina la Z?”; esto y mucho más expresa en la contratapa su libro. Campiglia ha decidido crear un híbrido entre las artes plásticas y lo literario; su muestra de arte Los trastos pulidos se combina a la perfección con su obra poética Los trastos sin pulir. Al mismo tiempo, en la superficie de sus pinturas se observan diversas frases que adhieren contenido a este acervo estético. De todas formas, no se detiene en una fase pictórica, sino que elige construir esculturas en miniatura de las cuales algunas funcionan, a su vez, como colgantes.
Esta artista uruguaya, quien tuvo y tiene el agrado de exponer en un sinnúmero de salas dentro y fuera del país, reivindica de forma continua el carácter evolutivo del ser humano. Todo esto se vio expresado en las paredes de la muestra; paredes repletas no sólo de información biográfica sino también de pensamientos de la creadora llevados a la materialidad. Lara Campiglia vuelve a expresar en la estructura de la sala: “Yo estoy viva y también deseo evolucionar. Y es por esto todo este trabajo y toda esta búsqueda. Y es por esto que no termina y no tiene fin. Y es por esto mi aseveración: Todo lo vivo busca evolucionar. Trascender”.
Sin duda alguna, Lara Campiglia logra su cometido. Crece, progresa y se transforma, ofreciendo un cóctel artístico que se vuelve inseparable en su esencia.
Una cronista de Dossier conversó con la artista en la exposición. Este fue el resultado.
¿Qué la inspiró a crear un híbrido entre la pintura y la escritura?
Es un poco lo que dicen las paredes, la misma cosa. Para mí todo lo que es pintura, escritura, escultura, todo lo que sea una manifestación humana, es arte también. Una manifestación con conciencia de lo que estás haciendo. Y en este caso, como soy bastante curiosa, además y me encanta aprender, voy aprendiendo, voy creando mis propias técnicas. La pintura me encanta como una forma de soltar, digamos, y de investigar qué pasa cuando mezclas una cosa con la otra. Me gusta hacerlo al aire libre, me gusta pensar que estoy interpretando el sonido de un pájaro, me gusta pensar que estoy interpretando el viento, me gusta pensar que estoy interpretando el sol; todas esas cosas que están pasando y que pasan siempre, que uno a veces no es consciente, me gusta pensar que las estoy plasmando de alguna forma en la tela. En cuanto a la escultura, aprendí a soldar porque tenía ganas de hacer las piezas con mis propias manos. Pero la parte de la escultura tiene que ver con un mundo que viene a ser como nuestro mismo mundo pero en otra dimensión, donde con piezas de desechos, que pueden ser de un taller mecánico o de una demolición o lo que sea, con todas las piezas soldables construí un mundo donde hay un dispensador de energía que vendría a ser como nuestro sol, y alrededor de ese mundo están otras piezas. Hay un dispensador que se llama círculo vital, que es como un árbol que dispensa los frutos que el ser humano o cualquier ser necesita para alimentarse; hay un dispensador de amor que no se agota, que es necesario para la vida y para seguir evolucionando; hay un dispensador de aire, un dispensador de calor. Hay un montón de cosas. También hay una familia, hay dos ángeles que representan lo místico y bueno; todo lo que el ser humano necesita también creer como para tener fuerza para la vida y, en este caso, es ese mismo mundo pero representado en joyas colgantes y alguna pieza que no es joya, simplemente son esculturas en miniatura y están en plata o en plata y pedacitos de relojes. Intenté hacer el trabajo del alquimista, transformar los metales que eran desechos en un metal un poquito más precioso, digamos, y que tiene una intención más profunda aún al ponerlo en el pecho del ser humano y ese ser humano se transforma en un dispensador; en un dador de esos dotes, en un dador de amor, en un dador de frutos, en un dador de aire. O sea, siempre desde la convicción de que la fuerza del pensamiento y la fuerza interior puede lograr mucho más de lo que creemos que podemos lograr.
Esa idea podría relacionarse con que tanto sus pinturas como sus poesías pueden considerarse arte moderno, en el sentido de que las poesías son un de flujo de conciencia y la pintura es bastante conceptual. ¿Eso va de la mano con las ganas de soltar y la necesidad de expresar lo interior?
Sí y se puede decir, que escribir sobre los cuadros (en alguno, no en todos) los resignifica; tenían un significado y al ponerle otro significadoescrito arriba toman otro valor, que es lo mismo que pasa con los metales; cuando son metales que uno junta y les das vida en una pieza que tiene un sentido, también le da otro valor. Es el mismo trabajo, pero con otros materiales. Y la escritura también es una manifestación; el ser humano, por lo general, se expresa escribiendo, hablando, y tiene que ver con el mundo en el que vivimos, también, no solamente ese mundo mágico que quiero que así sea, quiero que exista ese mundo y quiero que exista el dispensador de la buena voluntad hacia el bien sobre la Tierra (hay una pieza que es eso también). Es todo. Todo existe, todo coexiste. Es como llevar a la realidad todas las realidades.
¿Ese arte moderno la define o le gustaría decir que usted lo define a él?
¡Ah, qué pregunta tan preciosa! Nunca me cuestioné; ni siquiera me cuestioné qué estilo tengo o no tengo. Lo único que me cuestiono es absolutamente todo lo que vivo, todo lo que hago y voy a seguir cuestionándome. No me puedo encasillar en un estilo. Es, simplemente, seguir investigando y seguir creando pero no me considero la creadora absoluta; al revés, siento que soy como un receptor que une las cosas y las comunica de alguna forma.