
Por Sofía O’Neill.
Diego Vázquez nació en 1986 en Montevideo, pero se crio en San Ramón, es músico, forma parte de la banda Espíritu Olímpico, es editor y guionista de la editorial independiente La Modernidad,fundada en 2024, con la cual publicó revistas y fanzines.Vive en el campo con Tere y sus dos hijas. En julio de 2024 la editorial lanzó su primer catálogo, que consta de cuatro novelas gráficas de diferentes géneros: En los pinos donde el sol nunca brilla, Dentro del cuadro, El cronista y El Tijera. Esta última ganó los Fondos Concursables del Ministerio de Educación y Cultura en 2023 y fue elegida por Ventana Sur en diciembre de 2024 debido a su potencial cinematográfico.
Diego se acercó hasta Montevideo para conversar con Dossier. Puntual, simpático, claro, enfocado, ejecutivo, con un amplio portafolio de proyectos por y para consumar. Nos encontramos en el Mercado Ferrando, un espacio amplio, luminoso y muy agradable ubicado en pleno Cordón Soho. La mañana soleada e invernal invitó a que los enormes ventanales que dan al patio interior estuviesen abiertos y brindó el paso a algunos atrevidos gorriones que se acercaron a buscar migas o simplemente a acompañarnos con su gorjear que, junto a la música que sonaba de fondo –con un tono de volumen perfecto y adecuado–, compusieron un ambiente único para entablar un diálogo distendido y grato.

A los once años empezaste a interesarte por la lectura, ¿cómo surge tu inclinación por la escritura y por la música?
En la casa de mis padres había un cuarto que se usaba poco y tenía una biblioteca grande llena de libros, muchos eran de poemas, había algunas historias de H. P. Lovecraft. Empecé a interesarme por algunos poemas y a tratar de continuarlos, comencé a escribir poesía y ensayos fomentado por mi abuela, que era profesora de idioma español y le interesaba lo que hacía. Yo le mostraba lo que escribía y ella me iba dando devoluciones y haciendo correcciones. Durante mucho tiempo escribí cosas para mí. Para mis quince años, como regalo de cumpleaños mi abuela me editó un libro de poemas. Consiguió que una escritora contemporánea hiciera un prólogo. Pensar que se podía publicar algo en algún momento fue un impulso. Luego, me metí en la música y estuve años escribiendo canciones y a los dieciocho años volví a escribir cuentos. A los veinticinco años pasé por un momento de ansiedad y quise ocupar mi tiempo y mi cabeza, entonces me puse a leer algunos de los cómics que leían mis padres –mi padre leía a Superman, D'Artagnan y mi madre leía a Maitena–. Empecé a comprar y a conocer que existían tiendas especializadas de cómics como Lecturas Comics, Lannister Comics & Libros, comencé a meterme en un mundo que es bastante intrincado porque es muy amplio. En un momento hice un clic y me di cuenta de que mis cuentos podían rendir bien como guiones de cómics.
La abuela Gladys fue una mentora.
Sí, sí, yo creaba mis viajes adolescentes emo, siempre con algo de drama existencial. Escribía poemas o reflexiones y mi abuela me impulsaba, me hizo presentar a concursos. Gané un concurso en el liceo de San Ramón y otro en el liceo de Canelones. Me gané varios libros del Sapo Ruperto, de Roy Berocay. En segundo de liceo una profesora de literatura me incentivó a que me presentara a un concurso, la consigna era terminar una historia de Horacio Quiroga. Quedé seleccionado en el primero, que era un concurso departamental. Mi tía abuela Iris le pedía a mi abuela que le mandara las cosas y también me corregía; mi abuela me comentaba: “Iris dijo tal cosa de tal cosa”. Para mí eso era maravilloso.
Cuando alguien me habla sobre algo que escribí y tiene su visión, eso crece y se vuelve tridimensional para mí, ya que tiene otra forma que no es la que tengo en mi cabeza. Capaz que es ego, pero me genera algo; como que está vivo porque le diste vida y empieza a tomar otras formas, a veces también sin querer. A El Tijera –no es lo que yo suelo leer– le di vida de esa forma y ahora entendí bien los personajes, cuál es el rol, qué transmito en eso. Estoy trabajando en la segunda parte, usé las cosas que me parecían más contundentes y creé una historia más fuerte, no por la violencia explícita sino psicológica. Es muy cruda porque se centra mucho en el personaje, el hijo del Tijera, el Tijerita, y Carlos, protagonista de la primera historia que lo lleva a una boca de venta de drogas a los seis años, le va enseñando ese mundo y en paralelo hay muchas historias que continúan esta.
El proyecto editorial La Modernidad surge en 2020, cuando comenzaron compartiendo historietas por Instagram.
Exacto, en 2019 conocí por la música a Gabriel Ameijenda, que también es bajista, y durante un tiempo hicimos una historia, La incesante lluvia. Además, hicimos historias cortas. Creamos un Instagram que se llamó La modernidad lo exige, nombre que surge del cómic Una historia, del italiano Gipi Gian Alfonso Pacinotti. Después empezamos a compartiresas historias con Exequiel Rodríguez, que también es ilustrador. Emprendimos a hacer historias de cuatro o cinco páginas y a publicarlas; el Instagram creció un montón, estuvimos dos años y algo haciendo eso. En 2022 conocí a Matías Castro, a quien le gustó lo que hacíamos y me sugirió que fuera a laAsociación Uruguaya de Creadores de Historietas y a Montevideo Cómics para poner a la venta las novelas gráficas.


¿Cuántas páginas tenían las primeras revistas?
Hicimos cinco historietas cortas que tenían entre doce y 44 páginas. Estuvimos un par de años vendiéndolas. La revista más larga era aproximadamente de 48 páginas y era una integral de las primeras historias cortas. En paralelo, estuve planificando dos años la editorial y escribiendo las tres historias largas, una de ellas es El Tijera,queganó los Fondos. Eso fue una ayuda fuerte. Me animé a crear la editorial y a pensar para adelante.
¿Cómo fue tu formación y cómo seguís sosteniendo la escritura y la música en el tiempo?
En San Ramón hice la escuela y el liceo hasta quinto, después me vine a Montevideo. Estuve un año y medio viviendo acá, hice sexto y lo dejé porque en ese momento no estaba convencido de estudiar nada en particular. Me gustaba la música, quería tocar y había opciones de trabajo. Mi viejo tiene una empresa rural, me ofreció darle una mano y decidí laburar para tener una entrada y seguir persiguiendo la música. Hice de todo un poco, trabajé en rural, hice buzos de lana y los vendí por el interior, tuve tienda de ropa en la ciudad de Canelones. Hoy me encargo un poco de la parte administrativa del establecimiento y tengo este proyecto que me lleva un montón de tiempo. Un proyecto editorial, como lo quiero encarar, tiene muchas aristas, está la parte de prensa, de edición, hay que escribir, corregir, trabajar con ilustradores, hacer envíos. Ahora me desligué de la parte de distribución porque ya no me da el tiempo, voy a distribuir todo con Gussi Libros, porque ir a veinticinco librerías personalmente se me estaba haciendo imposible.
¿Sos autodidacta?
Hice varios cursos de música, de sonido, de piano, pero nada referido a la escritura, en ese sentido sí soy autodidacta. Leí y leo un montón, tengo una biblioteca gigante y me gusta mucho leer, releo también porque es caro leer y comprar todo el tiempo, y más lo cómics que se leen bastante rápido. He leído tres veces los cómics que tengo en casa. Desde niño leo muchas series, tengo discos duros viejos con series subtituladas, descargaba la serie por un lado y copiaba y pegaba los subtítulos por otro, después las armaba.


¿En este momento te estás presentando a alguno de los Fondos de Incentivo Cultural?
La Feria Internacional del Libro de Guadalajara es este año, pero no estoy seguro de que vaya a presentarme porque ando con mucha cosa, necesito más tiempo. Ventanilla Abierta es un buen punto, llevó los libros de La Modernidad a la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y los vendió en el estand de la Cámara Uruguaya del Libro. Fui como editorial y participé en varias reuniones en las que conseguí muchas cosas, una agente chilena está tratando de vender en Chile, otra en Colombia, conocí a un argentino que publica en Planeta de Libros México, estoy tratando de hacer un negocio con los derechos audiovisuales de El Tijera para que él los venda. Conocí al director Israel Adrián Caetano, nos reunimos y le di los libros, le gustó El Tijera y nos hizo una carta de recomendación del proyecto para que lo adapten.
¿La reedición de El Tijera tiene algún cambio?
Algunos libros tuvieron algún pequeño detalle que se me escapó y que corregí en estas segundas ediciones. Hay cambios pequeños de ilustración, de guion, correcciones de Matías Castro. Trabajamos, intercambiamos, dialogamos, todos los días durante meses para reeditarlo y que quede impecable.
El sello La Modernidad ingresó en el reducido mercado uruguayo y presentó en simultáneo tres novelas gráficas y una antología de historias cortas. Todo el catálogo de una. Llegaron con fuerza.
Fue una estrategia de edición, crear una editorial y verse como tal. También me gustaba que hubiera un estilo de escritura junto a una variedad de tramas, donde tocara algo de terror, actualidad, crimen, filosófico-existencialista como pasa en Los pinos. En una primera expresión hubo una gama en el catálogo y eso me pareció atractivo, sumado a que podría llamar la atención que se editaran cuatro libros a la vez, y de cómics, que es algo que se edita poco en Uruguay, porque realmente es caro. Trabajar y sacar todo junto fue una locura estresante y también un esfuerzo inducido, ya que uno de los libros había sido seleccionado por los Fondos y eso ayudó al impulso y a la difusión. En julio cumplimos un año de la editorial. Fue el primer momento de volver a evaluar y replantearme cosas, como derivar la distribución para centrarnos en otras cosas y tener un corrector fijo.

Acaban de presentar dos historietas que van más allá de una simple historia: hacen pensar, dejan mensajes.
Sí, imprimimos dos historietas cortas para sacar dos más al año siguiente. Una de ellas es El monte, con dibujo de Catalina Rodríguez y guion de mi autoría. La otra es Caca seca, con dibujo de Carolina Duarte y guion de Teresa Rodríguez –primer guion que no escribo–. Toca el tema de la maternidad con algo de psicología, entre experiencia personal y autorreferencial, expresando lo que siente y lo que pueden llegar a sentir otros, buscando empatizar.
¿Cuánto tiempo lleva hacer un cómic?
Implica reunirse con el ilustrador y transmitirle la idea, sacar fotos, mirar, hablar, es bastante complejo, un proyecto de cómic corto –setenta u ochenta páginas– nos llevó un año, y uno largo nos llevó dos.
Te mudaste con tu familia al campo y la historia sucede ahí.
No fue como está en la historia, pero siempre tienen puntos de partida reales o conectados con mi vida. Vivo en el campo, en un monte, en el medio de la nada. Hay muchas cosas con la naturaleza, el suspenso y el terror que me genera, a veces, el silencio del campo. El Tijera empieza con un copamiento, que creé con mis miedos, en una casa de campo. Esa primera historia empecé a escribirla un poco después de mudarme a nuestra casa; todo el trauma… Pené en el modus operandi que podría tener esa persona y en mis perros.
Este libro habla de la muerte de todos lados, de muchas cosas que pasaron, que me pasaron a mí o a otra persona, todas ellas llevadas para que funcionen con la novela. Es una historia de ficción con puntos reales, no hechos reales.

Estos cómics me hicieron acordar a El Tony de la editorial Columbia, distinto a Condorito, Patoruzú, Turma da Mônica, Tio Patinhas y Quino, y similar a Marvel Comics pero con una calidad superior, formato libro.
Trato de que sean historias introspectivas, que puedas identificarte con sentimientos reales y los veas reflejados en esos terceros. Dentro del cuadro está muy centrado en eso, trabaja puntualmente la culpa. En otras historias, se trata del paso del tiempo, la soledad o el miedo a la muerte. Todas tienen algo de eso, incluso en El Tijera hay un personaje que en un momento no se reconoce ni recuerda. Todo lo que nos va pasando nos va cambiando y hay un montón de sentimientos que encontramos en lo que nos van pasando y está bueno que se reflejen con tramas que sean ágiles. Busco eso, la lectura ágil y bastante visceral.
Los cuatro cómics exploran géneros como el policial y la ciencia ficción, relatos regionales con una diversidad temática que abarca suspenso, terror psicológico desamor, soledad, muerte y lo surreal, espejos de la sociedad. ¿Son verídicos?
Espejos de la sociedad intento a veces lo sean. Dentro del cuadro trata algunos temas que se plantean entre charlas de personajes, no es que yo piense así. Me pongo en el lugar de alguien y me pregunto cuáles serían sus puntos de vista. Me gusta que tengan concordancias y diferencias, distintos puntos de vista para que se explayen sobre determinados temas.Siempre se mantiene el diálogo; aunque haya emociones o sentimientos fuertes, hay una búsqueda por comprender. En El cronista, dentro de una trama bastante hermética de terror y suspenso, propongo una conversación distendida entre amigos. Me fascina que la historia en un momento sea descontracturada.
En el ámbito de la música formaste parte de varias bandas.
A mis diecinueve años empecé con Paranoia 69, quedespués se llamó Paranoia, haciendo punk-rock. Tocamos cinco años, tocamos en la Sala Zitarrosa, hicimos giras por el interior, era un estilo Buitres. Llegamos a sacar un disco físico por Agadu con el estreno del sello Victoria Records, primer disco que sacó Max Capote con su sello. A esa edad escuchaba mucho Green Day y el cantante era bastante fan de Buitres, La Trampa y esa onda, esas bandas entre 2002-2007 que estaban en su momento de auge. En un momento dejamos de tocar. Tuvimos la banda que se llamabaLe Creuset, media stoner, de metal, donde tocaba la guitarra, ahí conocí a Exequiel Rodríguez. Sacamos un disco, tocamos dos o tres años. Facundo Bidegain es el batero de todas las bandas, cuando empezamos a tocar juntos él tenía dieciséis años y para tocar en boliches a veces se complicaba porque era menor. La banda anterior se llamó Sofía y sus Paracaídas, también sacamos un disco producido por Max Capote que fue nominado a los Premios Graffiti 2018como mejorEPálbum de rock alternativo. Ahí nos conocimos con Tere y llegado el momento decidimos formar familia, el último toque fue en el Ciclo Marea con artistas mujeres en la Sala Zitarrosa. Tere estaba embarazada de seis meses, nació Dharma y pausamos la banda por un año.

¿Dejaron de tocar y se disolvió la banda?
Cuando nos volvimos a juntar hicimos canciones nuevas, Tere empezó a componer más y a escribir letras en español con un poquito más de rock y melodía indie, menos de pop y punk, y por ende en 2024 creamos una banda nueva, Espíritu Olímpico,que en setiembre cumple un año. Construimos un sonido característico resultado de indagación de varios géneros con letras cargadas de introspección y lírica que exploran temas de conexión humana, identidad, lucha personal. A través de las canciones invitamos a la reflexión y emoción.
Un cambio desde la raíz y aprendiendo a delegar.
Sí. Ese fue el cambio grande que llevó al nacimiento de esta nueva banda. Tere lo está haciendo divino, para cantarlas y sentirlas le gusta escribirlas y de esa forma la banda transmite mucho más en vivo. Acá toco el bajo, trabajo un poco en creación de riff y otras cosas. Para Paranoia 69 y Le Creuset componía muchas de las canciones con Exequiel, que forma parte de un montón de bandas y es un crac, en Paranoia, Nicolás Luz, el otro guitarrista, también componía. El crecimiento de los libros a veces me agota artísticamente. Siempre estoy pensando, recién terminé de escribir los proyectos para los próximos dos años. Eran muchas cosas a la vez y no tenía ganas de sentarme a hacer una canción, el proyecto editorial me comió totalmente la cabeza de compositor, pero fue un buen resultado. Siempre trato de que en algún momento las cosas vuelvan a pasar por mí, principalmente en lo editorial; como decís estoy aprendiendo a delegar, como lo hice con Matías Castro, que trabajó en la reedición de estas novelas, ya corrigió los guiones de este año, del que viene y del otro.
Los libros se están moviendo muy bien, ¿es redituable?
La verdad es que sí, El Tijera y El cronista están agotados y del resto me quedan muy pocos. Tengo la esperanza de liquidarlos ahora el 6 y 7 de setiembre en la feria Maldonado Cómics y en la Feria Internacional del libro de Montevideo. Quiero empezar a trabajar con los libros nuevos y reeditar alguno de esos en algún momento. Reedité El Tijera porque se vendió muy rápido, a los seis meses ya se había agotado. Para todo el movimiento que conlleva se gana poco. La idea es crecer, imprimir más cantidades y tener más títulos, también desviar algún título para alguna editorial para poder sacar más títulos a la vez. Ese es mi plan.
¿Cómo sigue esto?
Hay cuatro novelas latentes, en construcción, estamos trabajando para sacar dos libros el año que viene y dos el 2027. En agosto salió la segunda edición de El Tijera con un prólogo del cineasta uruguayo Pablo Stoll, recomendaciones del periodista y escritor Ignacio Alcuri y el guionista e ilustrador Nicolás Peruzzo. Las dos nuevas novelas gráficas, El Monte y Caca seca, ya están distribuidas y a la venta en distintos puntos, también se van a estar vendiendo en el estand de la Asociación Uruguaya de Creadores de Historietas en la Feria Internacional del Libro de Montevideo; el 13 de noviembre Santiago Díaz las presentará en el Club Cultural Charco a las 19.30 horas, con entrada libre. El 21 de noviembre en Sala Ducon a las 21 horasEspíritu Olímpico presenta el nuevo disco, El ritmo simulado, producido por Nicolás Varela, diseñado por Matías Reyes; está compuesto por siete temas, cinco sencillos disponibles en Spotify y por dos nuevos que tenemos reservados.
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