Perro de la calle. Gatillero, de Cris Tapia Marchiori

Por Carlos Diviesti.

El de Gatillero, la película de Cris Tapia Marchiori, es un plan obsesivamente diseñado y de factura infrecuente en el cine argentino contemporáneo. Aunque la historia que cuenta sea casi un lugar común en la narrativa del subdesarrollo (una banda narco se adueña de una porción de la Isla Maciel, en la ciudad de Avellaneda, y lo que explota en el barrio durante una noche con sus soldados y la Madrina, su capanga), el plan obsesivo pasa por otra parte. El diseño milimétrico que lleva Tapia Marchiori para su película es un diseño estético insólito y prodigioso, en el que aprovecha cada escenario que atraviesa el Galgo, su protagonista, y adapta la textura real de cada uno de esos escenarios para convertir a esa zona postergada del conurbano, que alguna vez fue sede de fábricas y pujanza, en un espejo del desarrollo trunco del país. Pero no es solo eso: visualmente el plano secuencia establecido (un concepto más que una sola toma) define con sus planos cortos y sus panoramas de extenuante fisicidad, una energía cinética en la que el tiempo se diluye y lo escenográfico es indivisible de los personajes. Pero no es la cámara de Tapia Marchiori (la cámara le pertenece porque él es uno de los camarógrafos, además de montajista) lo único valioso de esta película: es en el guion donde está prevista esa cruza entre los hermanos Dardenne y Quentin Tarantino, escritura en la que el personaje que interpreta Sergio Podeley encuentra la sangre para crear una de las criaturas más corpóreas que recuerde la pantalla rioplatense, y una para la que solo los buenos actores pueden aportar un pliegue extra que las haga inolvidables. Y, para terminar, algo más respecto del plan de Tapia Marchiori: como en ningún momento está película se aparta del espectador, en eso radica su principal fortaleza: Gatillero es verdadero cine popular. Antes de empezar el rodaje seguramente Tapia Marchiori la vio de principio a fin (tal vez en la pantalla de la propia imaginación al volver del cine de su barrio), y seguramente entonces ya era así de deslumbrante.

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