El Museo del Humor es un espacio particular en la ciudad de Buenos Aires. Situado en la costanera sur, en el Bulevar de los Italianos, una casona de estilo modernista aloja la historia de la historieta y del humor gráfico argentino mediante la obra de sus exponentes más importantes.
Hermenegildo Sábat está representado permanentemente. En esta oportunidad, el museo realiza una gran retrospectiva de este maestro de la caricatura y del humor gráfico, con la exhibición de unas cien obras originales, además de decenas de revistas cuyas tapas fueron hechas por él, en un recorrido de medio siglo de hacer artístico.
Nacido en Uruguay, Sábat es ciudadano argentino desde hace justamente cincuenta años. La obra de este maestro del género, de fuerte carácter crítico y sarcástico, expresa el carácter del personaje desde el género de la caricatura, al tiempo que lo trasciende. Su creatividad es inmensa, al punto de colocar al personaje en un entorno determinado, ante una situación que lo define como protagonista de una serie de hechos que adquieren un alcance narrativo por una asociación de imágenes inteligentemente elegidas, que articulan con la propia figura.
Este conjunto de situaciones que enmarca en general la descripción del personaje, hace que Sábat comunique una serie de ideas en relación con su pensamiento, que se conectan, por medio del dibujo, en un entramado ideológico-expresivo incomparable.
El artista demuestra una gran inteligencia al lograr que coincida el tratamiento de su tema con la perfecta descripción de las características relevantes de sus personajes. La referencia a líderes políticos de su país e internacionales es un poderoso análisis psicológico e ideológico, en el que la crítica, la ironía y el sarcasmo toman forma desde una variedad de técnicas: lápiz, carbonilla, pastel, acuarela, tintas, acrílico, técnicas mixtas con el collage y soportes de papel periódico, entre otras.
Sábat es un investigador de los materiales de expresión, porque sabe que desde el lenguaje de las técnicas deviene un aporte hacia la expresión de la característica íntima que él persigue. Junto con la habilidad del caricaturista que encuentra la manera de identificar-calificar y representar los rasgos significativos, desnuda psicológicamente a sus personajes desde una síntesis más poderosa y expresiva que una fotografía.
El recorrido por estas cien obras es un verdadero divertimento, un acontecimiento para la mirada, que reviste el carácter de una narración sobre personas que se han destacado en alguna actividad, no sólo de manera positiva. En este sentido es notable la serie de políticos argentinos del período de la dictadura militar. El artista, por otra parte, rinde homenaje a una serie de artistas a los que seguramente admira: Rembrandt, Eugène Delacroix, Fernand Léger, Pierre Bonnard y otros. En estos trabajos, si bien son caricaturas, no se persigue el fin humorístico-sarcástico (lo cual no significa que no haya rasgos de humor implícitos en la mirada analítica del autor). Se trata de comunicar o transmitir una personalidad mediante la ampliación, la jerarquización o la homogeneización de ciertos rasgos que la califican de manera particular. Lo relevante es que Sábat llega a este resultado sin que los rasgos relevantes se destaquen de manera independiente. La unidad de cada retrato es perseguida –y lograda– a partir de una síntesis muy difícil de definir y cuya solución corresponde a esa zona particular que tiene todo gran artista y que corresponde más al dominio de la intuición que al del razonamiento.
El retrato de Borges y varias versiones de Gardel pertenecen a este grupo de obras, mientras que cuando representa a Néstor Kirchner le coloca en muchos casos tres ojos y dos narices. Sabat se mueve como pez en el agua en estas posibilidades expresivas que calificamos de no ortodoxas en la caricatura y el humor gráfico, con lo que demuestra no sólo inventiva, sino audacia. Es capaz de sacar una cara de una nariz, de trabajar un personaje saliendo de una caja de muñecas rusas, y también de participar de la clásica tira de humor que maestros como Quino han desarrollado.
Sábat posee un profundo conocimiento del arte de la caricatura, que no sólo es oficio, sino también una visión. Calificarlo de visionario no parece improcedente, en tanto sus trabajos alcanzan una dimensión autónoma, tanto si se considerado el género analítica como estéticamente. Desarrolla, por su parte, una mirada que penetra las fibras más íntimas de quienes a menudo son sus “víctimas”, donde conjuga la intuición artística y un profundo sentido de observación y síntesis.
De todas formas, el autor se sostiene en su experiencia y en el conocimiento del oficio de dibujante, así como en el de las técnicas y en el de los materiales que selecciona con una maestría que consolida una unidad indisoluble en cada trabajo, de tal forma que su obra se puede situar entre las grandes producciones artísticas universales.