Por Gabriela Gómez.

Quienes hayan frecuentado los bares y las calles de la Ciudad Vieja, seguramente se cruzaron alguna vez con Víctor Hugo Andrade, pintor que hizo del barrio su casa y su fuente de inspiración.
De ojos brillantes y un nerviosismo que se desvanecía cuando por fin se ponía a pintar, casi siempre traía consigo un puñado de cuadros pintados en cartón o madera, que intentaba venderlos a muy bajo precio a los parroquianos de los bares o –después de entrar en confianza– hacerles un retrato allí mismo.
De entre la gran cantidad de pinturas que vendió o regaló, la curadora Lourdes Silva junto con el Instituto Nacional de Artes Visuales (INAV) y el Espacio de Arte Contemporáneo (EAC) realizaron un exhaustivo relevamiento de sus obras entre colecciones privadas y compradores casuales, para montar una exposición que incluye más de setenta obras.
Con trazos enérgicos y colores fuertes, las obras de Andrade expuestas en esta muestra se destacan por su fuerte expresividad abordando temas recurrentes, como las imágenes nocturnas de Montevideo y el Palacio Salvo –edificio sin lugar a dudas inspirador para el artista–; o una serie de superhéroes, en la que se incluye el propio artista a través de su alter ego Mangerman; cuadros donde los protagonistas son “los Andrade”; retratos de músicos de rock, jazz, hip hop; cuadros de tamborileros y carnaval junto a escenas de boxeo e imágenes religiosas; además de algunos autorretratos.
Cuando hablamos de un artista y su obra no siempre es relevante para su interpretación mencionar su biografía, pero en el caso de Andrade algunos datos acerca de su vida pueden aportar a la hora de apreciar su producción artística. Nació en 1978, creció en el Consejo del Niño y después ha vivido en la calle, refugiándose en edificios de la Ciudad Vieja, donde se volvió un vecino muy querido en el barrio que lo ha acogido, donde creó incluso un grupo de “amigos de Víctor Andrade”, quienes han colaborado organizando diferentes muestras y hasta un remate para difundir y vender sus obras.

Sin capa pero con vuelo: visiones erráticas por la obra de Víctor Hugo Andrade es una exposición que impresiona por su vitalidad y hay que recorrerla varias veces para desentrañar la fuerza que desborda en representaciones de gran magnetismo, expuestas en variados formatos y soportes. Algunos de sus cuadros son de gran porte y otros son pequeños; pueden ser imágenes sobre cartón, madera, el respaldo de una cama, una silla intervenida, pero todos con la misma vitalidad y energía.
En casi todos los cuadros se percibe una alegría infantil y también cierto sarcasmo, dando cuenta de un artista que explota en imágenes haciendo de la pintura su modo de expresión espontáneo y desinhibido, características que lo hacen único e irrepetible, ya que su aprendizaje no proviene de ningún taller o experiencia teórica. Andrade es un autodidacta que se ha formado con la práctica; comenzó retratando a sus compañeros de clase cuando era niño y continúa hasta ahora con la misma fuerza y originalidad.
Se recomienda esta muestra, por la potencia de la personalidad plasmada en los cuadros y por ser una de las pocas veces que un artista que se desarrolla en los márgenes del canon reúne una cantidad importante de cuadros en una muestra individual, y en un espacio oficial como el EAC, aunque algunas de sus obras ya habían sido incorporadas al acervo del Museo Figari y el Museo Histórico Cabildo de Montevideo.
Sin capa pero con vuelo, visiones erráticas por la obra de Víctor Hugo Andrade. Espacio de Arte Contemporáneo (EAC), Arenal Grande 1930.