La cultura en tus manos

El legado de Miguel Ángel Pareja. Con Mario Pareja

18 julio, 2025

Por Gabriela Gómez.

A raíz del anuncio de la inminente inauguración del Museo Miguel Ángel Pareja, el 22 de agosto, en Canelones –bajo la curaduría de Enrique Aguerre– y la noticia de que el Ministerio de Educación y Cultura declaró de interés ministerial su inauguración, nos entrevistamos con Mario Pareja, sobrino del artista e integrante de la Asociación Civil Centro Cultural Miguel Ángel Pareja. Esta asociación viene trabajando desde 2011 en la búsqueda de un espacio para albergar en buenas condiciones las 58 obras que el artista seleccionó antes de morir, entre las que se encuentran un tapiz, cinco telas estampadas, treinta y ocho cuadros, siete cerámicas y siete mosaicos.

Miguel Ángel Pareja (1908-1984), que comenzó estudiando con Manuel Rosé y más tarde con Guillermo Laborde en el Círculo de Bellas Artes, en Montevideo, tuvo varias formas de manifestar su arte. En un principio, utilizando una paleta de colores bajos, produjo piezas figurativas con temas relacionados con el campo, para luego volcarse a una pintura de corte planista, influido por el maestro Laborde.

Después de un período de cuestionamiento de su arte, comenzó una etapa más abstracta y colorida en la que no pudo abandonar las influencias de sus maestros. Una de las manifestaciones más interesantes de Pareja fue la producción de mosaicos, algunos de los cuales se encuentran en Francia y otros en edificios de Montevideo, además de las piezas que se mostrarán en el museo.

El legado de Miguel Ángel Pareja no será solo un muestrario de su obra, sino que contará con actividades que atraigan a los jóvenes, en las que la labor pedagógica esté presente, como lo estuvo en la vida del artista, docente y director de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Como lo expresa Mario Pareja: “La idea es que sea un espacio socioeducativo, dedicado prioritariamente a los jóvenes y que podamos, a través del arte de Pareja, enseñar”.

¿Cómo ha sido el proceso para llegar, finalmente, a la consolidación del Museo Miguel Ángel Pareja?

Es un gran logro, hemos estamos luchando desde hace muchos años. En 2011, se formó la Asociación Civil Centro Cultural Miguel Ángel Pareja a iniciativa de un grupo de familiares, principalmente de Alfredo Pareja Carámbula –hijo de Miguel Ángel, y de Talita Carámbula, profesora de francés–, quien tomó la iniciativa de llevar a cabo una promesa que la había hecho al padre, un pedido que él le había hecho, un legado. El padre le había dicho que quería que después de su muerte se formara un centro cultural con su nombre y algunas de sus obras. Se fundó la asociación civil en el 2011, cuando Marcos Carámbula era intendente de Canelones. Él fue fundamental, porque no teníamos lugar. Alfredo Pareja había buscado por Montevideo, había golpeado en una cantidad de puertas, ministerios, intendencias, buscando un albergue para las obras.

¿Cómo siguió el periplo que llegó hasta la fundación del museo, desde que se fundó la asociación civil en 2011?

Alfredo contactó a Marcos Carámbula, que era intendente de Canelones. Él conocía muy bien la obra de Miguel Ángel Pareja, de hecho, está casado con Elena Pareja, que es prima mía, sobrina también de Miguel Ángel Pareja, historiadora, dedicada al tema del patrimonio. Conocía muy bien la obra de Miguel Ángel Pareja, conocía a la familia, recibió muy bien la noticia y se entusiasmó con la idea de buscarle un local. Con sus conexiones, contactó al presidente de AFE, quien está hoy en la Comisión de Salto Grande, Gonzalo Casaravilla. Entonces había un local al lado de la estación de Las Piedras, abandonado, que era parte del complejo de AFE pero estaba sin uso, y se negoció que AFE diera el edificio en comodato a la Intendencia de Canelones y ella a nosotros, a la Asociación Civil Miguel Ángel Pareja. Así empezamos. Eso fue a principios de 2012, pero había que reformar el edificio. Entonces se empezaron las obras, se hicieron tres convenios sociales con el Ministerio de Transportes y Obras Públicas, que nos financió buena parte de la reforma, que hubo que hacerla casi de nuevo, porque era un edificio muy viejo, muy abandonado. Empezamos poco a poco.

Al principio, la fundación de la asociación civil tenía como objetivo principal la preservación y difusión de la obra de Miguel Ángel Pareja. Ese el objetivo, pero por razones obvias y de compromiso con la comunidad, se extendió la actividad a otras actividades culturales.

¿Dónde se encontraban las obras mientras se realizaban estas reformas?

Estaban en poder de la familia. Son 58 obras de arte, entre las que hay cuadros –óleos principalmente–, cerámicas, telas estampadas y un tapiz. Son 58 piezas en total, que estaban con la familia, pero que el maestro Pareja ya le había pedido a su hijo que no las separara porque las había seleccionado él mismo. No es un conjunto o una colección de obras cualquiera, es una colección de obra seleccionada por el artista porque decía que eran representativas de su evolución plástica y estética, durante toda su vida.

Recibimos las obras en 2016. La familia directa –o sea, los hijos, que eran dos: Alfredo Pareja y Margarita Pareja, que ya en esa época ella vivía en Argentina– tenía las obras y recién se las ceden a la asociación civil en el 2016, pero no teníamos cómo almacenarlas, porque todavía el local estaba en obra, no teníamos un almacén adecuado, con seguridad y con las condiciones climáticas que se requieren. Entonces las depositamos con la gente de la Facultad de Artes. Allí el profesor Javier Alonso fue clave porque nos ayudó. Alonso había sido alumno y muy amigo de Miguel Ángel Pareja, entonces las obras se guardaron aquí en Montevideo. A partir de 2016 empezamos a tratar de conseguir la plata, porque nos financiamos con el aporte de socios, el aporte de alguna empresa privada y presentamos proyectos en las convocatorias concursables del Ministerio de Educación y Cultura, y hemos ganado algunas. Siempre tratamos de conseguir la plata de aquí y de allá. Así que en el 2016 empezamos poco a poco hasta que recién el año pasado pudimos terminar de construir un almacén y equiparlo con aires acondicionados, deshumidificadores, la seguridad, alarma, pintores, y recién ahora lo terminaron, por eso estamos anunciando el museo. La semana pasada recibimos las obras, así que están recién llegadas y están siendo depositadas ahora por el curador de nuestro museo, que es Darío Gómez.

¿Miguel Ángel Pareja vivió los últimos años de su vida en Montevideo?

Tuvo dos casas, en la calle Brandsen, donde yo lo visitaba frecuentemente, y después otra en la calle Rivera, donde falleció. Por eso Alfredo empezó las gestiones en Montevideo, pero no tuvo suerte, no consiguió nada, hasta que llegó a Canelones. Miguel Ángel había vivido bastantes años en Las Piedras. De hecho, se fue de allí cuando tenía cuatro años, se fue con la familia, con mi padre, Mario Pareja, incluido. Entonces, toda la familia se mudó para Las Piedras. Hay una versión que dice que se mudaron por causa de Miguel Ángel, porque tenía un problema respiratorio y el médico le aconsejó que se fuera al campo. En ese momento Las Piedras era campo, y allí empezó a pintar. Siempre tenía un atractivo por la pintura. Su padre, mi abuelo, Rómulo Pareja, que conocía a Manuel Rosé, le consiguió para que fuera a su taller, y de hecho Miguel Ángel reconoció que mucho de la pintura, del uso de los colores primarios, intensos, el colorido de la obra, lo aprendió con Manuel Rosé. Estuvo en su taller unos cuantos años, también se hizo muy amigo de otro gran artista canario, Germán Cabrera, escultor.

¿Cómo surgió su experimentación con el mosaico?

En el año 46 entró a la Escuela de Bellas Artes como profesor, a través de un concurso. Y al tiempo hizo un viaje a Brasil, creo que en el 52, junto con los estudiantes de la Escuela de Bellas Artes, a una de las bienales. Allí quedó impresionado con un gran mosaico de Emiliano Di Cavalcanti que vio en el teatro San Pablo. Lo impactó de tal manera que compró y se volvió con dos valijas de piecitas para trabajar en mosaico. Y al poco tiempo, fundó el taller de mosaico en la Escuela de Bellas Artes. Creo que Pareja encontró realmente ahí lo que necesitaba para expresarse. Porque era el material, era el color y era la luz que le permitieron trabajar enormemente con el mosaico.

Si uno mira los mosaicos de Pareja queda maravillado por el juego de colores, de contraste y de luces que logra. Hay algunos en Montevideo, en un edificio de apartamentos y en la Facultad de Artes. Tenía un mosaico en el fondo de su casa en la calle Rivera. Es un mosaico muy lindo, son niños de diferentes alturas, muy colorido y con mucha luz, pero estaba adosado a un panel en el fondo, en el jardín. Sacarlo y trasladarlo costaba muchísima plata porque había que contratar a un especialista y hacer una serie de trabajos delicados. Como centro cultural no teníamos la plata, pero no queríamos perder el mosaico cuando se vendió la casa. El que la había comprado decía que no lo quería, que lo iba a tirar abajo. Contactamos a la Facultad de Artes y les dijimos lo que estaba pasando y que se los donábamos para que lo expusiera. De hecho, la facultad lo trasladó, lo guardó y lo restauró. Todavía no ha sido expuesto. También hay otro en el MACA, que lo adquirió Atchugarry para su colección. Nosotros, en el museo, tenemos algo así como siete mosaicos.

También su pintura pasó por diferentes etapas, en una producción que va de lo figurativo a la pintura abstracta.

Es muy particular, porque es muy colorista, planista, muy influido por Guillermo Laborde, que fue su maestro. Porque después del taller de Rosé, Pareja empezó a asistir al Círculo de Bellas Artes en Montevideo y tuvo como uno de sus maestros a Laborde, que fue uno de los fundadores del planismo en Uruguay. Al inicio, sus primeros trabajos eran figurativos, había muchas escenas campestres, con gauchos, chinas, caballos, porque él vivió mucho en el campo. Cuando vivía en Las Piedras salía a las chacras de los alrededores y vivía mucho en contacto con los chacareros. De ahí empezó a tener un gusto por lo campero, después vivió en Durazno. Pareja fue administrador de un campo, de una empresa de producción agropecuaria y también vivió en Fray Bentos.

También hizo dos viajes a Francia, donde hay dos mosaicos suyos hechos a partir de trabajos del pintor Fernand Léger, que son divinos y la gente no conoce. Hay uno en el hospital de Saint-Lô, en Normandía, y es fantástico, es realmente hermosísimo, es sobre un cartón de Fernand Léger, quien empezó a hacer el mosaico y murió, entonces eligieron a Pareja para que lo terminara.

Luego de su etapa más campestre y figurativa, Pareja pasó a un arte más abstracto y colorido.

Exacto, como decíamos, al inicio era figurativo, pero después se fue apartando. Creo que en lo figurativo había una influencia del planismo, de tomar lo esencial de lo figurativo, de la figura humana: “Qué es lo que quiero representar ahí, en ese gaucho, en esa china”. Son cuadros en paleta baja, muchos los pintó en Fray Bentos y fue cuando se cuestionó si sabía pintar.

Esa fue una época de cuestionamiento, de autocuestionamiento de su arte. Después se largó más a lo abstracto, ahí es cuando vino a Montevideo y fundó el Grupo de los Ocho. Con Lincoln Presno, Alfredo Testoni, Carlos Páez Vilaró, Raúl Pavsotzky, Américo Spósito, Óscar García Reino, Julio Verde. Entonces volvió a lo abstracto, pero dos por tres pasaba a lo figurativo. Él decía la frase “Toda la pintura es figurativa”, o sea que, aunque sea abstracta, hay una figura atrás, o hay un intento de hacer una figura.

¿Usted tiene recuerdos personales de su tío?

Era bastante cercano a Miguel Ángel porque lo quería mucho. Él tenía un don de gente increíble y una relación con los jóvenes muy particular, se relacionaba muy fácil con la juventud. Yo era un joven estudiante cuando él vivía en la calle Brandsen y todos los domingos lo visitaba con mi novia y después íbamos a la feria de Tristán Narvaja. Él siempre tenía mascotas en su casa, tenía pájaros y hasta tuvo un zorrillo.

Yo era muy cercano a él y tengo algunas anécdotas fantásticas. Su relación con los jóvenes era increíble. Me acuerdo de que yo visitaba su taller y él fumaba a escondidas porque no podía fumar. Tenía un problema respiratorio grave. Y me pedía cigarrillos y fumaba. Pero también, a veces, me increpaba, entonces me decía: “¿Y vos qué música estás escuchando?”. A él le gustaba mucho la música de Georges Brassens y a mí me gustaba la música clásica, entonces me miró y me dijo: “¿Y no te gustan los Beatles?”. “Sí, también”, le dije. Y me contestó: “Porque iba a pensar que eras un viejo”.

Otra cosa que me acuerdo es que, desde mi visión de agrónomo, el tronco de los árboles es marrón y la copa verde. Entonces andábamos por los bosques de Bello Horizonte, salíamos a pasear y andábamos por un bosque de pinos y me preguntó de qué color eran los troncos de los pinos. Le dije que marrón. Entonces me mostró que no era marrón, era lila, era otro color que no era el marrón.

También fue muy importante su tarea docente y director de la Escuela de Bellas Artes. ¿Eso estará reflejado de alguna forma en las actividades del museo?

El legado de Pareja no son solo las 58 obras, que sí van a ser fundamentales en el museo, sino también toda su pedagogía. Por eso estamos planteando que el Museo Pareja no sea un museo común y corriente, sino uno socioeducativo. En el centro cultural tenemos como una prioridad llegar a los jóvenes y estamos teniendo un éxito que nos tiene impresionados. En este momento tenemos la exposición de escultura de Octavio Podestá y no damos abasto para atender las escuelas y los liceos que vienen a visitarla. Hay un gran interés de los niños y de los adolescentes por la escultura y por el arte, que nos parece muy bueno. La idea es que sea un museo socioeducativo, dedicado prioritariamente a los jóvenes, que podamos, a través del arte de Pareja, enseñar. No debemos que olvidar que Pareja fue profesor y después director de la Escuela de Bellas Artes durante ocho años y en tiempo dejó de pintar, se dedicó exclusivamente a la docencia, a la administración de la escuela. Cuando le decían que era una lástima que hubiera dejado de pintar, él decía que no había dejado de hacerlo: “No pinto sobre el lienzo, pero sigo pintando con mis alumnos”. Es muy interesante eso. Cuando la gente me pregunta, le respondo eso, que no hay una escuela Pareja por la forma que él tenía de concebir la pedagogía, la enseñanza del arte y la educación artística.

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