La sonrisa del gato
Por Daniel Tomasini en la edición 59 de Revista Dossier
El arte de Carlos Palleiro es una muestra de un artista desinhibido, inteligente y creativo. Su formación en diseño gráfico y su enorme capacidad hacia el dibujo considerado como un acto vital que le da sentido a la existencia –considerando sobre todo su condición de exiliado por muchos años– le confieren el signo de una honestidad creativa muy elocuente a la vista de sus trabajos.
Debemos evaluar la habilidad de este artista en el marco de una libertad imaginativa absoluta. La mayoría de estos dibujos no han sido pensados –posiblemente– como obra de arte, en el sentido de la sacralidad de la que está imbuido este término. Un dibujo a lápiz en una hoja común y corriente puede parecer un gesto que carece de la perspectiva de llegar a ser una obra de arte. Sin embargo, la demostración de ingenio plástico o gráfico de Palleiro está respaldada por nuestro principal museo, el Nacional de Artes Visuales, y en verdad cada dibujo es una obra de arte. En el marco de una completa retrospectiva de este diseñador que lo fue de oficio, reconforta mirar todas sus tentativas de jugar con la forma de animales y personas, con un talante muy de acuerdo con el dibujo de ilustración o el cómic, es decir, una propuesta gráfica en las antípodas del dibujo llamado académico. En Palleiro vemos el trabajo con la línea, explotando todas sus potencialidades de expresión, desde el trazo fino y elegante, deformado o distorsionado hasta la ironía, hasta el violento claroscuro que resuelve un perfil o una cara que, no obstante, aparece incompleta, posiblemente dejando a cargo del observador completar la figura.
Es frecuente en el artista el uso de este artificio, y es tanto más interesante en cuanto aparece la figura inconclusa con el sentido de la totalidad implícito, aunque los datos que suministra de ella en muchos casos son absolutamente precarios. No obstante, son rotundamente convincentes. Este hecho se debe a la certera e inteligente selección de los medios de expresión y de su lenguaje, así como de la perfecta ubicación espacial del universo del grafo del lápiz o del marcador, de tal manera que el potencial que expresa un trazo que define una zona de un rostro, o de una cara de animal, se carga al máximo en tanto el artista lo considera desde la mejor solución posible a un problema plástico. “Menos es más”, decía el arquitecto Mies van der Rohe.
Con su técnica multifacética, Palleiro consigue atrapar la atención del observador de manera constante, sin repetirse nunca, ofreciendo en cada lámina una nueva situación de percepción que obviamente incluye el humor, la ironía, la contradicción, la forma lábil y la figura en continuo estado de inestabilidad formal, ya que a veces parece que se mueve y se desplaza, o se repliega en sí misma. O simplemente sugiere, o se vuelve esquemática hasta el extremo de casi perder su significado, es decir, su contenido de representación. Como el gato de Cheshire en Alicia en el País de las Maravillas, las figuras de Palleiro parecen ir borrándose paulatinamente hasta que –como en los cuentos y en el film– permanece sólo su sonrisa. Esa sonrisa es posiblemente la del propio artista que, antes que nada, demuestra una enorme capacidad de divertirse con todo lo que lo rodea, sin pretender por ello entrar en la categoría de artista del humorismo o realizar humor gráfico. Tampoco podemos decir que sus trabajos, aun cuando revisten el carácter de un boceto o de un borrador, o tal vez de un ensayo o de un pasatiempo, no hayan sido tomados absolutamente en serio, aunque el verdadero humor es un asunto muy serio, y sobre todo porque están hechos con una palabra fonéticamente muy cercana: con verdadero amor.