
En la Sala 1 del Museo Nacional de Artes Visuales hay algo que no se parece a lo habitual. No son cuadros grandes ni esculturas solemnes. Son dibujos chicos, hechos en papel. Algunos con tinta, otros con acuarela. Tienen algo de juguete, algo de carta, algo de diario personal. Se llaman Petrouchkos, y hasta hace poco, casi nadie sabía que existían.
La muestra “Amalia Nieto – Los Petrouchkos son” reúne una serie de dibujos que la artista hizo entre 1935 y 1938, durante su relación con el escritor y músico Felisberto Hernández. Por ese entonces, él recorría el interior del país dando conciertos y ella le enviaba cartas ilustradas. No solo escribía. Dibujaba. Y en esos dibujos creaba un mundo paralelo: una galería de personajes y escenas inspiradas en Petrouchka, el ballet de Stravinsky que ambos compartían como referencia común.



Estos dibujos no estaban pensados como obras para exponer. Eran gestos privados, íntimos. Pero Amalia Nieto, después de separarse, recortó muchos de ellos, los enmarcó, y los guardó. Años más tarde, una caja con más de 130 de esos dibujos fue encontrada por su familia, guardada entre cosas viejas. Esa caja es el punto de partida de esta exposición.
Lo que se ve hoy en el MNAV es una parte de ese material. Algunos dibujos se muestran tal como ella los dejó, recortados y montados; otros aparecen reconstruidos en su contexto original, acompañados por fragmentos de las cartas donde viajaban. La selección está curada por Sergio Elena, nieto de la artista, y permite asomarse a una faceta menos conocida de su obra: un momento de libertad, de juego, de experimentación sin presión.



Los Petrouchkos son pequeños pero dicen mucho. Tienen humor, ironía, ternura. A veces se parecen a caricaturas, otras a construcciones abstractas. En muchos ya aparece ese orden silencioso que marcará la pintura de Nieto en su madurez: líneas limpias, formas mínimas, una economía de recursos que no deja lugar para el exceso. No es difícil ver en estos dibujos la semilla de lo que vendrá después.
La exposición no pretende contar una historia completa. No es una retrospectiva. Es una ventana, un recorte. Pero en ese recorte hay pistas valiosas para entender cómo Amalia Nieto fue construyendo su lenguaje. No desde el dogma, sino desde lo cotidiano. Desde una mesa de trabajo, una carta, un papelito doblado.



“Los Petrouchkos son” puede visitarse hasta el 20 de julio en el MNAV. La entrada es gratuita, y hay visitas guiadas por el propio curador, que ayudan a entender el contexto de las obras. Es una oportunidad poco común para ver de cerca un capítulo escondido de una artista que, incluso en lo pequeño, encontraba una forma de decir.
Museo Nacional de Artes Visuales | Tomás Giribaldi esq. Julio Herrera y Reissig | Martes a domingos
13:00 a 20:00 hs | IG/ mnav_uruguay
Texto e imágenes Mario Cattivelli @illev_uy