Estas son las imprescindibles.
Por Bernardo Borkenztain.
“En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra.
Como el otro, este juego es infinito”.
Jorge Luis Borges, en ‘Ajedrez’.
La dramaturga
Angie Oña es una teatrista que suele tener planteos originales, desde El auto feo (2003-4, premiada en el Encuentro de Teatro Joven), que fue una de las pocas obras que lograron trasladar a su creadora de teatro joven al público general, pasando por Éter retornable (2008, premiada por el CCE), Oña siempre plantea situaciones desde una óptica particular.
Con Ser humana (2018, su primer unipersonal, dirigido por Freddy González) en la muy añorada sala Tractatus, nos trajo la vida de una mujer trascendente por su aporte a la historia de la psicología, pero dejada fuera de la historia por el mero hecho de ser mujer.
La actriz
No descubrimos nada si hablamos del talento y del carisma que Oña despliega en escena, tiene la capacidad proteica de –mediante recursos estrictamente físicos y gestuales– actuar transformándose sin solución de continuidad en personajes de edades diferentes, con todas las particularidades que eso implica, como en Ser humana, plantear la vida desde la niñez hasta la adultez de Sabuna Spielrein. Al encarnar a Emma Goldman (es nuestra opinión, es un personaje histórico mucho más rico que el anterior, aunque no sea más que por ser una luchadora en sentido real) con fineza y economía de recursos, impone una gestualidad marcada por una ligera afasia que realza la condición de hablante no nativa que Emma Goldman tenía en Estados Unidos.
Al mismo tiempo, despliega la energía habitual que pone en escena con todos los mecanismos que tiene Oña de manejo del espacio y de su cuerpo, para prestar la materialidad y rescatar del olvido a un personaje enamorado de la lucha social, el baile y el prójimo.
Ataviada como una mujer de la segunda década del siglo veinte, con un par de quevedos permanentes sobre su nariz y con accesorios tan sui generis como un cinturón con un arma y un megáfono, Oña/Goldman habita todo el enorme espacio escénico del teatro Victoria, que presenta un dispositivo minimalista, con algunos elementos dispersos, entre los que destacan una tarima, una guitarra eléctrica y una máquina de escribir, las armas de la mujer que nunca se rindió ante la idea de que si las cosas siempre fueron de una manera era imposible que cambiaran.
La otra mujer
Emma Goldman nació en 1864, en la Lituania perteneciente al imperio ruso, y murió en Canadá en 1940. En ese lapso tuvo una vida intensa, que empezó al emigrar a Estados Unidos escapando de un matrimonio arreglado que sus padres (judíos ortodoxos) querían imponerle.
Una vez llegada, tomó conciencia de la lucha social que se gestaba en la época y se vinculó con anarquistas, en especial Alexander Berkman, que la llevó a ser oradora y propagandista del movimiento. Era una época en la que estas actividades entrañaba bastante peligro, y efectivamente la pusieron en la mira de la agencia Pinkerton (supuestamente de detectives, pero también realizaban otro tipo de encomiendas para quien pudiera pagarlas) y del gobierno.
Tuvo que pasar por la cárcel, aprendió enfermería (siempre guiada por su necesidad de cuidar a otros), se exilió en la Unión Soviética, de la que se desilusionó y volvió, mientras llevaba una vida en la que se negaba a ser atada por los prejuicios y las convenciones burguesas: feminismo, amor libre y tener una voz propia no eran tareas fáciles de ejercer para una mujer en esa época. O en esta. En suma, se trata de una mujer fascinante que Angie Oña trae por una brevísima hora y media que todo espectador desearía que siguiera por un largo rato más en cada función.
La experiencia
El subtítulo de la obra es muy explícito. Si dejamos de soñar, morimos porque la sociedad (de consumo, fundamentalista islámica, socialista a la rusa, dictatorial a la china, la que sea) nos alienaría –como describió Marx– y llevaría a una frustración constante, que solo permitiría la evasión como alternativa vital.
O la lucha, que es la única manera de poner al ser humano por encima de las instituciones que lo encadenan. Angie Oña y Emma Goldman, esas son las imprescindibles…
Dramaturgia y actuación: Angie Oña.
Dirección Freddy González.
Teatro Victoria.