El Ciclo de espectáculos “Radical Calderón” que recomendáramos la semana pasada ha terminado, y dejó múltiples pinceladas de gran teatro, pero con un punto alto que debe ser rescatado para los lectores de DOSSIER.
La reposición de la obra que lanzó a Gabriel Calderón a la fama, “Mi Muñequita”, fue reestrenada con su elenco original.
Sin ningún lugar a dudas, esta fue una obra fundacional del nuevo teatro joven. Había sido estrenada allá por 2004 en el Teatro Circular, en la sala 2, a un horario imposible, pasada la medianoche. Sin embargo, la magia ocurrió: un público joven, que no se identificaba con otras propuestas empezó a llenar y agotar las funciones para ver a estos veinteañeros irreverentes, que sin embargo fueron ignorados incomprensiblemente por los premios Florencio, pese a que salieron de gira por incontables países y festivales.
Cabía la duda de si el tiempo iba a cobrar peaje a estos actores, que hoy en día ya son son promesas sino adultas y sólidas realidades.
Si lo hizo no se nota. Más sólidos, más contundentes, al salir a escena el público es golpeado en el estómago por un tsunami escénico que lo apabulla: quien haya salido de la sala sin ser conmovido, como con el surf, lo más probable es que esté muerto.
Los adjetivos sobran y no aportan nada: Cecilia Sánchez y Leandro Nuñez mantienen un físico impecable (y envidiable) y un estado atlético acorde.
Dahiana Méndez y Cecilia Cósero, la pareja Döppelganger de la niña y su muñequita están terribles. En un sentido literal: llegan a dar miedo. Pasan de lo dulce e infantil a lo más ominoso casi sin solución de continuidad.
Mateo Chiarino y Leonardo Pintos han crecido mucho también y sus monólogos (el de la venta de la muñequita y del baño) son más sólidos y despliegan una violencia sorda que empasta bien con el resto de la obra.
En la revista haremos una crítica más completas pero queríamos dejar constancia en caliente de que Montevideo fue testigo de una fuerza de la naturaleza que no se va a repetir mucho, porque por ley de la naturaleza, el genio es escaso.
Dejamos junto a este testimonio fotos del evento, y la frase de mi hijo de diecieis años que al salir, textualmente, dijo “es la primera vez que una obra de teatro me roba el alma.”
Bernardo Borkenztain