Rapsodia en dos tonos de rojo
Con esta obra Gabriel Calderón presenta la cuarta parte de su pentalogía fantástica, la que tiene el subtítulo “vol. III”, por un lado porque comenzó a escribirla antes que Ex: que revienten los actores, el anterior estreno, y por otro debido a que está estructurada, en muchos sentidos, en torno al número tres.
Al igual que en el cuento ‘El viaje a la semilla’, de Alejo Carpentier, en el que un bastón clavado en la tierra ancla el tiempo y revierte su dirección, en esta obra Calderón fija la rueda del eterno retorno en un eterno 5 de mayo, que comienza con la muerte del abuelo de una familia de mujeres (el patriarca en más de un sentido) y termina mucho tiempo después.
Como dijimos, la obra se divide en tres partes, casi tres obras diferentes, escritas en registros completamente distintos, con la particularidad de que nadie es el protagonista ni el héroe de la historia: ese papel recae sobre la mentira que todos deben festejar y que es responsabilidad del espectador elucidar, al menos hasta el epílogo. La primera tiene estructura de vodevil; la segunda, drama realista; y la tercera, de auto sacramental posmo. Son casi independientes entre sí, aunque vinculadas por el elemento fantástico que nuclea a la pentalogía y que, en este caso, es lo vampírico.
En este sentido, el color rojo adquiere una significación importante (aunque esté ausente en el dispositivo escénico y en gran parte del vestuario), ya que las constantes alusiones a lo sanguíneo se intercalan con las referencias a los eclipses y el color que adquiere la luz en ellos. De ahí el simbolismo dual de este color, la luz mortecina que no ilumina y el fluido que es portador de la vida.
En cuanto a la puesta, el dispositivo escénico es icónico, con una ausencia llamativa de elementos simbólicos per se y un uso minimalista de los efectos lumínicos y de la ambientación, pero con una carga especial sobre lo actoral.
Sin dudas, son los actores lo más destacable de esta obra, un duelo de talentos y eficacia escénica muy disfrutable que imprime la atmósfera justa a cada uno de los mundos que pueblan los actos.
La obra gira en torno a las luchas por el poder y el precio que se paga por él, la renuncia al día que hacen los vampiros como precio por la inmortalidad, así como la tensión irresoluble que las libertades individuales tienen ante el embate de las dictaduras o de las religiones monoteístas. En este sentido, la irrupción de un poder sobrenatural materialmente tangible como el de los vampiros altera los equilibrios naturales y marca el tono humorístico de la obra. Queda para el espectador decidir si la cadena de herencia familiar es una condena eterna.
Dirección y dramaturgia: Gabriel Calderón
Elenco: Gloria Demassi, Dahiana Méndez, Carla Moscatelli, Giselle Motta y Gustavo Saffores.
Vestuario: Paula Villalba.
Escenografía e iluminación: Pablo Caballero.
Sonido: Fernando Castro.
Producción general: Bruno Gadea.
Producción ejecutiva: Camila Florines.
Coproducción: Sala Verdi.
Asistencia de dirección: José Pagano.