Emporio Escénico
Así como algunos edificios, públicos y no públicos, de incuestionable valor arquitectónico y parte fundamental de nuestro patrimonio cultural, desaparecen día a día, por otro lado, y con mucha paciencia, los investigadores, curiosos recolectores de nuestro pasado, se encargan de coleccionar, conservar y mostrar un pasado que trae al presente frágiles materiales de ese mundo del que todavía se puede recuperar algunos registros.
Este es el caso de la exposición en el Museo de Artes Decorativas, en el Palacio Taranco, donde el investigador, periodista y crítico teatral Carlos Reyes presenta una muestra de un material más efímero: programas de teatro, entradas, tarjetas de presentación de artistas y otras curiosidades (algunos documentos de más de doscientos años), que ayudan a comprender cuáles eran los gustos y la vida espectacular que se gestaba en Montevideo durante el siglo XIX y XX hasta 1929, en que se cierra esta cronología. Fecha caprichosa, según el investigador: cuando la artista Josephine Baker ofreció una función de despedida en el Teatro Urquiza.
Después de una primera exposición en 2010, denominada 12 teatros que Montevideo olvidó, Reyes vuelve con una muestra que pretende tomar conciencia del desarrollo institucional de los teatros y dar cuenta de las distintas instancias de la sociedad montevideana, haciendo coincidir, además, la circunstancia de que el predio que ocupa actualmente el Palacio Taranco fue ocupado por primera vez por la primera sede institucional del teatro uruguayo: la Casa de Comedias, inaugurada en 1793, donde más tarde se instaló el Teatro San Felipe.
Como parte de su escenografía, e integrando la majestuosidad del Palacio Taranco, se instala esta importante exposición, lugar ideal para albergar una documentación que dice mucho sobre la fecundidad de la plaza capitalina (todo el material es puramente montevideano), tanto en cantidad de salas como en géneros y formatos escénicos, en momentos históricos en los que uno no imaginaría tal profusión de actividad artística.
El comienzo
La recolección de este material llevó más de veinticinco años y, según cuenta Reyes, alrededor de 1997, y a raíz de que ya contaba con una cantidad importante de material, decidió coleccionar programas de teatro como parte de un proyecto que abarcaba la historia del espectáculo uruguayo. Tenía material propio y otro que le habían regalado, y todo terminó de concretarse cuando en la feria de Tristán Narvaja encontró “este programa [señala uno de los pocos programas que se conservan del Teatro Cibils, anunciando un espectáculo de los hermanos Podestá], colgado con un palillo de una cuerda que atravesaba la vereda. Lo tomé como una señal, y a partir de entonces y a lo largo de los años seguí coleccionándolos”.
La colección cuenta con la colaboración de veinte programas de la Sala de Materiales Especiales de la Biblioteca Nacional. Los demás pertenecen a su colección particular. Es tal la variedad de artistas, salas, géneros y formatos escénicos reunidos que impacta tanto individualmente como en su conjunto.
Divas, divos y no tanto
Uno de los atractivos de la muestra es recordar la cantidad de celebridades que pisaron estas tierras, como Margarita Xirgu, Sarah Bernhardt, Enrico Caruso, Vaslav Nijinsky y Josephine Baker, aunque se trata también de dirigir la atención hacia artistas más populares o poco conocidos. Por ello se podrá disfrutar de diseños de tarjetas de presentación de artistas del circo uruguayo, por ejemplo. Hay material con un gaucho equilibrista, algunos con niños contorsionistas, en tarjetas de presentación creadas por los propios artistas, ya que los dueños de los circos los contrataban por los números que representaban, lo que hacía que cambiaran frecuentemente de lugar de trabajo. También hay algo de tauromaquia, de esgrima, regatas, fiestas de la primavera, exposiciones de floricultura, cine mudo: manifestaciones que también son espectáculos en un sentido más amplio. En una de las vitrinas sorprende la aparición de una percha con el sello del Teatro Solís que funciona como un llamado a la realidad del espectador: un juego con la imaginación como para tratar de pensar que todos estos escenarios están desaparecidos, algunos no se sabe siquiera dónde funcionaron, ni qué capacidad tenían, ni dónde funcionaron, y los documentos aquí presentados son algunos de los detalles que indican que algo allí pasó. También hay programas de magos, ópera, de los hermanos Podestá en sus comienzos en el circo, luego su paso al teatro y también los herederos de los Podestá: artistas argentinos que toman el estilo de su escuela teatral. O, por ejemplo, artistas que influyeron en la forma de hacer teatro en Uruguay, como la presencia, en 1907 (a dos años de fundarse el Teatro Urquiza), de Enrique Borrás, actor catalán que venía, como Margarita Xirgu, de un teatro popular, de izquierda y que hacía obras muy comprometidas políticamente. Como recuerda Reyes: “Fue una presencia importante para los comienzos del teatro en Uruguay. Cuando ellos llegaban, llegaba una ideología, una manera de hacer teatro, los recibían con banquetes, se hacían discursos, la gente hacía cola para ver sus espectáculos, porque no se trataba sólo de teatro, era mucho más que eso”.
Raros
Está expuesto uno de los dos únicos programas que se conservan de la vieja Casa de Comedias, que data de 1793, antes de la Jura de la Constitución y de la fundación de Uruguay. Del Teatro San Felipe, ya en el siglo XX, aunque es muy difícil de encontrarse con material de su procedencia, hay una entrada a “luneta”, lo que sería la galería alta del teatro. Es una de las tantas piezas raras, por su condición de material efímero (que en la mayoría de los casos desechamos luego de una función), y que ha conseguido sortear el paso del tiempo, sobreviviendo casi 150 años. También se exhibe un programa de un circo que se instaló en la vieja Plaza Cagancha de 1870, que apareció dentro de un libro.
Asimismo, se encuentra un programa de La Loïe Füller, una mujer que giraba en el escenario que a partir del uso de la luz creaba un efecto cinético. Fue la primera que descubrió que en el escenario podía crear ese efecto con el cuerpo humano y luces, y se hizo famosa por eso, girando como un trompo al ritmo de las luces. Hay un programa del actor, cantante y transformista italiano Fregoli, que en la época revolucionó el teatro transformista y que hacía un número famoso de un profesor de canto tocando el piano y una alumna que cantaba, y él interpretaba a los dos personajes mediante una serie de trucos para multiplicarse sin ser descubierto. De ahí viene en psicología el término “síndrome de fregolismo”: la capacidad que tienen algunos impostores de tomar la apariencia de otras personas.
Además de lo ya detallado, también para los amantes del diseño gráfico y la historia de la tipografía hay material para darse un banquete, por la variedad de estilos y formatos, aunque para el investigador el mayor impacto de esta exposición es el material, “porque en realidad son las piezas más chiquitas, las más insignificantes, las que estaban llamadas a perderse, y que a veces por un asunto emocional que le impactó o lo emocionó y que le recuerdan esa función se conservaron como si fuera el túnel del tiempo. Es un trabajo arqueológico, porque la documentación puede aparecer en cualquier lado”, explica Reyes.